Ando con bloqueo de escribidor (otra vez).
Hace algunos días alguien me hizo notar que no dedico este espacio a escribir cosas positivas, a publicar buenas noticias o a señalar personas o proyectos que sumen y que resulten provechosos para la patria.
No me lo decía de mala leche, por el contrario, fui yo quien pidió sugerencias respecto de qué cuestiones podían resultar de interés al espacio. Esta persona me respondió de buena gana y la verdad que tengo que darle la razón, desde hace un buen tiempo no publico ninguna buena noticia.
Así que había resuelto guardarme hasta que apareciera, no escribir en el blog hasta no tener nada positivo para decir sobre cualquier cuestión de interés general.
El caso es que pasó una semana y nada, che. No encontré ni una sola temática cuyo abordaje implicase traer al lector buenas noticias, cuestiones positivas que rescatar de la realidad actual. Que Dios me perdone el pesimismo, pero así están las cosas, es imposible encontrar de qué hablar que no sean pálidas cuando tenemos a la virtual totalidad de los asalariados que cobran el salario mínimo rozando la canasta de indigencia. Los ánimos están caldeados y uno nunca sabe hacia dónde la cosa puede estallar.
Sí quizás haya sido una buena noticia el fin de la contingencia pandémica, quizás, eso sí es algo para destacar, en el día de ayer se celebró la marcha del Orgullo de la comunidad homosexual y los organizadores se jactan de haber reunido una concurrencia similar a las ochocientas mil personas. Qué quieren que les diga, al recital del Indio Solari fue medio millón de personas en un predio en medio de la nada en Olavarría, ¿será que de verdad habría trescientas mil personas más que en esa ocasión, allí por 2017? No lo sé, Rick.
Pero como sea y sin que me vaya de tema, la buena noticia es que los famosos “aforos” —palabrita mágica del campo semántico del coronavirismo explícito, antes de esta contingencia jamás se había usado en este país— se fueron al mismísimo demonio, lo que es de celebrar. Apenas un mes antes y sin que nadie le prestara atención a la que sin lugar a dudas hubiera debido ser la noticia más importante del año, pero no convenía darle la difusión que hubiera ameritado, se dio a conocer lo que los locos conspiranoicos ahijunas gran sietes venimos diciendo desde el día cero, o quizás desde el día uno: el coronavirus es una gripe común y se lo debe tratar como tal, se espera que una vez aparecida esta nueva variante de influenza (gripe o coronavirus, es lo mismo genéricamente, pues se les llama así por la forma de corona con que se muestran al microscopio) se comporte de manera más agresiva conforme disminuyen las temperaturas, como cualquier gripe estacional que se sabe que aumenta en casos y en agresividad en la época invernal. Busquen la noticia y corroboren, no les miento, pero no me crean, esto es así y no tuvo la difusión que hubiera merecido porque, ¿quién quiere que se sepa la verdad de que hubo todo un aparato mediático y político sosteniendo durante un año y medio una narrativa que de un día para el otro se “descubre” falsa y dando la razón a los “conspiranoicos”? No convenía que se supiera.
El caso es que la primera de las excusas del gobierno de Alberto Fernández, o acaso la segunda en aparición pero hasta ahora la primera en importancia se cayó como se desmorona un castillo de naipes. De un día para el otro se conoce que lo de haber tenido más de un año parada la producción so pretexto pandémico no fue tan buena idea después de todo y de repente te salen ochocientas lucas de locas, tortas y otras yerbas a la calle a celebrar su orgullo y no podés decirles nada, se terminó esa excusa.
Bien mirada la cosa, es una excelente noticia, porque lo que pase desde hoy en adelante ya no tendrá más pretexto posible, ya no se puede anteponer a todo el verso de la “pandemia”. Ha llegado la hora de la verdad.
Claro, por eso es que el pacto hegemónico reflota al muñeco que tenía escondido en el freezer, Mauricio Macri. Ya he escrito sobre eso en la última entrada de este blog. Pero hay cosas que no se le pueden endilgar a Macri, ese chivo expiatorio es menos flexible que el de la “pandemia”.
A ver: es verdad que Macri aumentó un cuatro mil por ciento los servicios en los cuatro años de su mandato. Es verdad que endeudó al país por cien años. Es verdad que espió a los familiares de los submarinistas fallecidos. Es verdad que los tarifazos y la devaluación de la moneda destruyeron en gran medida el trabajo de los argentinos, que se sostiene en su enorme mayoría por empresas medianas y pequeñas que no pueden hacer frente a un aumento sostenido de sus gastos fijos en medio de un contexto de caída del consumo debida a la inflación de los precios de la economía. Todo es verdad pero la sola existencia de Mauricio Macri o sus declaraciones altisonantes en televisión no pueden explicar por sí solas que todas las variables de la economía en vez de mejorar con la salida de Macri del gobierno hayan empeorado y lo sigan haciendo de manera sostenida.
