Adoctrinamiento e histeria: el ¿amor? no vence al odio

 




Finalmente he visto el video de la profesora de Historia que en medio de un ataque de histeria insulta a los gritos pelados a un alumno de secundaria. Hubiera preferido no verlo, la verdad.


Pero siempre pasa eso en este mundo en el que periódicamente “se habla” de algo y hay que actualizarse respecto de eso porque si no uno se queda por fuera de todas las discusiones.


Quiero hacer algunas aclaraciones en relación con el asunto, porque creo que las amerita el caso, aunque la verdad que estoy muy azorada como para armar un texto coherente y cohesivo.


En primer lugar, debo decir que me sorprenden dos cosas: la primera de ellas es que un alumno y su profesora se tuteen. Que Dios me perdone, pero yo tengo treinta y dos años, no cien, y jamás he estado presente en una situación de aula en la que el profesor y el alumno se trataran de “vos” el uno al otro así como si tal cosa. Me parece raro, he sido profesora por quince años y he estudiado por alrededor de veinticinco años de mi vida y jamás me pasó de encontrarme con un alumnado que me hubiera tuteado ni tampoco siendo alumna me pasó de tutear a los profesores. Seré una antigua o así nos manejamos en San Miguel, qué sé yo.


La segunda cuestión que me llamó la atención fue el lenguaje de profesora y alumnos. Yo, que soy la más puteadora del mundo, jamás he presenciado una situación de aula en la que el docente hablase de “cagar” o “hacer mierda” el país, tratar a los alumnos de “chiquito” o similar. Mucho menos al revés, que el alumno hable en clases en esos términos como si tal cosa.


Ni que hablar del uso del celular, pero eso ya es historia antigua. Cuando yo iba a la secundaria si nos pescaban con el celular en la mano nos lo sacaban, lo envolvían todo con cinta scotch y llamaban a tus padres para que firmaran por la devolución del artefacto. Si eso era legal  o no, no lo sé, pero resultaba efectivo para evitar que estuviéramos todo el tiempo con eso en la mano y para lograr que  prestáramos atención. Pero sí, ya sé que eso ya no se hace.


El asunto es que está todo tan embadurnado de caca en esa situación que uno no sabe por dónde empezar a desmenuzar.


Lo anterior no es gratuito, lo traigo a cuento por algo, aunque ya sé que a medida que lo enuncio voy pareciendo más y más vieja chota. El asunto es que no podemos reflexionar acerca de una situación de aula y acerca de qué cosas es legítimo y cuáles no es legítimo hacer si no hablamos sobre esos detalles.


Porque no son detalles, en un aula nosotros aprendemos a ser ciudadanos, entre otras cuestiones. Aprendemos a respetar y a ser respetados, aprendemos a defender nuestras ideas, sí, y a debatir también, pero para ello hemos de haber aprendido antes los modos que hacen a un buen ciudadano y a un debatidor capaz de persuadir. Y eso se enseña y se aprende.


Cuando los límites de la intimidad y la formalidad se quiebran tanto que da lo mismo estar discutiendo con un desconocido por Facebook que con un alumno de quince o diecisiete años es porque como comunidad estamos rascando el fondo de la olla. Estamos completamente desintegrados como comunidad, disgregados.


Y entonces afloran los monstruos, eso es así.


Y sin dudas esta señora es uno de esos monstruos, uno que alimenta la violencia que recibe con la propia violencia que contiene en su mensaje de odio.


Déjenme decir lo siguiente: no estoy de acuerdo con la falta de respeto hacia la autoridad docente, no estoy de acuerdo con que un alumno se crea en la facultad de ponerse a discutir mano a mano con una docente, tampoco estoy de acuerdo con que los compañeros de clase filmen a la profesora y la escrachen por las redes sociales. Todo eso me parece terrible y no lo consiento de ninguna manera, pero estamos hablando aquí de la actitud de unos adolescentes inmaduros que siempre tienen la impunidad de la juventud, que es una enfermedad que se cura con el tiempo, a Dios gracias. 


Dicho eso, sí resulta inaceptable toda la situación que la docente crea en torno de sí misma.


Es inaceptable la actitud sobradora con la que habla a un menor de edad, con esa impostura de superioridad intelectual y moral que resulta de lo más exasperante. Si se fijan bien, incluso el chico conserva más la calma y todo.


Es inaceptable que una persona se maneje a los gritos y a las puteadas en un aula de clases, es inaceptable que pretenda imponerse por el tono de voz y no por los argumentos. 


Y lo más triste de todo es que es inaceptable que todo eso lo haga en nombre de un supuesto peronismo ficticio que mora en su cabeza. Vaya uno a saber qué rayos entiende esa señora por peronismo.


No estoy de acuerdo con nada de lo que dice el chico, me daría mucha pena estar dando clases en La Matanza, bastión peronista si los hay, para encontrarme con un muchachito peleón que quisiera ponerse a despotricar contra Perón, pero nada justifica eso que pasó.


En primer lugar salta a las claras que una señora que habla a los gritos con el propósito de imponerse no está poniendo en práctica la doctrina peronista, porque esta es una doctrina de paz y de amor y porque el General Perón dijo que al hombre siempre es mejor persuadirle que mandarle. Lo dijo así con ese pronombre, “le”, como se decía antes y como aún suelen decir en España. 


Al hombre es mejor persuadirle que mandarle. Y no se persuade por la violencia, se persuade por el amor. 


Recuerdo cuando durante el kirchnerismo se nos decía que el amor vencía al odio. Me pareció siempre una consigna de las más bellas de cuantas se gritaban a voz en cuello por aquellos años y creo que tiene una raigambre peronista que no se puede soslayar, el peronismo es la única revolución de paz y de amor. Y cuando el peronismo gobierna el pueblo acompaña, por eso decir que el amor vence al odio es peronista o puede serlo. 


El asunto es que para mí eso era un imperativo ontológico, si se quiere, una máxima de vida, mientras que para otros era un eslogan. Como “patria sí, colonia no” o tantas otras. Cuando yo decía que el amor vencía al odio me refería a que el pueblo unido era capaz de encarar una revolución pacífica e imponerse por sobre la fuerza brutal de la antipatria, otros lo habrán gritado porque estaba de moda.


Así que bueno, cuando veo a esa señora vociferando a los gritos no me siento para nada identificada aún cuando no esté de acuerdo con lo que el muchacho plantea y aún cuando sí estoy de acuerdo con el hecho de que la oligarquía, sus satélites y las fuerzas de la antipatria en general, que acaso podamos resumir en la entelequia “Macri”, porque ahora ya ese nombre es más que la persona, es un símbolo, hipotecó el futuro de los argentinos.


No me identifican sus modos, su odio, porque vamos, es eso lo que deja traslucir, es un resentimiento que nos han inculcado contra el que piensa diferente, contra esa otra entelequia que se suele llamar el “macrista”. A eso nos ha conducido la ilógica de la grieta, a que nos saquemos los cuernos entre nosotros mientras que por encima de nosotros no hay grieta, todos cometen las mismas atrocidades o son funcionales a ellas pero nosotros no somos capaces de verlo porque no razonamos, ciegos como estamos por la ira, como un toro mirando de frente al torero.


Porque no nos hagamos los desentendidos, mientras esa señora se pretende imponer a los gritos pelados por sobre un pobre pibito confundido de dieciséis años, por encima quienes hipotecaron el futuro de los argentinos siguen libres, nadie los investiga, y hay otros que también siguen hipotecando nuestro futuro, nos dicen a viva voz que no pueden aumentar las jubilaciones porque estamos endeudados “hasta acá” los mismos que llegaron al gobierno diciendo que entre los bancos y los jubilados elegían a los jubilados, pero nosotros nos agarramos a las puteadas con nuestros alumnos un día, con nuestros vecinos otro día, con nuestros padres otro día, con nuestro marido o nuestra mujer otro día. Nos agarramos a las puteadas con Dios y María Santísima por defender a quienes no nos defienden y por defenestrar a quienes no guardan diferencia alguna con aquellos a quienes defendemos tan vehementemente que seamos capaces de romper todos nuestros vínculos sociales por defenderlos a ellos. 


