Como alguna vez he contado por este medio, soy una persona muy particular, que es una manera de decir que soy, al decir de mi padre (y de mi marido, que me conoce más que nadie), más difícil que cagar en un frasquito. Bueno, en realidad lo del frasquito lo decía mi papá, mi hombre dice que soy más difícil que defecar en un tubo de ensayos, porque él es más fino. Pero no me quiero salir de tema.
Dentro de esa dificultad proverbial que me define, una de mis características más salientes es mi incapacidad para desconectarme, puedo estar enfocada en algo que me interesa y que me ocupa o me preocupa literalmente 24/7: las veinticuatro horas del día los siete días de la semana. Pero esto repercute en mi vida cotidiana, a menudo puedo pasarme la noche en vela pensando (maquinando) acerca de alguna cuestión que me quedó irresuelta en el día. Ese es un rasgo propio de lo que se llama “personalidad anancástica”, que el lector puede perfectamente buscar en Google.
El caso es que últimamente ando tratando de hacer algo para desconectarme un poco del trabajo y la realidad del país, entonces miro algunos videos de YouTube relacionados con cuestiones que me interesan particularmente, como la música o la literatura y otros más de interés general, lo más triviales que me aguanto, yo que no soy muy “televidente” que digamos y me aburro con facilidad de la estupidez sin sentido.
Y entre esa ensalada de canales, hay dos que suelo mirar a veces. El primero es el de una pareja de españoles que arrancaron haciendo videos de degustaciones y cuestiones por el estilo en tono más bien turístico pero finalmente se clavaron conociendo la Argentina y multiplicidad de cuestiones acerca de nuestro país. El otro es el canal personal de la mujer miembro de esa pareja, en el que más o menos describe la vida que lleva en España con su esposo y dos pequeños hijos.
Por razones personalísimas que escapan a este texto empecé a mirar a esta familia en su día a día porque la verdad que me caen muy simpáticos todos, porque se nota que son buena gente y porque es lindo ver eso, cómo una familia en la que hay tanto amor las dificultades que muchas veces surgen se superan con otro talante. Son españoles fanáticos de Argentina, yo soy una Argentina que se encontró de repente con la casi obligación de aprender sobre España porque sí, porque la vida toma caminos sinuosos que muchas veces no podemos manejar.
La novedad es que con la ida de la “pandemia” esta pareja pudo finalmente concretar el sueño que venía arrastrando desde que comenzó el canal a crecer y se hicieron muchos amigos argentinos: vinieron a conocer el país. Y la verdad que han conocido lugares que otros turistas no visitan, como La Matanza, el Mercado Central en Liniers o una panchería en Ituzaingo, en el Conurbano bonaerense, siempre con la misma buena actitud.
Después se fueron a Mendoza, San Juan, Córdoba, Bariloche, Villa La Angostura y probaron de todas las delicias en lugares soñados que muchos argentinos no tendremos el gusto de conocer jamás, pero siempre con el mismo mensaje: “lo mejor del lugar son los argentinos”. Tanto en medio de la villa como en un paisaje soñado, en La Matanza o en Bariloche: lo mejor de la Argentina somos los argentinos.
Porque es así, cada vez que visitan un pueblito en medio de la nada se encuentran con anfitriones que los invitan a su casa y los obsequian y agasajan como en muchos casos no sucede en su propio país natal. Tal vez exageren porque les reditúa una ganancia en visitas a su canal, o tal vez no, pero lo cierto es que estos dos se la pasan diciendo que lo mejor que han encontrado en Argentina desde el momento en el que se bajaron del avión hemos sido nosotros, el pueblo argentino.
Eso es algo que los peronistas lo sabemos bien: en esta tierra lo mejor que tenemos es el pueblo.
Estoy harta, harta, de oír decir lo contrario. ¿Cómo puede ser que vengan personas de otro país a visitar el nuestro y descubran gratamente que el pueblo argentino no es la mierda que los argentinos nos llenamos la boca diciendo que somos, pero los que estamos aquí no lo podamos ver? “La Argentina es un país hermoso, lástima los argentinos”. Cuántas veces hemos oído decir eso, a punto tal que ya es de sentido común.
