El desafío está en marcha

 




Finalmente el día llegó. Llegó y pasó sin pena ni gloria.


Desde hace varias semanas venía resultando poco a poco más evidente que las elecciones del pasado domingo no le importaban absolutamente a nadie. Sí, la derrota que sufrió el gobierno resultó menos humillante de lo que se presuponía, pero en rigor de verdad nada ha cambiado en el panorama político. Este resultó dirimido en septiembre, porque fue en ese momento cuando se cocinó el desenlace.


Perder no es algo de peronistas, eso está más que claro. Incluso el llamado kirchnerismo ha perdido en ocasiones, pero Perón jamás, ni siquiera estando proscripto. Pero he ahí el quid, a quienes hemos gritado y pataleado vociferando a todo dar que este gobierno no es ni jamás ha sido peronista no nos queda más que la verdad en los puños, pero una verdad que azora: hemos sido derrotados, y perder es perder, no es posible, como afirma la flamante diputada electa Victoria Tolosa Paz, “perder ganando” o “ganar perdiendo”. Cuando se gana se gana y cuando se pierde se pierde, porque esto no es joda, no es un juego de niños ni una competencia lúdica: cuando se gana se gana en calidad de vida y cuando se pierde se pierden vidas, esto es serio.


Y las vidas que se pierden, aunque sé que lo repito como un mantra, siempre las ponemos nosotros. Siempre las pone el pueblo.


El caso es que lo que tuvo lugar ayer fue una vez más una simulación. Estamos en tiempo de simulaciones, eso se sabe desde hace tiempo. 


Se simula un estado de crisis —supongamos que sanitaria, para dar un ejemplo que no tiene por qué ser preciso— con el fin de asegurar la caída de la disidencia y la pérdida de las libertades, se simula el conflicto entre facciones y facciones de un mismo partido único con el solo objeto de divertir (en el sentido militar de la palabra, como sinónimo de “distraer”); se simula la victoria para ocultar la derrota y se simula la acción para disimular la inacción. “Hacen que hacen y no hacen, dicen que hacen y no hacen”, ese es el lema de la política hoy. 


Y en ese juego de humo y espejos, el lugar que le cabe al peronismo es el de símbolo de lo que no es para justificar la derrota. Es eso hoy el peronismo, una cáscara. Se le pone ese nombre a todo lo que no es peronismo con el propósito de que a ese significante vacío —cuidadosamente vaciado, mejor dicho— se asimile toda la tragedia que sobrevino a la derrota. 


Y cuando digo derrota no estoy hablando de elecciones, que a esta altura, reitero, no son sino una simulación de democracia. Una democracia simulada, en la que el pueblo acude a las urnas pero ni siquiera elige a sus representantes. Sus representantes, como se sabe, no representan al pueblo elector y son designados a dedo por los dueños del mundo. De hecho, los argentinos acudimos a las urnas nomás porque es obligación, no porque efectivamente las mayorías populares consideremos que por hacerlo cambiará nuestra vida para bien. Puede que ese cuento se lo crean a esta altura algunos sobreideologizados ingenuos o que practican el tristemente célebre “no hay peor ciego que quien no quiere ver”, pero el argentino de a pie a esta altura está bastante escéptico y suma dos más dos, viendo como resultado que desde hace una virtual década ya que poco tiene que ver elegir “representantes” en las urnas con sostener un modelo de crecimiento con trabajo y progreso.


Sí, sé que estoy sonando muy dura, desanimada y que pareciera que no veo salida posible a esta encerrona, pero, ¿saben qué? No la veo o la veo muy difícil. Lo que ayer se acaba de consolidar no es otra cosa que el PeronExit, la salida del peronismo de la política grande de la Argentina. Ahora se conformaron dos bloques firmes del mismo partido, como lo planteaba más arriba, aunque la regla es la interna simulada e incluso la simulación va más allá, simulan ser opositores los unos de otros mientras responden todos a los mismos amos. Las elecciones del pasado domingo han rubricado el Estatuto Legal del Coloniaje versión 2.0, lo que se viene es la continuidad de la simulación.


Existe un acuerdo que sin dudas es expreso pero juega a tácito que sugiere que hay dos bloques por derecha y por izquierda, ambos igualmente neoliberales y ambos heterogéneos. Uno de ellos, el de izquierda, está gobernando en la actualidad y lleva por colectora y disidencia controlada al Frente de Izquierda trotskista. El otro es a grandes rasgos “oposición” y lleva por colectora al llamémosle “libertalismo”, para diferenciarlo del liberalismo, porque en rigor de verdad todos los subgrupos son liberales.


El asunto es qué va a pasar de ahora en más. Y déjenme decirles que no interesa. Podría ser, por ejemplo, que todo el arco socialdemócrata se uniera en 2023 para derrotar al “fascismo” encarnado por no sé, Patricia Bullrich y Javier Milei. Y cuando digo “todo el arco socialdemócrata” me refiero a todo, que incluiría por supuesto a un Horacio Rodríguez Larreta y una María Eugenia Vidal.


¿Ah, no me creés que la Vidal sea igual de progresista y socialdemócrata que Alberto Fernández?  ¿Y entonces por qué se enfrenta a los candidatos de Patricia Bullrich, por qué basó su campaña en las PASO en hablar sobre la legalización de la marihuana y por qué se despega de la “derecha” y se junta con las Abuelas de Plaza de Mayo? Vidal es la izquierda socialdemócrata por antonomasia: liberal en lo social y lo cultural, neoliberal en lo económico. ¿Qué haría Vidal en un ballotage entre Bullrich y Massa o Rodríguez Larreta? Se las dejo picando.


