Hay que dinamitar los cuarteles

 




Desde hace algunos días se ha exacerbado con motivo de cumplirse los cuarenta años de la guerra de Malvinas ese humor pacifista bobo tan exasperante que caracteriza a la progresía. La solución obvia que estos muchachos encuentran al hecho de que nuestro país haya perdido previsiblemente una guerra contra la principal flota naval del planeta es, según la lógica ilógica del mundo Capu-soto (cabeza abajo) dinamitar los cuarteles.


Y entonces asistimos una vez más a esas manifestaciones empalagosas acerca de “darle la oportunidad a la paz” a lo John Lennon metido en un hotel de lujo junto a su esposa japonesa y fumando de la buena. Dicen los lectores de Revista y Editorial Zurdestaf… Sudestada, V… Página 12, La Izquierda Diario y medios afines que lo mejor que se puede hacer para sacar de tu territorio soberano a una potencia extranjera que sostiene una ocupación desde hace 189 años es dinamitar los cuarteles. Como hacen con las iglesias, los progrezurdos piensan que los únicos cuarteles que iluminan son los que arden.


Y la verdad que causa gracia, si no fuera porque resulta engañoso como casi todo (siendo generosos) lo que este sector plantea y por lo tanto representa un peligro para los intereses de la patria.


Y claro, no debería de impresionarnos que un sector que se vanaglorie de no cantar el himno y de no creer en el concepto de patria haga lo imposible por “deconstruir” esa noción. Esto es, por destruirla. 


Siempre que pienso en esta clase de cuestiones me acuerdo de un capítulo de Los Simpsons que podría graficar la cosa bastante bien. Se trata de uno de los especiales de Noche de Brujas, en específico uno en el que se replica en tono burlesco el argumento de “La pata de mono”, el relato de William Wymarc Jacobs. Allí sucede lo siguiente: existe por hache o por be una pata de mono que concede a quien la posee tres deseos. La mala noticia es que cada uno de los tres deseos formulados por los tenedores se cumplen, pero de una manera tramposa, con consecuencias calamitosas para el deseante.


Y en eso estaba la trama cuando la mano de mono cae en las manos de Lisa, la hija progre del matrimonio Simpson, quien sin pensarlo formula el siguiente deseo: “Yo quiero la paz mundial”. Y ¡zas! Se desactivan todas las ojivas nucleares del mundo, se produce el desarme a escala global, el canciller argentino se abraza con el británico, los pajaritos cantan y las viejas se levantan. Se ha cumplido el sueño de la progresía: la paz mundial a través del pacifismo bobo y el jipismo al por mayor. Pero entonces algo sucede: los alienígenas ven la oportunidad de oro y se abalanzan sobre el planeta Tierra, tomándolo por asalto para dominarlo con toda la facilidad del mundo.


Y sí, era de esperarse. Hay que ser demasiado ingenuo (en el mejor de los casos) para no darse cuenta de que el voluntarismo jamás ha conducido a ninguna parte. La idea de que todo puede pasar porque todos somos buenos es la garantía de un fracaso inminente pues siempre, desde que el mundo es mundo, hay alguno que no mira las cosas en términos de bien y de mal sino de negocios sí, negocios no. 


La idea de que un país con la extensión de la Argentina pueda sostener su soberanía sin mediar una demostración de fuerza sería risible si no fuera porque está cuidadosamente diseñada para adiestrar al pueblo argentino en su propia indefensión. Sí, en la geopolítica como en la vida no existen las casualidades. La ideología progresista tiene por fundamento el interés de las clases dominantes a nivel mundial de subvertir las sociedades en los países periféricos para que estas resulten más fáciles de dominar sin tirar un solo tiro; para eso fue diseñada. 


Tal como pasó en Los Simpsons. Un conspiranoico hablaría de primado negativo, las mayorías sencillamente nos reímos cuando encontramos similitudes entre la literatura y la vida real. Es mera casualidad que Los Simpsons se adelanten siempre tanto a tantas realidades ulteriores.


Pero no nos corramos del eje. 


La cuestión es que queda claro mediante el ejemplo de qué manera opera el pacifismo bobo. Lo hemos repetido hasta el hartazgo, pero alguien lo tiene que hacer: la garantía de la paz no es el desarme, sino la actitud disuasiva. Alguien dijo alguna vez que si uno pretendía promover la paz lo mejor que podía hacer era prepararse para la guerra. Es estrictamente cierto.


