Operativo capelina

 


Desde hace por lo menos dos años el referente del peronismo doctrinario (si se me permite la hipérbole) Guillermo Moreno viene anunciando que el gobierno del Frente de Todos está terminado. Este dirigente, quien preside el partido de Principios y Valores de cuño peronista es lo que una servidora denomina un Casandro, una de esas personas que están condenadas a anticiparse a los hechos y enunciarlos en alta voz, pero sin que nadie les crea. 


Este concepto alude a Casandra, aquella princesa que fue condenada por el dios Apolo a decir siempre la verdad pero que nadie le creyera, por lo que predijo la llegada del caballo a Troya y anticipó la destrucción de la ciudad, pero nadie le hizo caso y los acontecimientos se cumplieron tal cual ella los había vaticinado. Guillermo Moreno es de esos tipos que tienen la maldición de ver más allá, no por magia sino por astucia y capacidad de análisis, pero siempre son ignorados porque de eso se trata la suerte de Casandra o mejor dicho, su maldición.



El caso es que, terminado el gobierno del Frente de Todos, Guillermo Moreno veía dos salidas posibles, una ideal y la otra practicable. 


La ideal era la renuncia del presidente de la Nación Alberto Fernández y de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y la convocatoria a una Asamblea Legislativa para la elección de un presidente provisional y la convocatoria a elecciones libres una vez estabilizadas las variables macroeconómicas. El gobierno electo a continuación, afirmaba Moreno, debía ser un gobierno peronista, basado en la industria, la actividad agropecuaria para la obtención de dólares por la exportación, pero sobre todo, la producción y el trabajo. Esta, reitero, era la propuesta ideal de Moreno, pero jamás ha sido practicable, y ello por el simple hecho de que a priori implica un acto de renuncia que nunca ha estado ni estará en los planes ni de Alberto Fernández ni de Cristina Fernández de Kirchner.


La otra opción, la viable, es el operativo capelina. Este consistía en dejar al presidente en el lugar simbólico de una suerte de soberano sin que efectivamente el susodicho ejerciera el gobierno, sino que fuera reemplazado en la práctica por un superministro con poderes, así fuera un jefe de Gabinete, un superministro de Economía o similar. Hemos visto de estos casos, como el Coqui Capitanich jefe de Gabinete de Cristina Fernández luego del fallecimiento del presidente Kirchner o el Domingo Cavallo de Menem y De La Rúa. 


Esta opción era, decíamos, la más viable de las que ha venido planteando Moreno, por el simple hecho de que no está en los planes de ninguno de los actores involucrados convocar a una Asamblea Legislativa previa renuncia de la pareja presidencial.


El desafío consistía en lograr que ese superministro que ejerciera de premier, de primer ministro, de presidente de gobierno o cualesquiera figuras derivadas de los regímenes parlamentarios de Europa, al modelo de Gran Bretaña, fuese un hombre fuerte del peronismo, lo que resultaba por demás difícil, dado que el Frente de Todos no se ha caracterizado desde su conformación por convocar hombre alguno del riñón del peronismo llamémosle “doctrinario” a fines prácticos, para diferenciarlos de aquellos “peronistas” que claudican en sus principios y banderas a cambio de caja, cargos o sencillamente para figurar en el frente de desgobierno.


Y ahí entra Sergio Massa, el hombre orquesta. El mismo Massa que acompañó a Mauricio Macri al Foro de Davos en 2016 y se fotografió sonriente con un Joe Biden que por entonces era senador y hoy es presidente. El mismo Massa que brilló como una de las jóvenes luminarias de la UCeDé en la década de 1990, cuyos estrechos vínculos con la embajada de los Estados Unidos no solo se conocen bien sino que han sido largamente documentados, incluso por los famosos cables compilados por el periodista Julian Assange, los Wikileaks. 


El “operativo capelina” está finalmente en marcha, pero el presidente de gobierno de hecho es Massa, empleado de los poderes concentrados internacionales y nacionales (si es que les cabe ese calificativo, mejor digamos globales y satélites para que no se olvide algún despistado de que estos poderes siempre juegan en contra de la nación, en contra de la patria, y representan al enemigo apátrida).


El Operativo Capelina está en marcha y sus consecuencias son nefastas para el país porque van a significar la concreción final del plan de entrega de la soberanía de la Argentina, su independencia económica y desde luego, el imperio de la justicia social. El Operativo Capelina implica el corrimiento silencioso de Alberto Fernández del lugar de centralidad en la política, con el desgaste físico y moral que esta significa, hacia un lugar simbólico, el del presidente que bien podría ser una reina con la capelina puesta, la que se saca las fotos mientras los otros trabajan. Cuando se termine su mandato irá a reposar a Boston o a Londres, dará clases en Yale o en Oxford y se quedará en paz sin que nadie lo moleste. Su tarea está finalizada: creó la megacrisis (junto a Macri, por supuesto) para que el Massías viniera a apagar el fuego.


Pero otra consecuencia se avizora y habrá que ver en el tiempo cuáles serán sus alcances: el Operativo Capelina va a significar necesariamente la jubilación de Cristina Fernández de Kirchner y el traspaso de su capital político (del poco rígido que aún le queda luego de tres años de complicidad con este desgobierno) en la persona de Sergio Massa, acaso a cambio del acomodo de sus acólitos en sitios clave del Estado.


Estamos adentrándonos en una etapa novedosa, en la que el kirchnerismo languidece y se fusiona de a poco con el neoliberalismo desembozado, sin disimulo, llamémosle massismo. Era necesario al poder desarticular el kirchnerismo desde sus entrañas para que el trabajo que Macri vino a hacer y no pudo concluir en virtud del empate hegemónico entre el proyecto nacional-popular del kirchnerismo y el proyecto oligárquico-especulativo-rentístico del macrismo pudiera ser concluido de una buena vez. Mientras el kirchnerismo se opusiera al macrismo el macrismo no podría avanzar, de la misma manera que mientras el macrismo se opusiera al kirchnerismo el kirchnerismo no lograría imponerse. 


El Operativo Capelina es la famosa salida del laberinto desde arriba. Implica el aval de todo el establishment, medios de comunicación incluidos, y al mismo tiempo la absorción de la simpatía de los despistados kirchneristas que hasta hoy se encontraban en Babia a raíz de la ausencia de directivas claras por parte de su conductora. 


La verdadera “jugada magistral” era esta, la del establishment que nos cocinó a fuego lento, creando artificialmente una crisis de la que solo Sergio Massa, el hombre orquesta de las dos embajadas, sería capaz de sacarnos. Los números están a la vista e irán estabilizándose con el correr de los días. Habla Massa y baja el peso respecto del dólar, habla Massa y los mercados se tranquilizan, poco falta para que una palabra de Massa signifique la liquidación de la soja. De eso se trata el Operativo Capelina: de estabilizar una economía que los propios jefes de Massa pusieron en jaque, para que Massa la estabilizara como por arte de magia… Aun a costas de un modelo de economía estable, pero con uno de cada tres argentinos en la pobreza estructural. 


¿Vieron que no hace falta ser economista para ser ministro de Economía? Solo hay que seguir las directivas de quien pone las reglas, firmar, sonreír, y cobrar por caja. 

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