Arma de doble filo o de cómo vender humo sin que se note


 
Como es habitual cada día de mi vida, por razones que escapan a mi dominio me ha tocado ver algunas horas del famoso canal oficialista, C5TN.

 

Y he tenido una epifanía.

 

Por fin he entendido a qué venía el famoso factoide de los indios mexicanos, los brasileños salidos de la selva y los argentinos venidos en barco.

 

Fue en el programa conducido por Elizabeth Vernaci y Juan Di Natale, Sobredosis de TV, con el gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof como invitado. Más allá del ejercicio de obsecuencia habitual de parte de la producción de ese canal, sobreactuado en presencia de un alto funcionario de gobierno, lo que me llamó la atención fue lo siguiente: los conductores presentaron un bloque de la siguiente manera: “Ahora vamos a pegarle a Alberto” y ahí fue, la epifanía.

 

Me di cuenta de que todo ese circo había sido puesto ahí a modo de escudo. Es la salvaguarda de cierto sector del periodismo obsecuente sí pero de la propia militancia del gobierno también, para poder demostrar una postura “crítica” respecto del monumental fracaso al que se está acercando este proceso como un barco sin timón.

 

Todos la necesitan, necesitan una salvaguarda para justificarse en este tiempo en el que hasta el más ingenuo ve aunque se lo niegue a sí mismo que lo que el gobierno está haciendo no está ni cerca de lo que prometió en campaña. Los militantes necesitan una tabla de la que aferrarse porque querrán seguir haciendo política una vez terminado el gobierno, el periodismo porque piensan seguir haciendo negocios y los seguidores silvestres de a pie, un poco por inercia y otro poco porque necesitan purgar la sensación de disconformidad latente que nos embarga a todos pero que unos canalizamos haciendo política desde un lugar de oposición y otros no pueden darse el lujo de verbalizar pues les han hecho creer que Macri es un cuco que regresará a comerse a sus hijos si ellos se dignan abrir la boca para marcar algo que no se está haciendo bien, aún si el gobierno que votaron se dedica constante y evidentemente a practicar el macrismo sin Macri.

 

Pero el pueblo no es tonto y más allá de lo que algunos puedan pensar, no se equivoca. Por lo menos no desde lo intuitivo, independientemente de que pueda cometer errores forzados cuando es mal dirigido por determinados poderes. Existe un humor social y este resulta siendo siempre independiente de la realidad consciente del pueblo.

 

Explico: en 2001 algo se olía. En 2015 también, por citar dos procesos históricos que una servidora ha presenciado. Había un tufito a que algo se estaba cocinando de más, independientemente de lo que se viera en la realidad cotidiana. Un algo, un olorcito o una neblina extraña en el ambiente. No por nada poco antes de 2001 ya todos cantábamos “Se viene el estallido/de mi guitarra/de tu gobierno también”.

 

Los artistas tienen mayor sensibilidad para esas cosas. Recuerdo que un profesor mío solía decir que Julio Cortázar había escrito “Casa tomada” en alusión al sentimiento que la oligarquía experimentó a partir del 17 de octubre de 1945, con el advenimiento de la clase popular como actor político de preponderancia a lo largo del primer peronismo. Yo le señalé una vez que había leído en alguna parte que si bien la fecha de publicación databa de 1946, Cortázar había escrito ese cuento en la década infame, años antes de su publicación y de los acontecimientos de octubre. Pero este profesor, un italiano de acento gracioso, se paró en seco y me dijo que eso no importaba pues los artistas tienen la capacidad de leer su tiempo antes de la ocurrencia de los acontecimientos y que aún si en el plano consciente el autor no hubiera deseado retratar aquello que la interpretación canónica sugería del texto, esta aún se podía aplicar porque respondía no al deseo consciente de un escritor, sino a la captación por parte de este de la matriz psíquica del pueblo.

 

En ese momento todo me sonó casi esotérico, pero, ¿y si el tano tenía razón? El subconsciente del pueblo no se equivoca, entonces.

 

La existencia de una disidencia controlada es la estrategia que el pacto hegemónico gobernante ha establecido para que haga las veces de válvula de escape de la olla a presión. La existencia de críticas a lo lateral le sirve al gobierno (al pacto hegemónico gobernante) por un lado para que la disconformidad latente se canalice hacia un punto que puede provocar daños menores al pacto en cuestión y por otro lado para la vieja y conocida estratagema de la venta de humo al por mayor mientras los elefantes pasan. Es decir, que lo candente esmerile lo importante. Una verdadera arma de doble filo funcional al statu quo.

 

Sí, lector que abriste este enlace a mi blog, tenés razón, esa era la estrategia favorita del llamado macrismo, pero que este gobierno, el del pacto hegemónico de Todos Juntos por el Cambio, la ha exacerbado y utilizado al por mayor, con actores principales situados en escenarios y locaciones emplazados a ambas orillas de la falsa grieta.

 

Así se vende humo. Lo vende el presidente lanzando una burrada, lo venden los medios “opositores” haciendo de esa burrada una cuestión de urgencia, lo venden los medios oficialistas replicándola en el tono reprobatorio que no utilizan para describir una debacle social y económica que eligen no cubrir, lo venden los políticos de un lado y del otro, unos pidiendo disculpas y golpeándose el pecho, otros sobreactuando su indigenismo en pleno ejercicio de la moral selectiva.

 

Lo compra el pueblo argentino, mientras se anuncia que la inflación en nuestro país sigue siendo la segunda mayor de toda la región, solo superada por la de Venezuela. Eso sí que no es humo, hace falta tan solo ir a la carnicería para ver que no es humo. Eso sí, tené cuidado que ahí la plata se te esfuma, lo que significa literalmente que se hace humo.

 

Mi papá, el Gordo Meza, solía repetir esta frase: “el asunto está muy claro”. Y sí, lo está. Como siempre, el que mira ve.

 

Lo que me pregunto todo el tiempo, no sin un nudo en el estómago, es qué pasará cuando el humo se disipe y se vean los elefantes. Algún día el subconsciente del pueblo pasará al plano de lo consciente y algo va a pasar.

 

Solo lamento el hecho de que siempre la sangre la pongamos los pobres.

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