Por qué Francisco no vino



Existe un sector tanto de la izquierda como de la derecha vernáculas (porque no les podemos llamar “nacionales”) que critican a Francisco por no haber vuelto al país una vez electo como obispo de Roma allá por el año 2013. Quizás sea una interpretación mía, pero creo entender por qué eso fue así.

En cada una de las intervenciones que pudo, el papa siempre se vio en la necesidad de expresar su pertenencia a un pueblo hispanoamericano. Jamás renegó ni de su patria ni de su pueblo y aunque, habiendo sido hijo de inmigrantes italianos hubiera podido fundirse perfectamente con los modos de la idiosincrasia europea, siempre se mostró como un criollo, más precisamente, un porteño. Hincha de un club del barrio de Boedo que no tiene mucha hinchada por fuera de la capital, se ha mostrado en más de una ocasión borgeano y tanguero, perfectamente citadino.

Y sin embargo no volvió y más de uno se lo ha reclamado, como más bien reclamándole que no hubiera querido venir. Pero yo creo, siento, estoy plenamente convencida con cero pruebas pero sin ninguna duda, de que hizo bien en no venir siendo Francisco. Hizo bien en no prestarse a la utilización segmentada que es moneda corriente en esta tierra de un tiempo a esta parte. 

Ayer, por ejemplo, en la misa de despedida del propio Francisco hubo un grupete de alborotados que no tuvieron mejor idea que ponerse a abuchear a Victoria Villarruel por presentarse como una feligresa más a participar del rito fúnebre. Véase bien: la abuchearon los seguidores del mismo sector que horas más temprano se rasgaba las vestiduras denunciando que el gobierno nacional no había enviado ningún representante a oír la otra misa, que brindó en la catedral metropolitana el obispo de la ciudad. ¿En qué quedamos, entonces? El gobierno hizo mal en no enviar representantes a la primera misa pero hizo mal la vicepresidenta en acudir a la segunda misa en representación del gobierno. Una situación digna de la famosa gata Flora, que si se la ponen grita y si se la sacan llora. 

Si en el contexto del velorio de Francisco no faltan los inadaptados que se ponen a gritar y abuchear, en muchos casos profiriendo a la Villarruel la misma clase de insultos y acusaciones que no hace mucho ese mismo sector dirigía hacia el propio papa, ¿por qué habríamos de suponer que una visita del pontífice en vida no hubiera exacerbado la misma clase de comentarios? Estabas en la misa de despedida de un tipo que llevó al mundo el mensaje de que somos todos hermanos por ser hijos de Dios (‘Fratelli tutti’) y no tuviste la decencia de cerrar el orto un rato, hacer una amnistía mental y respetar al difunto. 

Completamente desubicado. Más allá de la hipocresía flagrante, claro está. ¿A cuántos de los que ayer escribían editoriales y obituarios los han visto ustedes hablar pestes de Bergoglio cuando era obispo y más adelante cuando fue cardenal, incluso cuando resultó electo papa? Mejor no miremos los archivos porque no sé si se salva alguno. El que esté libre de pecado...

Y es graciosísimo, porque yo jamás he defendido a Victoria Villarruel y la verdad que me cago en ella y en todos sus muertos, pero como dijo nuestro Señor, una vez más, el que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra. Lo que tampoco significa que yo pueda decir con total seguridad que sea verdad aquello que se dice acerca de que la Villarruel defiende a genocidas. ¿Yo qué sé si eso es verdad? 

Jamás la escuché a Victoria Villarruel hablando a favor de los genocidas, no la conocí sino hasta días antes de que fuera electa diputada, antes de eso jamás había oído hablar de ella. ¿A quién se supone que tengo que creerle lo que diga acerca de Victoria Villarruel, a Roberto Navarro, a Horacio Verbitsky, a Cynthia García? Por favor.

El motivo por el que me cago en Victoria Villarruel es lo que conozco de ella: una persona calculadora y desagradable que se alió con el anarcocapitalismo para llegar a ser vicepresidenta haciendo mierda al país (más de lo que lo hicieron mierda los macristas y el albertismo/kirchnerismo/massismo o comoquiera que se llame). Una persona que parece autopercibirse “peronista” reuniéndose con Isabel Perón y con los hijos de Rucci mientras forma parte de un gobierno que está entregando la soberanía del país a Israel. Ah, pero ella es nacionalista, por lo menos no es sionista. 

Pero qué maravilla, resulta que la señora se toma el trabajo de señalar nada menos que en el día de las Malvinas que el territorio de nuestro país pertenece a los americanos. Sí, a los americanos, cuidándose bien de no decir “argentinos” y a sabiendas de que la base militar emplazada en Malvinas pertenece a la OTAN, cuyo principal socio integrante son los Estados Unidos de Norteamérica. País que usa como gentilicio “americano”. Oh, casualidad. 

En fin. Pero resulta que por decir que Victoria Villarruel tiene derecho de participar de una misa de responso por el alma del papa Francisco tanto como cualquier hijo de vecino, sin que nadie la abuchee o politice (parcialice) el homenaje a un líder mundial de valor universal, que predicó el amor fraternal y la unidad, subrayando en todo momento que el todo es superior a las partes y la armonía es superior al conflicto, lo que estoy haciendo es defender a Victoria Villarruel o peor, lo que estoy haciendo es defender genocidas.

Me han llegado a anoticiar de que durante la dictadura militar robaron bebés y arrojaron personas vivas al mar, como si no lo supiera yo. Me han llegado a decir, con total soltura de cuerpo, que “seguramente a vos no te mataron a ningún familiar, por eso defendés lo indefendible”, a lo que me vi obligada a replicar que yo no defiendo nada ni a nadie porque no soy abogada ni soy Dios y que efectivamente sí, me han matado a mi familia durante la dictadura militar. ¿Qué tendrá que ver el culo con la milanesa, por el amor de Dios?

Pero en fin, por todo esto resulta evidente que una sociedad en estado de plena subversión como la nuestra no se hubiera podido permitir una pacífica recepción a Francisco en sus fronteras sin que ello significara atizar más luchas intestinas sin sentido y más división. Me da mucha pena por él, que se debe haber sentido tan solo allí lejos y viendo la cosa pasar sin poder intervenir directamente. Cómo habrá extrañado a sus amigos, sus lugares y a su San Lorenzo querido. Le debe haber pesado como una cruz en la carne aquella soledad que otorga el poder. 

Y sin embargo, hasta el último día hizo lo que tenía que hacer. Dejó plantadas alrededor del globo innumerables semillas de amor y comunión que están germinando, porque se las ve crecer. Vuelvo sobre la idea de que he visto con mis propios ojos cómo los jóvenes cuyos padres se habían alejado de la iglesia por asco y vergüenza de lo que veían ahí dentro, y que incluso llegaron a renegar de la propia fe, hoy se acercan por respeto a él y a su mensaje.

Ese es el legado de Francisco en el llano, más allá de su importancia como líder mundial en el contexto de la conformación de un nuevo orden mundial multipolar que venga a reemplazar a la globalización. Un legado que sus propios compatriotas a menudo no sabemos entender, enroscados en la politiquería como estamos y dando una vez más la razón al General Perón, quien solía decir con total sabiduría que somos una sociedad politizada pero sin cultura política.

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