Librar el buen combate

 




Antes que nada me toca excusarme. 


Este es una vez más un garrapateo sin ton ni son que no tiene del todo coherencia ni constituirá un texto cohesivo. Es más bien una serie de notas que deseo que no se me vayan de la sesera mientras rondan ahí aunque no terminen de tomar forma.


Estoy pensando en Dios.


Se acerca el final de la primera parte de la campaña electoral, la que corresponde a las elecciones primarias que van a dar como resultado por un lado los candidatos que van a competir finalmente en noviembre, pero sobre todo van a ofrecer un mapa de cómo se distribuye la intención de votos en esta instancia, si tiende a la concentración o a la diáspora. Veremos, veremos, después lo sabremos, se está hablando en determinados sectores de “cisnes negros”, lo que podría estar anunciando que las encuestas están arrojando como resultado anomalías o sorpresas.


Pero debido precisamente a que estamos atravesando esta recta final de la carrera es que la campaña abunda en actos y uno llega a ver cosas que quizás lo puedan cautivar.


Pienso en Dios porque soy una persona profundamente espiritual a pesar de ser terrenal y mundana. Tengo una sensibilidad particular hacia los temas que hacen a los misterios y los milagros de Dios y me recuesto mucho en la fe porque a menudo la vida pareciera no ser fácil y pareciera que se presentan desafíos que minan el espíritu y debilitan el cuerpo.


Hace unos días veía en uno de esos actos de campaña del peronismo a un compañero que planteaba una reflexión que me pareció muy bonita, porque nacía desde el corazón, desde eso tan puro que tiene el pueblo que es su fe, su capacidad infinita de seguir apostando por hombres y mujeres de la política para que marquen el camino de la patria. Decía este compañero que él sentía que al candidato del peronismo, que no me voy a hacer la tonta, en la provincia de Buenos Aires es indudablemente el exsecretario de Comunicaciones y de Comercio Interior Guillermo Moreno, lo había enviado Dios.


Que él sentía que a Moreno lo había enviado Dios para que pusiera de pie al peronismo, para que hablara al pueblo peronista desde la doctrina y para que le enseñara a la juventud que el peronismo no es eso que nos quiere vender la socialdemocracia, que no es hambre, que no es ajuste y no es pobrismo, ni renta universal, ni lucha de clases, sino trabajo y producción. El trabajo como ordenador social y armonía entre el capital y los trabajadores bajo el arbitrio del Estado.


Fue muy intensa esa alocución, porque se veía en los ojos de ese compañero la emoción, y yo la sentí y me brotaban las lágrimas al igual que a muchos de los compañeros presentes en ese acto en la localidad de Moreno, precisamente.


Aquí al ladito de San Miguel, un distrito que siempre ha sido castigado por la desidia y el abandono pero que se organiza y crece de a poquito, donde el peronismo florece hoy porque el pueblo lo reclama.


Días después de esa hermosa reunión en Moreno otros compañeros se reunían en Berisso y allí uno de los oradores en el plenario peronista agradecía a Dios por ese día peronista.


Una de las cosas que suele repetir el propio Guillermo Moreno es que debemos estar agradecidos de dar el buen combate, una figura bíblica que alude a la conservación de la fe a pesar de las vicisitudes. Quienes somos profundamente peronistas nos emocionamos ante esas manifestaciones de la fe porque sabemos que nuestra doctrina está íntimamente imbuida de un espíritu cristiano y de la fe en Dios por sobre todas las cosas. Una fe, como bien reza la sabiduría popular, que está viva y se manifiesta en el pueblo. “Vox populi, vox Dei”, nos dice el refrán.


Todo este tiempo de sentimientos encontrados y de experiencias fuertes me ha venido sensibilizando mucho respecto de las manifestaciones divinas. El Señor obra de maneras misteriosas y, ¿por qué no habría de depositar en un hombre la misión de aunque más no sea devolver la fe al pueblo? Recuerdo la emoción que me embargó cuando el pasado 10 de julio la selección de fútbol jugaba una final de Copa América en Brasil, contra el local, en un evento megacósmico que no había tenido lugar en veintiocho años. Era una fiesta, y gracias a Dios Argentina ganó.


Y sí, es una tontería agradecer a Dios por un partido de fútbol, porque está claro que Dios no hace favoritismo y de seguro de un lado y de otro de la cancha hay dos hinchadas que le piden milagros de signo opuesto. Pero igual yo agradecí por la parte que me tocaba, qué va’cer.


Es que el pueblo está triste y cuando uno mira bien a cada paso hay señales de que uno de los procesos que están teniendo lugar en estos tiempos inmorales y aciagos es la muerte de Dios. O no su muerte sino por una vez más su intento de divinicidio, llamémosle así.


Y el problema es que si Dios muere el pueblo se queda huérfano. Porque el pueblo, el ser humano en general, necesita creer en algo superior a sí mismo. El pueblo necesita saber que cuando la hora le toque será para dirigirse a un lugar mejor y que cuando eso suceda, otros lo recordarán. El hombre necesita creer en algo superior a sí mismo para tener un espejo de trascendencia en el que mirarse. Quien no cree en nadie no encuentra motivación para luchar porque no tiene hacia dónde ir y tampoco cree en una misión superior. 


La muerte de Dios implica entre otras cuestiones que el hombre no encuentre los incentivos para dar la vida por la patria. Y nos encontramos en una etapa muy dura, en la que si no nos disponemos a dar la vida por la patria perderemos todo aquello por lo que tantos murieron antes que nosotros. 