Ayer alguien me decía algo que yo misma ya he mencionado con anterioridad y era que por mucho que nos duela que se diga de nosotros que somos una porquería en realidad no estamos en condiciones de considerarnos a nosotros mismos como un pueblo, porque nos hemos desorganizado. Somos apenas una masa, porque la condición necesaria para ascender a pueblo tal como nos enseñó Perón es la organización.
Y está bien, lo concedo, pero esa desorganización ni es total ni es silvestre, está en proceso y es completamente artificial, impulsada desde altos emisarios de las élites globales, la oligarquía internacional, la sinarquía o comoquiera que a vos te guste llamarle. Es el resultado de la grieta que nos imponen y nos atizan día a día para que nos rompamos los cuernos los unos contra los otros, cuando para un argentino no debería de haber nada mejor que otro argentino.
Ahora estamos con el tema de los viajes al exterior y lo más triste de todo es que prende, porque no hay manera de que de un lado y del otro no genere reacciones cuando apela a la indignación de un sector y fomenta el resentimiento del otro lado. Porque no hay manera de que a uno no le dé rabia que del otro lado se regodeen en el placer que les da a los más resentidos de la sociedad que haya otros que tengan que dejar de, por ejemplo, hacer un viaje esperado y deseado quién sabe por cuánto tiempo para que el gobierno pueda hacer que hace algo para que no se desvanezcan del todo las escasas reservas de divisas que quedan en el tesoro del país.
No hay manera de que ese odio “de clase” mal direccionado no nos resulte revulsivo a quienes estamos viendo cómo se exacerba el conflicto entre trabajadores por no tocarles jamás los intereses a los privilegiados. ¿Por qué en vez de no permitir que la “clase media” se pague un viaje a México o a Italia no se regula el comercio exterior, se establecen retenciones a las exportaciones y se regulan los alquileres en la Pampa Húmeda para que la deuda externa y la escasez de dólares recaigan en las espaldas de la oligarquía y no en las de los trabajadores?
Porque recordemos, en este país no existe reconocimiento posible de más de una sola clase: los que trabajan. Así trabajen de obreros, de operarios, de comerciantes, de profesionales o de empresarios de la industria, el comercio o los servicios, no existe más que la clase trabajadora, esos inventos marxistas de la “burguesía” y el “proletariado” no tienen lugar en la Argentina, son injertos europeos y europeizantes que resultan tan alienígenas a nuestra organización social como plantar palmeras en la Patagonia.
Pero no, ahora resulta que nos tenemos que pelear con los infelices que aún tienen trabajo y aún podían pagarse un viaje, todo eso para no pelearnos con la oligarquía. Genial.
¿Que seguro tienen más plata que yo, que no llego a fin de mes? Seguro, pero el peronismo no es pobrismo ni es comunismo, es justicialismo. ¿Qué clase de “justicia social” es aquella que persigue que todos nos empobrezcamos por igual en vez de que todos nos enriquezcamos por igual? En una patria peronista todos los trabajadores deberían poder viajar adonde se les diera la regalada gana y no todos privarse por igual para defender las arcas de los mismos de siempre. Eso no es peronismo y por lo tanto nadie lo debería defender. O al menos nadie que se llame a sí mismo peronista.
Porque al final todo es una guerra entre pares, entre trabajadores, mientras los de arriba se nos matan de risa y siguen en la suya. Es triste ver cómo peronistas se burlan de quienes vemos que acá hay algo que está muy mal, y se ponen del lado del pobrismo. “Te la pasás comiendo polenta y defendés a los ‘sojeros de maceta’ que pagan un viaje a Miami en cuotas”, te dicen. Y uno piensa: ¿En serio estás diciendo que yo porque como polenta no debo defender los derechos de otros que tienen por el momento la fortuna de estar mejor que yo? ¿Acaso está bien que yo coma polenta? Y claro que no, ch’amigo. Fijate que está mal que yo tenga que comer polenta pero también está mal que el otro tenga que hacer sacrificios porque el peronismo reconoce derechos y los traduce en justicia social, no te quita nada para dárselo al FMI. Estamos todos sacrificando nuestro esfuerzo, nuestro progreso y nuestros sueños para que los intocables lo sigan siendo.
