Democracia simulada, Casandra y su propio caballo de Troya

 



El discurso de Cristina Fernández de Kirchner tuvo como objetivo una vez más luego de tantas otras oportunidades en las que hizo lo propio, el de incentivar la acción colectiva en contra de lo que se viene casi inexorablemente, porque con el Fondo Monetario Internacional hay que pactar las condiciones de pago.


Respecto de ese pago existen tres posibilidades, que en realidad no son tales, pues la única correcta es una y cualquier otra posibilidad que difiera de esa decisión firme de tomar las riendas de la soberanía económica del país va a conducir a un desastre, lo que es inexorable, y al sufrimiento del pueblo. O sea, virtualmente existen tres opciones pero en la práctica hay una sola que es correcta.


Se puede no pagar como propone la izquierda trotskista, por ejemplo, pero no es una opción, porque realmente el país tomó efectivamente una deuda, recibió cuarenta y cuatro de los cincuenta y siete mil millones de dólares que el Fondo le ofrecía, y el dinero se esfumó en la nebulosa, pero hay que pagarlo pues las consecuencias de un cese de pagos resultarían en el aislamiento total del país. Sí, la deuda la tomó el gobierno de Mauricio Macri, pero en representación del pueblo argentino. Un país que no se hace cargo soberanamente de sus compromisos más tarde o más temprano hace frente de una manera o de otra a las consecuencias de su decisión.


La segunda opción es que la deuda se pague a través de la recaudación fiscal y la reducción del gasto público, lo que en términos concretos significaría que el pago de la deuda recaería sobre las espaldas de los trabajadores activos y de los pasivos, o sea, del sistema de seguridad social, los jubilados y del pueblo en general. 


Y la tercera posibilidad es que se pague a través de la recaudación fiscal, pero que en vez del pueblo, recaiga sobre las espaldas de la oligarquía terrateniente, de las mil familias que se han dedicado históricamente a hacer usufructo de la tierra del país. Esto sería posible a través de la implementación de un régimen de retenciones a la exportación de oleaginosas y una ley de alquileres que traslade el costo de esas retenciones desde los productores hacia los dueños de la tierra. Las mil familias terratenientes son las únicas que tienen los dólares necesarios para hacer frente a la deuda y son en relación con el pueblo argentino un número mucho más insignificante que los cuarenta y cuatro millones de argentinos. El gobierno deberá elegir si se pelea con mil o con cuarenta y cuatro millones, o pagan ellos o pagamos nosotros.


Y de un tiempo a esta parte Cristina Fernández de Kircher, independientemente de los errores que ella pueda haber cometido e independientemente de cualesquiera motivos por los que haya tomado la desición de colocar a dedo como presidente de la Nación a una persona como Alberto Fernández, desde hace un tiempo la vicepresidenta viene advirtiendo acerca de la importancia de acordar con el FMI pero sobre todo, acerca de la necesidad de que una movilización popular demuestre a través de la fuerza que el pueblo argentino no va a consentir el ajuste so pretexto del pago de la deuda externa. 


Porque si el pueblo avala ciegamente y en silencio todo lo que el presidente de la Nación en connivencia con el Fondo propone, resulta obvio que no hay manera de que el Fondo en cuestión no se salga con la suya y se vuelque a generar una megacrisis que torne la deuda día por día más impagable. El gobierno de Alberto Fernández tiene como ministro de Economía a un tipo que en la práctica es ministro del Fondo, un tecnócrata formado en los Estados Unidos, que jamás pisó una fábrica argentina, jamás se dedicó al ejercicio de la economía pues proviene de las finanzas. Martín Guzmán, el ministro de la Deuda, está sentado en el Ministerio con el único propósito de facilitar el cumplimiento de los objetivos de sus patrones esto es, del propio FMI.


Entonces evidentemente no hay forma de que si Guzmán sigue al frente de Economía que el país avance de modo tal que se pueda recostar para el pago de la deuda no sobre el pueblo sino sobre las mil familias oligárquicas. Está claro que el Fondo y la oligarquía financiera internacional son aliados de la oligarquía local y no precisamente de los pueblos que pretenden alcanzar de una vez y para siempre su independencia económica. 


Y es que el Fondo no desea precisamente la independencia de los pueblos y por eso mismo no quiere cobrar. Su objetivo es que el país estalle en mil pedazos y poder repartírselo de a porciones, de eso vive, ese es su negocio. El FMI no es un prestamista común y corriente, mucho menos uno desinteresado o “solidario”. No es un acreedor cuyo negocio consista en cobrar intereses a cambio de la devolución de los dineros prestados, pues el Fondo sabe bien que la plata no es otra cosa que papelitos de colores. Los billetes en sí mismos no tienen valor alguno y mucho menos para el dueño de la maquinita de imprimir más. 


