Declaraciones de Enzo Fernández en rueda de prensa

 



Buenas tardes a todos, he decidido convocar a la prensa para aclarar el malentendido que se tejió en torno a un video viral de mi persona cantando una canción de cancha que alude a la nacionalidad de los padres de los jugadores del seleccionado francés. 

En primer lugar, quiero agradecer a todos los que me enviaron su apoyo en medio a este revuelo que llegó a tomar tintes hasta podría decirse diplomáticos. No solo al pueblo argentino que siempre me bancó (como siempre nos banca a los campeones del mundo) sino en especial a todos los extranjeros, africanos y de otras nacionalidades negras como Bangladesh e India, quienes también han brindado su apoyo y enviado mensajes de cariño no solo a mí sino a todo el cuerpo técnico y a los jugadores del seleccionado argentino. Senegaleses, angoleños, keniatas, congoleños, argelinos… Desde todos los rincones del continente africano me han llegado muestras de cariño y eso es invaluable para mí. 

Por otra parte, quiero enviar mis disculpas a mis amigos franceses, británicos y europeos en general en caso de que los haya ofendido. Nunca fue mi intención y quiero que esto que voy a decir a continuación no se lo tomen personal. 

En cuanto a todo el resto de los presentes, quiero que sepan lo siguiente: no tengo la menor intención de pedir disculpas, no tengo motivos para hacerlo y jamás ofendí a nadie, simplemente entoné una canción que alude a una verdad irrefutable, que pocos quieren asumir y por eso prefieren callar y apelar al correctismo político: la mayor parte de los jugadores de selección en los principales seleccionados europeos son hijos de inmigrantes africanos, sin que ello tenga nada de malo por sí.

Lo que sí en lo personal encuentro inmoral es el motivo por el que muchos de los deportistas de alto rendimiento en Europa son descendientes directos de africanos. Desde tiempos inmemoriales el continente africano es y ha sido víctima de todo tipo de rapiña y saqueos por parte de los imperios coloniales europeos. Comenzando por la caza de seres humanos para su posterior venta como esclavos y pasando por el reparto desvergonzado de un continente entero a manos de las potencias europeas, África es y ha sido carne de rapiña para los buitres europeos, hoy y desde siempre. Como consecuencia, muchos habitantes del África se aventuran en el Mediterráneo en embarcaciones precarias, que en muchos casos colapsan y van a dar al fondo del mar, cobrándose la vida de hombres y mujeres africanos. El Papa Francisco se ha referido a esa realidad caracterizando al mar Mediterráneo como un auténtico cementerio a cielo abierto. Guerras, hambrunas y epidemias se suceden en África sin mover a Occidente a la más mínima reflexión o ejercicio de ‘mea culpa’. 

No voy a hacer mención caso por caso, pero los interesados pueden tomarse el trabajo de visitar una biblioteca e investigar sobre cuestiones tales como el comercio de diamantes en Botsuana, Angola, Namibia y Sudáfrica, el genocidio en Argelia y en Ruanda (apenas treinta años atrás) o el apartheid.

Y entonces se me señala a mí con el dedo por hacer mención de estas cuestiones y por decir que los jugadores de ascendencia africana, a quienes respeto y admiro desde lo personal y desde lo profesional deberían haber tenido la posibilidad de nacer en el África, desarrollarse profesionalmente y aportar al deporte africano y se me llama racista, sin que nadie se ponga a pensar por qué esto es así. Me encantaría ver a los países africanos destacarse en las competencias profesionales de fútbol, sin lugar a dudas destacarían por el extraordinario estado físico de los representantes de este continente. Pero no, veo a seleccionados europeos destacándose mientras en el África el deporte es la menor de las prioridades. 

En mi país esta clase de debates no tienen cabida. Desde la conformación nacional hasta los días de hoy hemos sido una sociedad abierta a la inmigración en la que todo hombre y mujer es bienvenido siempre y cuando abrace el ser argentino desde lo más hondo de su corazón. Mientras los padres de mis amigos negros son en los países europeos meros habitantes o en el mejor de los casos ciudadanos de segunda, en mi país abrazamos a todos los inmigrantes con la misma naturalidad. Podría hablar de los contingentes de africanos esclavizados que fueron traídos hasta el Río de la Plata en la época colonial, en cómo prematuramente, ya en 1813 se declaró la libertad de vientres y pasaron a formar parte de la sociedad argentina desde los albores de nuestra nación. Pero no puedo dejar de hacer mención de los contingentes de senegaleses, angoleños, chinos, coreanos, arribados en las últimas dos décadas a mi país. Hombres y mujeres africanos y asiáticos que llegaron a la Argentina y en muchos casos ya formaron familia y se sienten argentinos. Sus hijos son argentinos y ellos también lo son, porque como decimos en mi país, “El argentino nace donde quiere” y la única condición para que se acepte a un inmigrante como parte integral de nuestra sociedad es que se sienta argentino hasta los huevos, que ame a nuestra patria y trabaje día y noche por la grandeza de nuestro país. 

Porque ese país no es mío, es nuestro, de todos los que vivimos allí. Es una prerrogativa constitucional “constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. En mi país no hay lugar para racismo porque en mi país no reconocemos razas, somos todos argentinos, fruto del mestizaje y las incontables oleadas de inmigración. Todos somos blanquitos o lo que es lo mismo, todos somos más o menos igual de negritos. 

Espero que estas palabras se entiendan con el espíritu de su intención: que todos los pueblos del mundo se alcen altivos por sobre la opresión de los poderosos y con el orgullo de conocer su propio valor, para que no nos amedrenten más las réplicas hipócritas de las bestias que se asustan de los efectos de su propia bestialidad. Dicho esto, no tengo miedo a represalias, puedo volver a mi país con la frente en alto y orgulloso de haber defendido a mi pueblo en una cancha de fútbol, que es lo que corresponde a un futbolista. 

Ojalá un día la hipocresía deje de ser la norma y decir la verdad no nos condene al ostracismo. Hasta ese día, si debo quedarme libre lo haré, pero callarme en esta ocasión no podía, crecí en la patria de Diego Armando Maradona.

Muchas gracias. 


(Este diálogo jamás ocurrió, pero estoy segura de que te hubiera gustado que así fuera).


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