El mundo Capusotto y el pescado se pudre por la cabeza

 



 

Desde hace un tiempo vengo sosteniendo que vivimos en una distopía orwelliana, en el sentido de que a través de la ingeniería social y del lenguaje nos han trastocado el sentido de los conceptos, nos han revertido los valores de manera que hoy “La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es fuerza” como en aquella memorable obra de George Orwell, 1984. A ese proceso de subversión de los principios y los valores le llamo yo “El mundo Capusotto”.

 

Este concepto hace referencia al comediante Diego Capusotto, claro, pero también a la etimología de su apellido (del italiano, capu-soto: cabeza abajo). Porque sí, a menudo nos encontramos frente a escenas que son por lo absurdas dignas de un sketch de Peter Capusotto y sus videos, pero también esa subversión de los principios y valores termina instalando un nuevo paradigma en el que todo está al revés, como si el mundo se hubiera puesto patas arriba. Se nos encierra en nombre de la libertad, se nos enferma en nombre de la salud, se asesina a nuestros hijos en nombre de la vida y la lista sigue y sigue. En nombre de la “empatía” multicolor se fomentan el odio y la persecución ideológica y en nombre de la inclusión se segrega y se fomenta la discriminación.

 

El absurdo de este mundo Capusotto es tan hiperbólico que a menudo nos mueve a risa, no porque lo que pasa sea gracioso, sino porque la risa es el único mecanismo de defensa que nuestro espíritu encuentra para que no nos dominen la depresión y la pulsión de muerte.

 

Ese absurdo exagerado nos provoca una sensación de irrealidad constante, de surrealismo etéreo, como si permaneciéramos flotando en una nube que no nos permite poner los pies sobre la tierra. Y ello, naturalmente, nos provoca inseguridad, pues los seres humanos necesitamos asentarnos en el suelo firme para mantener el equilibrio.

 

Pero el sentimiento más terrible es la orfandad. Nos sentimos solos, vulnerables, desorientados, sentimos que no tenemos a quién acudir porque aunque pidamos ayuda nadie se va a interesar en lo que nos pasa. Esa es la antesala de la anomia, o mejor dicho, el primer estadio de la misma.

 

Ayer sucedió algo que me conmovió profundamente, y es que muchas más personas de las que jamás imaginé han leído y compartido mi última nota, “La tostada de Martita: el pasto es verde y el amor es bueno”. La verdad que ha sido una sorpresa grata, pues uno no está aquí por los demás sino por necesidad fisiológica del escribidor compulsivo, pero si lo que uno hace le sirve a otro para expresar lo que no tiene tiempo, ganas o la habilidad de expresar, bienvenido sea.

 

Sin embargo, una servidora tiene esa mala costumbre de analizar todo y el hecho me llamó la atención. Creo que la reacción ante esta nota (https://roscalanegraperonista.blogspot.com/2021/07/la-tostada-de-martita-el-pasto-es-verde.html) ha sido desmedida en relación con su calidad. No es el mejor texto que he escrito ni tampoco el que yo hubiera creído que sería el más conmovedor, y sin embargo sé que ha tocado a muchos compañeros.

 

Y la explicación es evidente: todos nos sentimos así de solos, todos sentimos que vivimos en un mundo que está patas para arriba, que tenemos que explicar constantemente lo obvio, que debemos estar dispuestos a pelear por defender una premisa tan evidente como que el pasto es verde o el amor es bueno, y ello degrada, horada el espíritu.

 

Las muestras desmedidas de cariño que recibí en estas horas se deben sencillamente a que hay muchos que se sienten como yo pero no encontraban las palabras para expresar lo que yo he esbozado tan torpe y visceralmente como de ordinario. Es halagador para mí, pero al mismo tiempo habla de esa orfandad espiritual en la que nos encontramos todos.

 

Es que el pescado se pudre por la cabeza. Quienes tenemos la sensibilidad de pensar a la sociedad como comunidad sentimos ese dolor colectivo cuando no existe una conducción y sobreviene el desconche. El estado de Sodoma y Gomorra latente nos desestructura, nos saca de eje y no entendemos nada, estamos grogui como si nos hubieran madrugado de un piñón inesperado.

 

En el día de ayer se difundieron denuncias contra el presidente de la Nación Alberto Fernández por haber ingresado presuntamente en la residencia presidencial varias mujeres en horarios nocturnos mientras el país se encontraba en fase 1 de aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO), medida con pretexto sanitario que arrastró a la quiebra incontables negocios en el país.

 

Y eso resulta asqueante por donde se lo mire, aunque a primera vista puede sonar pacato que uno manifieste ese asco. No lo es.