Mucho más atractivo es prestar y que no te paguen. En este caso, Argentina es un bomboncito. Es el octavo país más extenso del mundo, no posee un ejército fuerte ni armas de destrucción masiva, tampoco una flota naval o aeronaval para defenderse. No posee una población lo suficientemente numerosa para defender su territorio ante una posible invasión.


Siendo uno de los países más ricos del mundo en recursos naturales y económicos, resulta frágil porque no posee una política seria de defensa y porque se encuentra en una situación de total vulnerabilidad en función de su endeudamiento. Es mucho más atractivo para la gobernanza mundial que el Fondo Monetario Internacional representa dinamitar Argentina y repartirse los pedazos que la posibilidad de que la Argentina abone una cuota anual por una deuda contraída con el Fondo. De modo tal que ese es el objetivo final, destruir la Argentina.


Y a pesar de sus bemoles y sus errores, es Cristina Fernández de Kirchner la única que más o menos lo viene advirtiendo en voz alta, no solo de dentro del gobierno, sino de todo el arco político. Sin embargo, lamentablemente las personas que son adeptas a Cristina Fernández no lo ven, porque no la escuchan.


A Cristina Fernández de Kirchner su público (porque a esta altura la han colocado en el lugar de estrella cuyas presentaciones su “público” asiste a presenciar con fanatismo) la oye pero no la escucha.


Hoy Cristina le dijo claramente a su audiencia: “Salgan a la calle”, así como el 9 de diciembre de 2015 les decía que lo mejor que les había dado era el empoderamiento de sus derechos y el haber hecho de cada ciudadano un dirigente. Salieron por Macri pero hoy no salen por cosas aún más oprobiosas y sin embargo Cristina les dice y les repite: “salgan a la calle a defender sus derechos, los de sus hijos y a la patria”. Les dijo que la patria está en peligro, pero ellos solo se limitaban a aplaudir, pensando seguramente que la mina está apoyando al gobierno, apoyando a Alberto Fernández cuando no, no lo está apoyando. Le está diciendo: “Mirá, nene, vos vas a firmar un acuerdo que es lesivo para el país y yo le estoy diciendo al pueblo que salga a la calle y que luche por sus derechos, que se rebele contra el hambre que vos estás generando”.


Y sin embargo, no lo ven. 


Los aplaudidores de Cristina no están leyendo el mensaje de Cristina y eso es lo que a una servidora me resulta verdaderamente más preocupante. Porque supuestamente habíamos aprendido (creía yo que habíamos aprendido) a analizar un poquito más el discurso de cada uno de los políticos. Pero evidentemente no fue así, ni siquiera para eso sirvieron esas calamidades llamadas 678 y el Profe Romero. 


Cristina es vicepresidenta de la Nación, no va a salir a decir abiertamente: “¿Saben qué, chicos? Yo puse como presidente de la Nación a un tipo que es un pelotudo y la verdad que no solamente es un pelotudo sino que también es bastante hijo de puta y quiere cagarnos a todos”. No lo va a decir, porque es vicepresidenta de la Nación y no es Cobos, es Cristina. Pero lo está diciendo de una manera un poco más velada y sus adeptos no la escuchan. 


Yo la veo a Cristina como una especie de Casandra a los gritos pelados advirtiendo acerca del peligro que representa el caballo de Troya al que ella misma le abrió la puerta, quizás nunca sepamos del todo por qué. Condenada a decir la verdad pero a que nadie, principalmente quienes la aman, nadie le crea. 


Y acaso sea el berretín de profe de Lengua, pero lo más preocupante es precisamente eso, la incapacidad del “campo nacional y popular” para oír a Cristina. Será que nosotros nos hemos dedicado al análisis de discurso porque lo hemos estudiado, pero qué sé yo, creía que históricamente ya habíamos tenido una experiencia de anagnórisis colectiva.


Habíamos llegado a la conclusión “Clarín miente”, que un día creí que era la conclusión de un razonamiento y hoy veo con tristeza que es apenas una consigna o que se nos olvidó el razonamiento y quedó solo eso, el eslogan. 


Yo creí que ya habíamos arribado a la conclusión de que los medios de comunicación no son la realidad ni reflejan la realidad sino que la construyen. Y de ahí salía el eslogan “Clarín miente”. Pero no, resulta que solo lo repetimos, no lo aprendimos. No lo aprehendimos, no lo hicimos propio, no lo hicimos carne. 