Porque véase bien, si el problema era Macri, entonces con la ausencia de Macri la economía tendría que haber tendido a mejorar. Pero eso no se verificó, evidentemente, lo que sería señal de que las cosas no son tan lineales como algún sector nos lo quiere hacer parecer. Básicamente porque no importan las personas, importan los modelos, y eso es lo que a veces nos resistimos a visualizar.
Para muestra basta un botón, la Cristina Fernández de Kirchner que se enfrentó a los poderes oligárquicos en 2008 fue la misma que autorizó la devaluación de la moneda en 2014 y la que no apoyó al candidato elegido por el pueblo, Scioli, para que la sucediera en 2015. Fue la misma que una semana antes de las elecciones de septiembre apoyó a Alberto Fernández y negó a Perón y una semana después de las mismas armó un despelote mandando a una de sus emisarias a grabar un audio explosivo en el que trataba al presidente de todo menos de lindo, para luego poner a su disposición la renuncia de todos los funcionarios que responden a su liderazgo. Es todo la misma persona, la que en determinado momento defendió en los hechos un gobierno claramente peronista, con defensa de la soberanía política y la independencia económica en firme búsqueda de la justicia social para llevar en otro momento al progresismo y la socialdemocracia a intrusar el movimiento y hacerse cargo de la conducción.
Como se ve, los modelos no son idénticos a las personas, las personas pueden cambiar y no siempre cambian para bien. Por eso es que la conducción no es ciega, depende de los conducidos y se puede transferir cuando estos no reconocen en el conductor la encarnación de los principios y valores que supuestamente debiera representar no en el discurso sino en la praxis.
El caso es que todo este piripipí está para reafirmar que se terminó la hora de las excusas, ha llegado la hora de la verdad y dos años después de ido Macri y con la pandemia declarada gripe estacional ya nadie se va a tragar más versos ni explicaciones ni consentirá que se siga subestimando su inteligencia. Esa es una excelente noticia, alguien se va a tener que empezar a hacer cargo de lo que pase a partir de ahora.
¿Y qué pasa ahora?
Bueno, pues, pasa que el gobierno de los Estados Unidos envía a cobrar la deuda que el país contrajo con el Fondo Monetario Internacional a un embajador que piensa en la Argentina como en un “hermoso autobús turístico al que no le andan las ruedas”, pasa que tenemos un presidente de la Nación que se derrite ante la presencia de Joseph Biden y le dice poco menos que él hubiera votado por él de haber podido, pasa que tenemos un acuerdo de precios que no se ve en el supermercado, pasa que el gobierno está interesadísimo en pagar deuda con unas “acciones climáticas” que nuestro sexto sentido animal nos hace sospechar que no serán precisamente beneficiosas para el país.
Y pasa que el presidente de la Nación dice livianamente que “Queremos que Córdoba de una vez por todas se integre al país, que sea parte de la Argentina”, como si efectivamente la provincia de Córdoba no fuera ya una de las veintitrés provincias que componen a la Argentina. Que Córdoba es “territorio hostil” y que poseería “esta necesidad de siempre parecer algo distinto”, dijo el presidente.
Y uno se pregunta en qué estará pensando el mandatario. ¿Cómo se le ocurre agitar ese mensaje de secesión, cuasi discriminatorio de los habitantes de nada de menos que uno de los distritos más importantes en población de todo el país? ¿Acaso nadie asesora al presidente o es que este no se deja asesorar? Una barravasada de esas magnitudes uno no puede pensar que sea casual.
Recuerdo que cuando gobernaba Macri uno de los temas de conversación habituales eran justamente las idioteces que el hombre decía, sugiriendo la “angustia” que los próceres habrían sufrido según él mientras libraban la guerra de la Independencia, o explicando que el mar era grande y el desaparecido ARA San Juan era pequeñito en comparación. Esa clase de estupideces indignantes que nos obligaban a hablar porque no podíamos dejarlas pasar, y mientras hablábamos de esos “exabruptos” cada día nos íbamos empobreciendo más, perdiendo soberanía e independencia económica.