 

En primer lugar, digamos lo obvio: el presidente no es soltero, ¿en qué posición deja este manto de sospecha a la primera dama? Desde que el presidente de la Nación asumió su cargo la primera dama ha sido señalada de incontables maneras, se cuestionó su reputación y su honor y el presidente no hace más que tender más sospecha sobre ella. Es inmoral, un presidente que se dice a sí mismo peronista (fundador del “ala liberal progresista” del peronismo, para ser más precisos) y que coloca a su compañera en ese lugar tan incómodo, prácticamente de cornuda empedernida y consciente. Es lo contrario a los valores de amor, respeto por la mujer y por la familia que los peronistas defendemos a ultranza y ofende a nuestra doctrina sabernos habiendo votado como nuestro representante a un hombre con reputación de libertino.

 

Pero además en el contexto resulta oprobioso. Si fuera cierto que el presidente jugaba a hacerse amigo de señoritas en medio de una supuesta emergencia sanitaria que él mismo decretó y cuando la mayoría del país se encontraba embargada por el desánimo, el encierro y la desocupación, y muchos no tenían permiso de realizar sus actividades laborales, salir a la calle ni siquiera a dar una vuelta o a practicar oficios religiosos, la crisis de los valores de la ética del gobierno está rayando lo terminal.

 

Entiéndase que al pueblo no le permitían ir a misa pero todo indica que el presidente se reunía con mujeres en horarios no laborales vaya uno a saber para hacer qué. Además, en la residencia presidencial, que es propiedad del pueblo argentino, no del presidente.

 

El pescado se pudre por la cabeza.

 

Y hoy, mientras un día se cuestiona a un dirigente político porque se muestra en un video de campaña recibiendo una taza de té con tostadas de manos de su esposa de toda la vida, al mismo tiempo hay quienes nos dicen que es perfectamente lícito que el presidente de la Nación satisfaga sus fantasías sexuales con modelos y actrices en la residencia presidencial mientras el pueblo no sabe si comerá mañana o podrá abrir el negocio la próxima semana.

 

Pareciera una burla, pero es el mundo Capusotto. Y no estoy inventando, hoy “se habla” de que un dirigente como Guillermo Moreno es un machirulo y un degenerado por mostrarse en una escena de amor con su esposa, pero el presidente sería un capo si llegase a demostrarse que estuvo fornicando con mujeres en medio de la impostura de dramatismo por la llamada pandemia de comienzos de 2020.

 

Esto nos habla de esa crisis de valores. Nos sentimos indefensos porque vemos que no le importamos nada a quien se supone que debería velar por la vida y el bienestar de todos los argentinos.

 

No existe conducción, nadie se hace cargo de nosotros y por eso por un lado unos justifican cada una de las calamidades y sinvergüenzadas del gobierno y otros nos aferramos a los pocos estadios de esperanza que nos quedan: la palabra de un dirigente disruptivo que debe jugar a outsider debido a la virtual proscripción del peronismo en los medios de comunicación nacionales, o una humilde nota garabateada por una ignota escribidora peronista perdida en los pagos de San Miguel.

 

Es que hay un grupo de nosotros que sabemos que el que está patas arriba es el mundo. “Yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos” decía una vieja canción. Sabemos que el mundo está al revés y necesitamos sentir que no estamos solos, que no estamos locos, y que el pasto sigue siendo verde, el amor sigue siendo bueno y los valores siguen valiendo, aunque la posmodernidad nos aplaste y nos quiera hacer creer que todo es líquido, efímero y etéreo.

Comentarios

  1. Este mundo ficticio de patas arriba nos quiere hacer dudar de que hemos sentido lo que sentimos y sentiremos.

    ResponderEliminar
  2. 1) No sería la primera vez en toda esta pandemia que hay privilegiados por el favor oficial. Se me viene a la cabeza el asado con Evo Morales donde había 30 tipos juntos sin barbijo, o la desfachatez con que los medios fueron privilegiados "esenciales", desde los informativos hasta los programas más frívolos (que muchas veces fueron los mismo informativos), mientras un montón de comerciantes se cag*ban de hambre. Es un capítulo más del proceso de disociación de las cúpulas políticas (y sus adalides mediáticos) de la realidad y los sentires de las masas.

    2) Si se comprueba lo de Alberto, al otro día va a salir la revista Sudestada a defender su libertad, tachando de conservadores a los que se opongan.

    ResponderEliminar
  3. Gracias compañera.
    Soy una de las tantas que ha difundido ( y lo seguiré haciendo) tu conmovedora., bella y necesaria nota. Martita también la leyó y preguntó quién eras, si te conocíamos.
    Abrazo Peronista!!!!
    Abrazo Peronista con Principios y Valores.

    ResponderEliminar
  4. Lo que más me preocupa de toda esta opereta es que parte de una ONG, Poder Ciudadano que es una fachada de la CIA, y financiada por Paul Singer entre otros enemigos del país y por lo único que se les cae encima a los que ventilaron el asunto es por salirse del molde de lo que establece la política de género, y no por ser agentes al servicio de intereses extranjeros.
    Esto deja en evidencia que denunciado y denunciante responden al mismo bolsillo.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario