En las últimas horas se hizo viral un video en el que la primera candidata a diputada nacional del oficialismo por la provincia de Buenos Aires Victoria Tolosa Paz se jactaba de los efectos multiplicadores de la aplicación de la ley de zona fría en el sur de la provincia, que abarataría el costo del gas a las familias, otorgando un ingreso extra de manera indirecta. Si uno paga dos mil pesos menos de gas, nos dice Tolosa Paz, puede salir a comer o comprarse un par de zapatillas.
Y entonces surgió el factoide de las zapatillas, que es y no es, porque termina siendo importante por lo simbólico.
Es que a cualquiera que haya querido comprarse un par de zapatillas últimamente le ha tocado enfrentarse a la cruda realidad de que muy difícilmente pueda hacerlo por dos mil pesos, un par zapatillas de buena marca no baja de los diez o doce mil pesos, uno de calidad media ronda entre los tres o cuatro y los cinco o seis mil pesos, y otro tanto puede decirse de cualesquiera modelos de zapatos y calzado en general.
Pero la cosa no ha quedado ahí, en un gesto de desafío ante la crítica la candidata se defendió por el video publicando en sus redes sociales la captura de la pantalla de una búsqueda en la plataforma de compraventa MercadoLibre, en la que mostraba algunos modelos de zapatillas de pésima calidad, que efectivamente rondaban los dos mil pesos que ella había mentado en primer lugar, acompañada por la leyenda: “La única verdad es la realidad”, eternamente asociada por razones obvias al General Perón.
Y entonces resurge la discusión por el derecho al consumo, que cada tanto resuena en la agenda pública. Recuerdo cuando apenas iniciado el gobierno del presidente Mauricio Macri el economista liberal Javier González Fraga se refirió al gobierno de Cristina Kirchner diciendo: “Le hiciste creer a un empleado medio que su sueldo medio servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior. Eso era una ilusión. Eso no era normal”. Claramente ese mensaje cayó muy mal y es hasta el día de hoy que se recuerda como ejemplo paradigmático del resentimiento de un miembro de las clases acomodadas respecto de la irrupción de las clases subordinadas en el consumo, en épocas en las que la distribución del ingreso tendía a ser expansiva.
Dicho en criollo, todo el mundo se puso de culo en aquella ocasión, y con sobrados motivos. Sin embargo, en el día de hoy unas declaraciones como las de Victoria Tolosa Paz pasan de largo, quienes se pusieron de culo aquella vez las aceptan como quien oye llover o directamente las celebran. Y está bien, ello es efecto de la riverboquización de la política, de eso ya hemos hablado cientos de veces. La ilógica de la grieta exige que quienes se encuentran “del lado propio” sean vehementemente apoyados por uno, mientras que uno debe defenestrar toda manifestación que provenga del lado contrario, consista esta en lo que fuere que consistiere.
El asunto es que como peronistas no podemos entrar ahí, tenemos el deber de hacer ver a quienquiera que se digne mirar que los procesos son perfectamente congruentes. ¿Por qué Victoria Tolosa Paz quiere que yo me compre un par de zapatillas marca Pindonga y Cuchuflito y no me puedo comprar unas Adidas que sé que no me van a llenar las patas de ampollas hasta el día en que los callos me las hayan endurecido? Eso sin mencionar el hecho de que quiera una vez más hacer pasar el oprobio por peronismo. Sí, quiero tener la razón, miren, acá están las zapas de dos lucas, la única verdad es la realidad. Pero la realidad a gritos es que todos los funcionarios y los candidatos del espacio oficialista están haciendo todos los esfuerzos del mundo por demostrar cuán aislados de la realidad de los argentinos se encuentran.
Yo me acuerdo cuando durante el gobierno de Macri surgió esa discusión por la calidad de los productos de consumo que llegaban a los hogares de los argentinos, no la traigo a cuento gratuitamente. ¿Por qué estaba mal que Macri les diera de tomar a los nenes de la patria “alimento a base de leche” marca Pindonga pero ahora hay que aplaudir que Alberto Fernández pretenda hacer calzar a los trabajadores zapatillas marca Cuchuflito? Si tan buenas son, usalas vos, Victoria, yo quiero unas Adidas o unas New Balance o unas Nike y me las merezco porque para eso me paso el mes entero laburando como una negra.
Entonces pienso en esa otra figura eminente del oficialismo actual, el radical no binario Leandro Santoro, quien nos dice que antes de la agenda laboral tenemos que privilegiar la agenda ambientalista, la feminista, la cuestión de género y la reivindicación del goce. Y me pregunto: ¿cómo ordena las prioridades esta gente?
Nos dicen que primero va lo último, aquello en lo que deberíamos ponernos a pensar el día que tengamos todos la panza llena, si fuere necesario hablarlo alguna vez, y resulta que aplaudimos porque nuestros candidatos son los más grossos. Claro, no importa que vos no tengas dónde caerte muerto, tenés que pensar primero en el planeta y en las travestis y después de eso recién podés osar pensar en el trabajo porque si no, Leandro Santoro te dice que sos un irrespetuoso, o que tu pedido de trabajo es una falta de respeto. Y ojo, no estoy inventando, lo dijo tal cual lo expreso aquí una servidora, el candidato se pronunció en esa línea en una entrevista radial en el programa de Eduardo Aliverti. Quien quiera sacarse la duda, el extracto está disponible en internet.
Si querés trabajar sos un irrespetuoso, si querés consumir bienes y servicios sos un malagradecido de un gobierno que siempre te cuidó, aunque tus condiciones de vida se deterioren día por día de manera evidente.
Pero tenemos que reivindicar el goce y vuelvo a preguntarme: ¿qué carajo entiende esta gente por goce? Tiendo a creer que Leandro Santoro lo dice en un sentido del goce del cuerpo, como reivindicación del placer sexual y está bien, yo siempre he sido una tipa muy atenta a la importancia de la sexualidad plena como motor del bienestar general del cuerpo, la mente y el espíritu. Los peronistas somos sensuales, somos sexuales y eso está bien pero lo dije antes y lo digo ahora: claramente la condición básica de una sexualidad plena es un contexto mínimo de paz y estabilidad.
Sí, no cogés con las mismas ganas y la misma frecuencia cuando estás tranquilo y en un ambiente sano y libre de preocupaciones que cuando no sabés si mañana habrá de morfar o si llegarás a pagar la hipoteca o la tarjeta.
Y no solamente eso, no podés ser Susanita como la Tolosa Paz que hace gala de sus dieciséis nietos y sus cuatro hijos cuando no te alcanza para los anticonceptivos y un embarazo no parece la mejor de las ideas en un contexto en el que no sabés si mañana no estallará todo por los aires y vos con una criatura en brazos.
Pero aún más, el acceso a bienes y servicios también es goce, y cuando se nos dice que hay que reivindicar el goce, pero no se nos aclara el goce de quién, uno puede tender a sospechar. Quizás uno no esté siendo parte de la ecuación. Se nos dice que hay que reivindicar el goce, no que haya que democratizarlo; se nos dice que se puede ser feliz en soledad, pero que no perdamos la dimensión pasional de la política. Sí, podés ser individualista, lo que no está bien es que seas un tibio, te dice un tipo que afirma ser mitad peronista y mitad radical, pero que a renglón seguido te dice que hay que reinvindicar el goce, ¿de quién?
Claro, el presidente se ve que no la está pasando nada mal, tiene tiempo de engendrar un hijito en medio de una coyuntura terrible, y bienvenido sea, con amor y con salud, pero otros no pueden decir lo mismo. A otros el goce nos es vedado, sea sexual, sea material, sea espiritual, toda forma de goce nos escapa porque ni siquiera tenemos la libertad de poder comprarnos el par de zapatillas que nos gusta o que nos sienta bien, nos tenemos que conformar con las marca Pindonga.
Somos unos irrespetuosos verdaderamente, no privilegiamos la agenda que realmente interesa pensando, egoístas y terrenales como somos, en algo tan elemental y básico como comer.
Somos unos desagradecidos que no vemos que estamos a punto de salir a la vida que… ¿queremos? O bueno, la vida que alguien quiere para nosotros.
Una vida de individuos insectificados, con los rostros tapados y consumidores de pan con empanadas y gaseosa en jarra, todo azúcar, todo hidrato de carbono, sin carne, sin trabajo, sin zapatillas, sin sexo pero vacunados, sin besos, sin abrazos, con distancia social, sin peronismo pero con frases de Perón tiradas al azar, sin justicia social, sin soberanía política, sin independencia económica, sin amor, sin libertad… Sin nada, pero felices, feministas y no contaminantes.
No tendrás nada y serás feliz, creo que de alguna parte me suena eso.
Bueno,entonces escucha a la Vidal,te caera mejor.
ResponderEliminarQué fácil es escudarse en el anonimato para decir estupideces en vez de hacer el ejercicio de pensar por una vez en la vida.
EliminarDe cualquier manera, gracias por el comentario, es usted un espécimen que corrobora muchas de las hipótesis que humildemente vengo sosteniendo en este foro.
Claro como el agua.
ResponderEliminarEstá todo tan intangibilizado, la realidad tan reducida a la pantallita de un celular, que muchos no coinciden en que lo elemental e irrenunciable debería ser cubrir las necesidades básicas de todos los habitantes de nuestro suelo. Nos genera la misma empatía -o apatía- el meme del carpincho que los aumentos de las jubilaciones.
Y la trampa del progresismo consiste en que, si te quejás de que actualmente a las mayorías no se les resuelve casi ningún aspecto de su vida cotidiana, entonces pasás a ser un enemigo de las minorías, como si no hubiesen 23 ministerios, más que suficientes para abarcar todas las agendas a la vez.
Lo mismo sucede con la excusa de la pandemia: se plantea un juego de suma cero, en el cual por culpa de la pandemia no se resuelve nada. ¿Acaso la licitación de la hidrovía o la prometida reforma judicial -por decir los primeros ejemplos que se me vinieron a la cabeza- no se podían encarar más eficientemente por culpa de la pandemia? ¿El virus fue un obstáculo para el papelón de Vicentín o para los miles de millones que se transfieren mensualmente a los bancos por las LELIQ? Pero, por otra parte, para reuniones sociales en Olivos o para que los medios de comunicación te hayan enrostrado sus privilegios en materia de irrespeto a las medidas sanitarias... para eso sí que no existe la pandemia.
“Le hiciste creer a un empleado medio que su sueldo medio servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior. Eso era una ilusión. Eso no era normal”. Claramente ese mensaje cayó muy mal"
ResponderEliminarEvidentemente a la larga no le falto razon, sean las razones que quieras el porque. Vos misma y el blog son la evidencia.
Muy interesante este artículo. Definitivamente, pareciera que vamos yendo de infortunio discursivo en infortunio del subconsciente de quienes se supone nos representan o van a representar.
ResponderEliminarY no sólo eso, la glorificación del consumo que otros quieren para nosotros, la crítica mal hecha a quienes consumen porque qué otra cosa es posible, la ya mencionada "riverboquización" argumental, en ese merengue nos vemos entremezclados, y si veo una salida, creo que será cuando efectivamente podamos vivir más que sobrevivir. O al menos, lo haremos con mayor empatía.