“Ah, pero ellos seguro votaron a Macri o a Larreta y si te tuvieran en frente te escupirían veneno, te tratarían de kuka o no sé qué”, te dicen. Y me toca retrucarles: no me importa a quién haya votado otro argentino que es un laburante como yo. No me importa lo que piense, no quiero que todo el mundo piense como yo, quiero que todo el mundo viva en paz y viva bien en proporción a su trabajo.
Me acuerdo cuando durante el kirchnerismo hacíamos tanto hincapié en explicar que el hecho de que una “luchona” cobrase la AUH y comprara zapatillas o cosméticos (y lo digo así no porque coincida con nada de esto expresado así sino porque el prejuicio va construido bajo ese relato) repercutía en un crecimiento de la demanda de las zapatillas y los cosméticos que en muchos casos fabricaban o vendían los mismos que renegaban de que a las “luchonas” se les otorgase una asignación para dar de comer y vestir a sus hijos. Bajo el mismo razonamiento lógico, ¿qué les hace pensar que el hecho de que a los trabajadores de mayores ingresos con posibilidades de ejercer el turismo les vaya cada vez peor va a redundar en que a los de más abajo en la escala les vaya mejor? No, amigos, es pantomima, es chiquitaje y es simulación para no meterles la mano en el culo a los que sí la tienen, que son los que viajan en avión privado todas las semanas y viven el verano en el sur y el invierno en el verano europeo.
Mientras seguimos ensanchando la gran grieta y las microgrietas los intereses de los de arriba siguen inalterados y ellos se siguen consolidando en su posición de privilegio de siempre. Mientras los hijos de la patria nos rompemos los cuernos entre nosotros las fuerzas de la antipatria sonríen, pero nosotros nos imaginamos que el enemigo son los macristas, o los antivacunas, o los libertarios, o los progres o los zurdos de a pie, según quién esté mirando.
Jamás identificamos al verdadero enemigo, pero cuando esos gallegos visitaban La Matanza o Palermo Hollywood y decían que lo mejor que tenían Villa Celina o Villa La Angostura o Bariloche o Córdoba capital éramos los argentinos, en ningún momento le preguntaron a nadie a quién votaba. Y es muy probable que en Ciudad Evita, en Ituzaingo o en el Mercado Central no votasen igual que en Córdoba o Mendoza, pero en todos los lados, fuesen peronistas, macristas, progresistas, de derecha, de izquierda, del centro o de adentro, en todos lados lo mejor fuimos nosotros. Los argentinos.
Y de repente lo ves día tras día en un itinerario de viaje de unos extranjeros que se adentran en territorio y no podés hacerte el boludo. Si de verdad querés seguir viendo como un enemigo al otro y querés seguir creyendo que somos una mierda, que nos merecemos todo lo peor y que no tenemos arreglo es porque estás haciendo fuerza por seguir ensanchando las diferencias que nos impusieron desde afuera.
Y te entiendo, siempre es más fácil romper que arreglar, mucho más rápido demoler que construir y mucho más cómodo separar que unir. Pero alguien lo tiene que hacer.
Compañera, qué alma linda tenes. Gracias por esto!
ResponderEliminarDecididamente, he visto muchos argentinos que con sus acciones alimentan el estereotipo de que los argentinos son lo peor, que no por ser negativas la sacciones el estereotipo deja de ser infundado.
ResponderEliminarTambién me resulta familiar al menos uno de los canales mencionados, y aunque no he visto precisamente el momento en el que visitan este país, tampoco dudaría de la existencia de argentinos que sean lo mejor del lugar, aunque me parezca también que no puedo generalizar con respecto a los mismos y que no pueda basar mis acciones en cuanto mejores o peor sean "los argentinos".
Lo único que creo que puedo hacer es lograr ser una persona de la que digan que es lo mejor del lugar que sea, si es posible, e independientepende de los lugares por donde me lleve el camino que tenga que recorrer para llegar a ese punto. Y aunque lógicamente, por experiencias previas, ni yo ni nadie pueda creer o dejar de creer tan fácilmente como son "los argentinos", si me es posible de algún modo contribuir a eliminar algún estereotipo, es definitivamente algo que quiero hacer.