Pongamos otro ejemplo, uno de actualidad. ¿Por qué la OTAN no accedió a los pedidos del presidente de Ucrania Volodimir Zelenski de intervenir de manera directa en el conflicto que involucra a ese país y a Rusia? Si se fijan, la OTAN ni siquiera osó plantear entre sus “sanciones” a la Federación Rusa el establecimiento de una zona de exclusión para la aeronavegación que permitiera a Ucrania zafarse de los ataques aéreos de los rusos quienes, a la sazón, destruyeron la totalidad de la flota de aviones ucranianos en los primeros días de acción. Naranja, la OTAN, la verdadera interesada en el avance hacia oriente, la instigadora del conflicto desde sus inicios ni fu ni fa. Se quedó en el molde, y esto no porque ganas no le falten de destruir al que considera como enemigo histórico, sino porque no puede así como así meterse en un conflicto que necesariamente va a salirse de madre y significar la muerte de millones, incluso con el riesgo tangible de exterminar a la raza toda de la faz de la tierra.


Esa sí que es una estrategia de disuasión efectiva. Inglaterra puede sostener 189 años una ocupación en Malvinas sencillamente porque Argentina no es Rusia ni tiene vocación de serlo. Ni se armó tras perder la guerra ni sostuvo una estrategia de Defensa seria, es corta la bocha.


Mientras que tras los terribles episodios de Hiroshima y Nagasaki, ese faroleo de los Estados Unidos que demostró la capacidad de sus bombas nucleares ya en la década de 1940, la Unión Soviética comenzó a desarrollar armamento de destrucción masiva por su cuenta, siendo hoy la principal potencia nuclear del mundo con capacidad de operar seis de cada diez ojivas nucleares en existencia, la Argentina perdió la guerra y se dedicó a regodearse en el antibelicismo bobo.


Mala cosa, el resultado está a la vista. Claramente mañana o pasado podemos tener a la OTAN ya no en las Malvinas sino, qué sé yo, echando manos del Acuífero Guaraní, por ejemplo. Vamos, que con unos cuantos palos con un clavo en la punta nos pueden reducir tranquilitos, porque estamos indefensos. Ese es el resultado de cuarenta años de desmalvinización de la guerra de las Malvinas, pero también se remonta al primer peronismo el último intento por armar a la Argentina de una política de Defensa seria, acorde a las necesidades de una potencia regional, uno de los países más extensos y escasamente poblados del mundo.   


Así las cosas, no podemos dejar de hacer hincapié en la necesidad de reforzar las fronteras del país, nutrir a las Fuerzas Armadas, adoctrinar a estas últimas en la defensa de la patria y en el nacionalismo, reclutar a nuevos soldados y robustecer la industria pesada en nuestro país. Pero sobre todo, lo fundamental es desbaratar el aparato ideológico de la progresía, que nos adoctrina en nuestra propia destrucción.


Días atrás oía a un veterano de la guerra de las Malvinas decir que el soldado no muere en el campo de batalla. Decía también este señor que a pesar de las pérdidas sufridas, a pesar de todo lo vivido, que no dudaría en volver a las islas a defender a la patria, que por ella peleó en 1982 y que por ella volvería a pelear, aun cuando su mayor deseo es que la recuperación de las islas se dé por la vía diplomática. Todo eso me conmovió mucho pero, ¿saben qué fue lo que me partió el alma en dos de todo lo que dijo ese buen hombre, en medio de una visita guiada al Museo del Ejército Argentino? Dijo que el soldado no muere en el campo de batalla sino que muere cuando su pueblo lo olvida.


La finalidad de ese viejo cuento de que hay que dinamitar los cuarteles no es otra que esa, la de instar al pueblo a olvidarse de los soldados que dejaron la vida en representación de todos los argentinos. Es decir, que el resultado del pacifismo bobo no es otro que la muerte de nuestros héroes.  


Comentarios

  1. "La idea de que un país con la extensión de la Argentina pueda sostener su soberanía sin mediar una demostración de fuerza sería risible si no fuera porque está cuidadosamente diseñada para adiestrar al pueblo argentino en su propia indefensión"... brillante.

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    1. Por algo hasta hace unos años en la página del CELS se veía, entre los que apoyaban, a la Embajada Británica y a la Oficina del Commonwealth en Argentina.

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