También podría pasar que no nos fuéramos tan al extremo, que Bullrich y Milei solo hicieran las veces de reservorio de terrorismo de acá a dos años y la interna del gorilismo se dirimiera sin romper los actuales Frente de Todos y Juntos por el Coso o Comoquiera que se Llame. ¿Qué diferencia habría entre un gobierno de Massa, el chico de la UceDé que más se preparó para ser presidente, y un Horacio Rodríguez Larreta o por qué no, un Mauricio Macri o quienquiera de esos? 


Y esos son solo ejemplos. 


Lo que quiero decir es que las combinaciones son muchas y son válidas, el futuro está en movimiento y nunca se sabe hacia dónde va a ir la bolita, como decía Milhouse cuando jugaba al balero. El caso es que pase lo que pase no hay salida al atolladero. Ni el Frente de Todos ni Juntos por el Recambio ni Espert, ni Milei, ni el trotskismo nos van a suponer mejora alguna en nuestras condiciones de vida. Esa es la realidad, que le pese a quien le pese.


Yo entiendo a mis compañeros que votaron al Frente de Todos por conducta partidaria o porque se imaginan que puede haber algo peor que lo que hay ahora. Entiendo a los que votan al trotskismo porque de veras piensan que esa facción se ocupa de las inquietudes del “pueblo trabajador”. Entiendo a quienes votan a los libertarios porque imaginan que ellos van a defender el derecho de cada uno a trabajar y a progresar. Pero mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar y en este país jamás ninguna de esas cuatro facciones del gorilismo ha redundado en una distribución progresiva de la renta, aumento del valor de los salarios reales, industrialización del país y crecimiento del trabajo. 


De manera tal que las probabilidades son noventa y nueve a uno a favor del triunfo final del proyecto de dependencia a los poderes fácticos subordinados a la élite global. Y eso es lo que acaban de rubricar estas elecciones, amigos míos: estamos nada más ni nada menos que dependiendo de un milagro. Que ojo, no estoy diciendo que no se pueda producir, soy una mujer de fe y me han enseñado que quien tenga fe como un grano de mostaza ha de decirle a la montaña “trasládate” y esta se habrá de mover. Pero es un poquitín arriesgado y bastante triste tener que estar rezando por el propio país, tenemos todo para funcionar como un relojito, no deberíamos depender de milagros. Pero así estamos. 


Ayer pasaron tres cosas relevantes, todo lo demás es puro humo. La primera es que quedó demostrado por dos indicadores (el alto abstencionismo, del orden de uno de cada tres electores, y los números favorables a “la derecha fascista” encarnada en Javier Milei, sobre todo en los barrios más humildes y propiamente en las villas) que el pueblo argentino no acompaña con el ánimo ni a la izquierda progresista socialdemócrata ni a sus intenciones de seguir con el verso de la grieta, el ahperomacrismo y la pandemia, lo que da la pauta de que el pueblo no quiere zurdos pero no tiene a quien votar. Es decir, no tiene una opción peronista.


La segunda es que el presidente ya desde ayer nos dejó entrever que va a intentar forzar un acuerdo con la pata Juntos del pacto hegemónico, mal llamada “la oposición”, que seguramente redundará en un plan para pagar la deuda contraída por ese mismo actor cuando era gobierno. Y déjenme decirles, amigos, que si estamos en el horno con papas, cebollas caramelizadas y finas hierbas, aquí la carne somos nosotros. Estamos, en palabras del otrora enemigo y hoy inimputable Esteban Bullrich, a punto de hacer el esfuerzo del chancho que pone hasta el pellejo, y no el de la gallina que solo pone los huevos. 


La tercera es que a través de la puesta en escena con el vigilante y el fanático de Milei en el Luna Park ya se está hablando de tenencia de armas y agenda de “ultraderecha”. Punto para la hipótesis de que los Milei y las Patricias Bullrich están en el escenario para generar terror, como otrora hizo Le Pen en Francia, con el fin de forzar la visualización de una nueva manada de sapos a tragar con el discurso del “mal menor”. A favor de esta hipótesis también están trabajando actores como el trotskismo y C5TN, que al fin y al cabo son un poco lo mismo. 


Y así están las cosas, país. De esta solo salimos con un milagro, que de poderse se puede pero va a costar. Habrá que juntar los pedazos del peronismo que queda en el interior del país e ir haciendo la tarea de aquí a dos años para ver si se puede rejuntar algo, armar algo y apostar todo. Perdemos noventa y nueve a uno, pero tenemos la verdad histórica de nuestro lado. No luchamos contra carne ni sangre sino contra el Diablo, pero los peronistas tenemos eso de ser porfiados y quién te dice, capaz salimos de esta también. Lo que sí es buena noticia es que el desafío está en marcha. 

Comentarios

  1. Excelente aporte. El pueblo tiene por qué votar (techo, tierra y trabajo) pero no tiene quién pueda responderle. De mientras, los partidos interpretan "remontadas" (como MM en la general 2019 y el oficialismo el 14/11) donde hay un pueblo que busca su destino.

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