Y que quede claro que estoy plenamente a favor del adoctrinamiento. Soy peronista y soy la más doctrinaria del mundo, me resulta completamente inescindible de la praxis cotidiana el pensar y sentir la doctrina, porque esta moldea mi mundo, es el filtro a través del que soy capaz de mirar y comprender el universo. Cuando doy clases siempre adoctrino a mis alumnos, o por lo menos lo intento, porque poseo en mi interior el imperativo categórico peronista, mi deseo es peronizar al mundo y no pienso cejar en mi labor hasta que el último ladrillo sea peronista.


No, no el último ladrillo de la Argentina, el último ladrillo del mundo. El día que todos los pueblos del mundo hayan completado su revolución peronista voy a considerar que mi labor está finalizada y me voy a detener a descansar, antes, no. 


Y esto es ser vehemente, no es ser violenta. No hay una línea delgada entre ser vehemente y ser violento, hay un abismo, que no nos confundan. 


Después se mesan los cabellos y se indignan por un Javier Milei o cualesquiera otros gritones goriloides puteadores seriales los mismos que avalan esta clase de contradicciones flagrantes porque provienen de la cloaca, digo, de la boca, de una (supuesta) peronista.


Y el paréntesis no es casual, digo que es una supuesta peronista porque si lo es, se le prendieron fuego los papeles. 


¿Desde cuándo los peronistas hablamos acerca del Estado? El peronismo no es estatista ni mucho menos estatizante como lo quieren hacer pasar los despistados. “Tenés esto porque el Estado hache, be y zeta”. ¿Desde cuándo debemos jactarnos de que el Estado deba proveer lo que no haría falta que este proveyera si hubiera trabajo para todos y salarios a buen precio?


“¿Te creés que tu papá podría pagar un colegio como este con lo que gana?”. Pues debería, señora, un trabajador debería poder pagar para sus hijos la educación que se le antojara, sí, y también elegir el sistema público si ello fuera de su preferencia pero, ¿desde cuándo el peronismo se burla de que los trabajadores cobren un salario de miseria? Y en todo caso, si nos golpeamos el pecho hablando acerca de que supuestamente estamos teniendo un gobierno “peronista”, ¿qué ha hecho ese mentado gobierno para mejorar el salario de los trabajadores? 


Véase que ese discurso hace agua por donde se lo mire, pero insisto, lo más oprobioso es que esas personas violentas y con un tremendo matete en la cabeza son las que después, porque se manejan a los gritos, hacen creer a otras que el peronismo es eso. Que es una banda de patoteros, oligofrénicos, gritones, violentos, irracionales y justificadores seriales del ajuste y el hambre, y que la doctrina peronista es la doctrina de la superioridad impostada y el odio.


Y llámenme conspiranoica, pero resulta que esto tampoco es casual. El mayor logro del progresismo parásito es haber hecho olvidar al pueblo de lo que es el peronismo, para que crea que eso que el progresismo hace es peronismo, cuando es más bien todo lo contrario.


Eso no es una casualidad, el enemigo vio que la única manera de destruirnos era borrándonos de la memoria y del corazón del pueblo argentino, y ahí está la colega profesora de Historia haciendo su trabajo de embadurnar de caca al peronismo, guiada a control remoto como los hombres-robot de El Eternauta, a quienes los manos manejaban para que hicieran el trabajo sucio en lugar de los Ellos, que siempre permanecían ocultos y no mostraban su verdadera identidad.


Por eso es nuestro deber levantar la voz y decir con firmeza: eso no es peronismo. El peronismo no es violencia ni es resentimiento ni es griterío histérico ni es justificación del hambre ni es burla respecto de la miseria, ni es odio. 


El peronismo es una revolución de paz y de amor, que propone no explotación del hombre por el hombre como el liberalismo alienante ni tampoco la explotación del hombre por el Estado como el marxismo estatizante. El peronismo como doctrina de paz y amor, de tercera posición, persigue la armonía entre capital y trabajo y no la lucha de clases, propone la existencia de una única clase de hombres, los que trabajan, sea que trabajen de obreros, empleados, profesionales o empresarios. Cualquier otra cosa no es peronismo, está escrito de puño y letra de Juan Perón. 