A menudo pienso si Fernández no recurrirá a la misma estrategia de hacerse pasar a sí mismo por boludo para seguir haciendo de las suyas. Entre lo de los argentinos bajados del barco y los brasileños poco menos que bajando de los árboles, lo de los cordobeses que no sé de qué se la dan y tantas otras que se me pasan en este momento, me parece que ya tiene en su haber toda una colección de bolufrases, pero que Dios me perdone, no creo en la boludez de un tipo que por hache o por be llegó a presidente. Siempre dije que Macri boludo no era sino que se hacía porque ese era su trabajo, que será un vago, un inescrupuloso, un psicópata egocéntrico y un burro, pero estúpido no es, es una figurita de cuidado. Y con Fernández me pasa lo mismo, dudo que las barbaridades que dice las invente él, que si bien se ve que es bastante limitado, nunca dejó ver tamaña torpeza como la que pone de manifiesto en la actualidad siendo nada menos que presidente.
El caso es que por la negativa tenemos a un presidente que está arengando la fragmentación territorial o por lo menos la fragmentación cultural, que es la antesala de lo otro. El presidente reniega de lo que nadie afirma, que es una de las tantas maneras de afirmar. Nos dice: “Quiero que los cordobeses dejen de ser otra cosa” queriendo decir: “Los cordobeses son otra cosa”. ¿Se ve?
No hay manera de que no se ponga de culo a toda una provincia después de decir una cosa como esa.
Porque no, los cordobeses no son otra cosa ni Córdoba es ningún territorio hostil ni en Córdoba quieren ser otra otra que argentinos y si así fuera, que no es, el Estado tendría que imponerse, pero no a través de la chicana política de un presidente que se muestra desaliñado, con sobrepeso y ojeroso diciendo barrabasada tras barrabasada.
No hay diferencia entre un Cornejo arengando la secesión de la provincia de Mendoza por orden y bajo el manto protector nada menos que de la familia Rothschild y un Alberto Fernández tirándose en contra de los cordobeses. De a poco, muy de a poco, lo que se está instalando en la mentalidad de los argentinos es la noción de que poco importa si de un día para el otro alguien sugiere fragmentar el territorio. “Mejor, ¿para qué queremos veintitrés provincias?”, piensa el argentino. ¿Para qué queremos el octavo territorio más extenso del mundo si seguimos siendo pobres?
Y así se nos instala la falacia. Porque no somos pobres, estamos empobrecidos, somos riquísimos y es por ello que el enemigo se empecina en querer que nos dividamos. Acá no lo ve quien no quiere verlo.
Si en la etapa de la independencia la diplomacia inglesa consiguió que el territorio hispanoamericano se fracturara en las unidades que hoy lo componen en vez de conservar su unidad cultural natural, hoy a través de las oenegés y la moral progresistas nos están llevando a más fragmentación, porque como diría Marcelo Gullo, quieren que nos convirtamos en un ejército de pigmeos para que no nos podamos defender ante el saqueo que tienen destinado para nosotros.
Por eso es que los políticos dependientes de esta élite proponen cosas como estas, como la salida de Mendoza del territorio, como la suposición de que Córdoba ya es de hecho algo distinto de la Argentina. Esa es la acción de la nueva diplomacia inglesa que ya describió Scalabrini Ortiz y que en este siglo no ha hecho sino reciclarse. Ese es el fracking social (si estás leyendo esto, Fabiana Porracín, gracias por ese concepto extraordinario), la atomización total de la comunidad, su reducción a un ejército de islas.
Es decir, la antítesis del peronismo, vamos, que no nos hagamos los distraídos, porque los peronistas sabemos bien que para un argentino no hay ni puede haber nada mejor que otro peronista. Somos (éramos) la única barrera de contención que evitaba el desastre. Ahora que estamos en extinción, que se está realizando por fin el tan deseado PeronExit, ¿quién podrá ayudarnos? Me parece que de esta no nos saca ni el Chapulín Colorado, pero para no ser pesimista, la buena noticia es que ha llegado la hora de la verdad, se han caído todas las caretas.
Hola Rosirrosca. Permitime disentir esta vez. Ya está imstalada la excusa de "los formadores de precios". Y la del FMI ya está en pleno proceso de maduración. Van a seguir surgiendo excusas, y lo que es peor: van a seguir habiendo unos cuantos dispuestos a escucharlas. Hasta que la realidad se imponga.
ResponderEliminarComo alguna vez te dije, aforo es una palabra muy de laboratorio, son unas marquitas que tienen las pipetas y matraces (que vendrían a ser como unas botellas con cuello largo) para asegurarse de que el volumen que uno está poniendo es exacto. Es decir que nos consideran un gran laboratorio. Si no fuera porque estudio química desde hace ya varios años no me habría dado cuenta de toda esa manipulación. Pero ahí soy un oasis en medio de un gran desierto.
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