El buen combate se da ante una causa santa, la fe se manifiesta ante una causa superior. Por eso es que Dios está profundamente arraigado en las convicciones de los peronistas. Un pueblo sin fe es un pueblo apático, sin sentido de la pertenencia, sin sentido de la trascendencia y en definitiva un pueblo a quien le da lo mismo un barrido que un fregado, le da lo mismo ser colonia o no serlo y no le importa a qué metrópoli responder.


Todo tiene que ver con todo, pero además la fe es el motor de la esperanza y sin esperanza no hay transformación posible. El pueblo necesita esperanza.


Como dije más arriba, a una servidora le ha tocado en más de una oportunidad recostarse sobre la fe para seguir adelante con la convicción de lo que se espera y la certeza de lo que no se ve. Porque de otra manera las pruebas que la vida me ha colocado en frente me hubieran terminado de minar el espíritu a un punto de no retorno.


Soy una mujer frágil a veces, sin Dios ni patria ni familia muy probablemente no estaría aquí. Y creo que eso no me debe pasar a mí sola. 


Mi fortaleza está en los ámbitos a los que pertenezco, puedo cruzarme con cualquier hombre o mujer que sepa las estrofas de la marcha peronista y sé que en esa persona encontraré un hermano. Puedo hablar con Dios y no sentirme más sola y puedo orar por mi patria y emocionarme al encontrar un hombre que transmita en lenguaje llano y con palabras claras y precisas lo que yo siento y mi modo de ver a mi pueblo y mi patria y sentirme que allí está Dios, que no me abandona a mi suerte porque alguien en el mundo está pensando en mí y piensa no como un yo, como individuo, piensa en mí como un componente de un todo, de una comunidad. 


Cuando los compañeros nos reunimos en un plenario y nos abrazamos estamos recuperándonos un poco de todo un año en que se nos dijo que amar a otro y manifestarlo con un beso o un abrazo de corazón podía significar una condena a muerte. Se nos extorsionó con el amor que sentimos por nuestros pares y entonces necesitamos a Dios. Necesitamos la fe, la esperanza, la energía positiva o comoquiera que vos le llames a eso que sentís muy dentro del pecho y que te genera una tibieza y una sensación de bienestar infinito aunque sea por un momento, eso que te hace sentir que aunque sea por un instante de verdad no estás solo, ese calorcito que te llena más que la panza, el pecho, y te llena de una emoción que no sabés describir, pero que es sobre todo de alegría y de una bondad infinita, un amor sin límites y unas ganas de pelear por las Malvinas con cuchillo y tenedor.


Como sea que vos le llames a eso, que se llama Dios.


Y eso es lo que despierta en estos tiempos en el pueblo peronista. Cuando vas a un acto y ves a todos sonriendo, ves a todos alegres, hermanados y peleando por algo superior a ellos mismos, ahí está Dios. Es esa esperanza que el pueblo anhela porque lo necesita para vivir, todos necesitamos de vez en cuando del abrazo de nuestro padre. 


Y entonces veo eso, veo que se está hablando más de Dios en los actos y entiendo que se debe a eso, a esa orfandad y la necesidad que tenemos todos de creer. Estamos cansados de las mentiras, de los enredos, de la subestimación de nuestra inteligencia, pero seguimos necesitando creer, porque si no creemos no podemos librar el buen combate y ante todo, necesitamos librar el buen combate. 


Quizás fracasemos, seguramente moriremos antes de haber peronizado hasta el último ladrillo, pero necesitamos de la fortaleza de Dios para que nos guíe en el buen combate.


Y que se sepa que esta también es una plegaria.


Este es un rezo a Dios Padre Todopoderoso para que se apiade de nosotros y con su Voluntad nos permita triunfar aunque sea en nuestra misión de librar el buen combate. Porque estamos cansados, nos flaquea la fuerza y necesitamos levantarnos a fuerza de fe. 


Estamos dependiendo de un milagro, estamos dispuestos a realizarlo, solo necesitamos un poquito de ayuda.


Hasta el pelo más delgado hace sombra en la tierra, quizás ese milagro dependa un poquito de cada uno de nosotros.

Comentarios

  1. ¡Grande, compañera! Hermosa plegaria. Hermosa común-unión.
    (Leí tu texto en voz baja, y fue más intensamente pulsional).

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  2. Ayer le comentaba a un amigo colombiano la idea que encierra la frase "peronizar el mundo". Le (¿bromeaba?) que eso también implica peronizar Colombia.
    Freud fue peronista (mucho antes del peronismo) cuando alcanzó a vislumbrar que la especie podía llegar a salvarse a través de la comunidad (no alcanzó a decir "organizada"). A muchos pensadores de izquierda se le han ocurrido cosas que perfectamente pueden entrar en diálogo con las verdades peronistas, y de ahí, lograr un consenso.
    Cierto, los prohombres parecen, oportunamente, enviados de Dios, Guillermo, Néstor, antes, Juan Domingo y Eva, toda gente que se identifica por lo singular de sus vocaciones. Son los imprescindibles. Nosotros no lo somos, sin embargo, creo que todos tenemos una misión que cumplir, escribiendo, estando, haciendo, articulando ideas.

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  3. Conoces está gente? https://youtu.be/SZ9_gJMYhfM

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