Estuve debatiéndome un buen rato, me preguntaba si resultaba conveniente o no que escribiera sobre Charly, siendo que sería obvio que todo el mundo iba a hacerlo, es la excusa perfecta para no hablar de otras cosas, colgarse de las pelotas de Charly.
Y decidí que sí, porque Charly lo vale, independientemente del uso que en un día como hoy se haga de él.
Desde hace algunos días estoy muy sensible pensando en Charly porque indefectiblemente me lleva a mi padre. Y mi padre tiene esa mala costumbre de estarse muriendo siempre y resucitar en mí.
Cada vez que pienso en Charly pienso en mi padre porque ambos nacieron en el mismo año, 1951. Cuando se murió tenía cincuenta y seis años, era muy joven, y por lo tanto no tuve oportunidad de verlo envecejer, no me lo imagino con setenta años. Y a Charly tampoco, ¿quién se puede creer que ya tenga setenta años? Es una locura porque habla también de que el tiempo pasa y nos vamos volviendo tecnos, no podemos parar el tiempo.
Y me pasa con todos, ¿qué pasará el día que Charly no exista, seguirá existiendo el mundo? Quizás sí, pero ¿quién puede afirmarlo?
El mundo tal y como lo conocemos depende de Charly, o por lo menos mi mundo. Con él me pasa eso que me pasa con tantos por mi relativa juventud, que es el desconocimiento del desconocimiento. No tengo experiencia de la pérdida de la virginidad, nací teniendo a Charly en mi ADN. Es una pena porque le quita a uno ese momento de epifanía en el que accedés por primera vez a un tesoro, lo descubrís.
Y también termina pasando esto, la dependencia, porque uno no imagina el mundo sin él.
Charly tiene eso que se dice de muchos pero que en rigor de verdad solo describe a unos pocos elegidos de Dios: es un genio. Es un auténtico genio, un prodigio, el máximo compositor vivo nacido en este país. Eso está claro, cualquiera que sepa un poquito de música entiende que si hubiera nacido en el siglo XVIII hubiera sido Mozart y si hubiera nacido en Inglaterra sería Lennon. Pero tuvo el privilegio de nacer en Argentina y entonces es Charly.
Es natural que muchos no lo entiendan porque no todos saben un poquito de música, pero es así y no se discute le guste a uno o no.
En lo particular me pasa que a medida que crezco y voy incorporando más elementos a mi bagaje cultural le encuentro más sabor, como solo te pasa con Gardel que cada día canta mejor.
Como música frustrada no entiendo cómo puede ser que exista Charly, me pasa lo mismo que con Borges, que me conmueve hasta lo más íntimo del espíritu, en su caso por el berretín de escritora frustrada. “Si yo cantara así no tendría que trabajar”, decía mi padre cuando un músico le gustaba mucho. Y con Charly te pasa eso. Cada vez que ponés el disco es para terminar discutiendo en familia cómo puede ser que exista Charly, por qué unos tanto y otros tan poco.
No importa que no sepas de música a nivel académico, llamémosle, basta con que hayas escuchado mucha música en tu vida y que tengas un oído mínimamente entrenado para escuchar y para oír para que te des cuenta de que estás a otro nivel.
Hoy sería el cumpleaños de Federico Moura, por ejemplo. Un tipo carismático, trasgresor, un artista completo y valiente en su contexto, muy respetable y muy admirable, yo escucho Virus y lo disfruto, pero no es eso. No se trata de componer buenas canciones de rock, Charly no es un buen músico de rock, Charly es un genio, es un prodigio, es el tipo que rompe el molde.
Y lo has visto en tantas, tantas… Recuerdo esa anécdota de cuando se encontró con el Diego y le dijo: “Cuando me tiré de un noveno piso estaba buscando ver a Dios; no te vi”. Tiene esa capacidad para brillar que pocos tienen pero más allá de la figura, de la estrella de rock, del tipo que te deja el show a medio terminar, el que te dice frases rimbombantes y graciosas, como que lo que más le gustas de las mujeres es la concha o que le gusta comprar chucherías para poder romperlas porque le da curiosidad ver qué tienen adentro.
Hay una anécdota que siempre recordamos en mi casa, de cuando yo cumplía años alguna vez y unas amigas vinieron a saludarme. En mi casa estaba una de mis hermanas de visita y estábamos reunidos alrededor de la mesa, cuando en la tele mostraron a Charly haciendo alguna de las suyas. Era ese Charly súper flaco y sin dientes de los primeros dos mil, que todos rezábamos por que no se pasara de rosca y no la contara y una de mis amigas al ver las imágenes y completamente colgada de la palmera, ajena a lo que mi familia sentía por Charly, dijo con fastidio: “Ay, a este viejo no lo soporto, es un ridículo”, tras lo que mi hermana mayor se levantó en vilo, la señaló y le dijo: “Bueno, te vas ya de mi casa”.