Entonces ahora resulta que le creemos a C5N, porque ahora hay que creerle a C5N, que hace una megatransmisión exaltando una “democracia” simulada, porque no hay democracia allí donde no gobierna el pueblo, donde los representantes de la institución estatal se cagan en lo que el pueblo votó. 


Pero resulta que C5N es una empresa privada que se dedica no a la comunicación sino a la venta de un producto que hay que vender, que es un discurso intercambiable por audiencia y pauta publicitaria. Discurso que no refleja la realidad, sino que la construye para estimular en la audiencia el consumo, apuntando a una fracción del mercado a la que hay que decirle lo que quiere escuchar. 


En este momento de la historia resulta que hay una porción de los medios de divulgación que venden un discurso benevolente con el gobierno, pero eso no significa que el gobierno esté haciendo las cosas bien. Pero hemos suspendido el pensamiento crítico e hilando fino, también podríamos preguntarnos cuál sería el significado de la proposición “hacer bien las cosas”, pues hacer el bien es un asunto totalmente relativo a quien lo juzga. 


Está claro que a C5N le sirve tener una de cada tres pantallas sintonizadas en su canal, pues ese es su negocio, y en ese sentido el gobierno le hace bien a C5N, pues le otorga material para vender discurso a los seguidores del gobierno. Claramente, en otro orden de cosas, que el gobierno haga bien las cosas no será lo mismo para los trabajadores y los jubilados que para las mil familias oligárquicas.


Pero un medio de comunicación no está haciendo patria, está haciendo negocios como todas las empresas privadas del mundo. Y eso es lo que me preocupa, que no seamos capaces de leer entre líneas un discurso que resulta muy evidente, muy claro y muy directo.


Cristina fue muy directa en la carta que escribió al cumplirse una década del fallecimiento de Néstor Kirchner, cuando habló de los “funcionarios que no funcionan”. Fue muy clara en la carta que escribió luego de las elecciones primarias que el gobierno perdió de manera catastrófica (y también lo fue a través de los “exabruptos” “filtrados” de su colaboradora cercana Fernanda Vallejos).


En cada una de sus cartas le marcaba claramente al presidente de la Nación sus desacuerdos y errores, incluso a través de aquella aclaración de que “la lapicera la tiene él”. Pero sus seguidores no lo ven.


No lo quieren ver, un poco por ceguera forzada y automipuesta y otro poco porque el sistema de construcción de realidad llamado vulgarmente los medios de comunicación nos quiere convencer de que todo está más que bien y no existen las internas en el gobierno. Porque el monstruo Clarín, que es malo, nos dice que están peleados y el ángel C5N, que es bueno, nos dice que eso es mentira, creemos que eso no es así, que hay que seguir bancando porque ella apoya. Suspendimos nuestra capacidad de pensar.


Cuando La Nación + o Clarín o TN nos dice que están peleados nos creemos que miente y cuando C5N nos dice que están unidos creemos que dice la verdad pero la evidencia está a la vista, solo hay que oírla hablar. 


Y hoy particularmente lo que me llamó la atención fue que el presidente de la Nación le habló a la vicepresidenta acerca de la cárcel. Y que Dios me perdone, a mí me sonó al beso de Michael a Fredo. Pero esa es una mera conjetura que realmente escapa a los alcances de este texto.


En fin; en el discurso del presidente jamás, nunca mencionó la soberanía política ni la independencia económica ni la justicia social. Después dos días antes de las elecciones nos va a hablar de Perón porque hay que ganarse los votos de los peronistas pues sin nosotros nadie gana elección posible. 


Pero nunca en la puta vida nombraron la soberanía política ni la independencia económica ni la justicia social. Pero no puede haber peronismo sin justicia social, por eso nos llamamos justicialistas, porque la justicia social es el fundamento de nuestra doctrina. 


Y así estamos, nos toca seguir jugando a la pantomima de que esto supuestamente es peronismo cuando en realidad el resultado de este proceso es la muerte del peronismo, porque cuando este proceso termine el peronismo va a quedar tan malherido que desaparecerá de la faz de la tierra, como los radicales que después de 2001 no pudieron volver a presentarse a elecciones con intenciones de armar gobierno por fuera de una coalición como la Alianza Cambiemos.


La verdad que el panorama es terrible. Pero uno puede verlo con la mayor objetividad que le sale o puede hacerse el boludo. Cada uno es libre de elegir cómo plantarse ante la evidencia.


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