Lamentablemente para los peronistas, ya somos demasiado poquitos para lograr que nuestra verdad triunfe, la memoria del pueblo es frágil y se han muerto muchos de los que vivieron en carne propia la revolución de Perón. Desafortunadamente para el enemigo, los poquitos que somos nos estaremos extinguiendo, pero no nos vamos a callar la boca así nomás, seguiremos adoctrinando a quien quiera oír mientras nos quede un hálito de vida.

Comentarios

  1. Interesante aporte, Rosario.
    Me atrevo a discrepar en lo siguiente: que adoctrinar puede generar parcialidad o conductas facciosas, cuando lo que se pretende es ser plenamente sincero (y posibilitar la persuasión).
    En lo demás, coincido plenamente: el "progretariado" con camiseta peronista hace estas cosas. Y una cosa más: me parece que está mal que se la haya sancionada a la docente a partir de un buchoneo viral (y no de una medida del centro de estudiantes o del grupo de padres, por ejemplo) porque, a fin de cuentas, parece ser más efectivo el buchoneo anónimo que el nombre propio.
    Saludos

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  2. La tarea de la docencia es muy ingrata, muye frustrante, en lo inmediato. Es muy poco lo que un docente puede transmitir a (la mayoría) de los estudiantes.
    Principalmente, serenidad y convicción en los criterios, saber argumentar, saber respetar del otro su libertad de hacer una mierda de su vida, si gusta. Pero el docente debe saber también recuperar el saber y experiencia de vida que trae el estudiante, y que bien que mal todo el mundo tiene. A partir de ahí, se puede llegar a buenas negociaciones.
    No imponés autoridad a los gritos. La gente empieza a respetarte cuando te mostrás coherente y cohesivo, y cuando ejercés tu propia libertad dentro de un marco normativo, y así demostrás que, igualmente, la experiencia puede salir buena.
    A favor tenés todo un año de convivencia con los estudiantes, con algunos, más tiempo. Si te ganás su cariño, después te los cruzás en los pasillos, vienen a consultarte cuando ya no sos su profe.
    No se van a llevar mucho de vos, apenas una impronta, pero que puede ser determinante para el resto de sus vidas. Y a vos te va a quedar la gratificación de que siempre te recuerden. Ejercí apenas un par de años, 2016 y 2017, en un Bachi popular, en una villa. Dejé de hacerlo porque la propuesta de gestión era demasiado hippie. Mi problema eran mis compañeros de trabajo, no mis estudiantes.
    En fin, el tema de la docencia es demasiado amplio como para tratarlo de una vez en todos sus aspectos.

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  3. Hola! Una pavada, el "leismo" en España no es inclusivo sino otra versión del masculino medio machirulina. Un beso de una gorilonguis (bah, pequeño mono a lo sumo)

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  4. Excelente reflexion... de un peronista que hoy no puede decir que es peronista porque como bien dijiste han confundido que significa el serlo... Y no sos conspiranoica. Tenes toda la razon del mundo al suponer que se hizo a proposito, el generar esta "amnesia selectiva"... Todavia estamos pagando la factura de no ser ni yankis ni marxistas...

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  5. Comparto plenamente lo enunciado, salvo por dos cuestiones. La primera, es acerca de "adoctrinar". La palabra "doctrina" implica aceptar aquello que el otro dice como "una verdad" sin revisar y analizar los fundamentos o principios.
    La segunda, que Perón no siempre actuó con "amor" hacia el pueblo. Sólo basta leer sus discursos muchas veces cargados de odio y ensañamiento.
    La tarea consiste en enseñar a pensar por sí mismo, independientemente de lo que los otros piensen, digan o hagan. Todo dentro de un marco de respeto y sentido moral absoluto.

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  6. Estoy de acuerdo con unknown .
    Perón siempre inculcó odio: 5 de ellos por uno de los nuestros.
    Hecho a los montoneros de la plaza , cuando le preguntaron por López Rega y compañía,( que tenia a su lado) los defendía calurosamente. Más memoria y menos cuentos. Perón sabía quién era Lopecito.
    Yo viví esta historia. No me la van a contar !

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  7. Te felicito, me gustó mucho la forma en que redactas y la idea que tratas de comunicar ( lenguaje claro y directo), soy afiliado al radicalismo y aún con las diferencias que podamos tener, creo que que escribís desde tus más profundas convicciones y honestidad intelectual.

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