Fue muy gracioso, lo dijo recontraseria, y mi amiga se puso completamente pálida como un papel, lo que motivó que mi hermana y yo nos largáramos a reír a carcajadas. Obvio que era una broma, pero Charly genera eso, ese temor reverencial que pocos intocables mueven en este país: Perón, Gardel, Charly, Maradona, el Indio. Son gente de quien no se debe hablar mal en público si uno no quiere hacerse de enemigos porque mueven pasiones irrefrenables.
En el caso particular de Charly porque fue capaz de hacer la síntesis entre composiciones extremadamente complejas e irreproducibles y música popular escuchable. Tenés material de Charly o de cualquiera de sus bandas para todos los estados de ánimo y todas las situaciones posibles. Si estás de fiesta tenés, si estás triste tenés, si estás suicida tenés, si estás rebelde tenés, si estás patriota tenés. Siempre tenés un Charly diferente para que se amolde a lo que estás sintiendo. Es como Los Beatles, tiene todo para ser la banda de sonido de toda una vida.
En particular hay pocas canciones que no puedo cantar. Una es esa zamba que dice “Yo no canto por vos, te canta la zamba/ y dice al cantar no te puedo olvidar, no te puedo olvidar” y otra es la que dice “Cuando ya no alumbre el candil arisco de mi corazón/ volvete a mi tierra y llevate mis coplas y cantalas vos”. Ambas las cantaba mi papá y me recuerdan a él, me quiebro cada vez que intento cantarlas, me emocionan y no sé si podré alguna vez.
Otra es la de Violeta Parra, “Gracias a la vida”, porque eso de “Gracias a la vida que me ha dado tanto/ Me dio el corazón que agita su marco/ Cuando miro el fruto del cerebro humano/ Cuando miro el bueno tan lejos del malo/ Cuando miro el fondo de tus ojos claros” me mata. Hay unos ojos claros que desde hace demasiado tiempo estoy extrañando y la verdad que me destroza pensar en lo mucho que los necesito.
Y la otra es una de Serú Girán, “Nos veremos otra vez”.
Esta canción tiene la particularidad de que la persona dueña de esos mismos ojos claros que tanto extraño me la envió cuando apenas me conocía, como un regalo, cuando estaba sellando conmigo un vínculo de amor. Y no tenía sentido porque nos veíamos todos los días. Pero dice “Si te hace falta quien te trate con amor, si no tenés a quien brindar tu corazón… Yo estoy con vos” y en ese momento era ese el sentido del mensaje.
Pero en el tiempo la historia cambió, y ese “Nos veremos otra vez” cobró otro sentido, es hoy una súplica, una caricia en el alma, una plegaria de esperanza de que el abrazo que el cuerpo espera tal vez llegue algún día. Me conmueve en lo más íntimo de cada una de mis fibras. Y eso es lo que logra Charly también.
Recuerdo que cuando conocí a ese hombre de los ojos claros una de las primeras cosas que notó de mí fue que en mis fotos de fondo siempre aparecía un póster de Charly con banda y bastón que decía “Charly presidente” y creo que le resultó simpático. Para esta nota busqué esas fotos y ya no existen, me mudé de la casa donde tenía ese póster y no lo encuentro en internet. Ahora solo vive en mi memoria, pero no me olvido de cuántos años adornó el dormitorio de mi niñez y mi juventud.
Me lo había regalado Néstor, mi tío Ardilla, quien a su vez fue el tipo que me enseñó a amar la música y me educó el oído durante años, para morirse tristemente de una cirrosis a la corta edad de treinta y siete años. El primer hincha de River que amé con locura. El segundo ha sido el famoso hombre de los ojos verdes.
Así que no hay esfera de mi vida que no esté enteramente atravesada por la música de Charly, más allá de que su genialidad supera la media y que solo puede ser ignorada por los mediocres, los necios o los sordos.
Ojalá el Cielo nos regale setenta años más de él, en lo particular creo que estamos hoy todos jubilosos más que nada no porque estemos festejando el cumpleaños de Charly, sino más bien porque celebramos y damos gracias a Dios por haber conocido a Charly y haber tenido el enorme privilegio de haber compartido con él tiempo y espacio.
La mediocridad para algunos es normal, pero él… Él es el genio más grande que dio la música popular de esta tierra. Y eso no es moco de pavo.
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