Cuando yo era chiquita el femicidio no
estaba tipificado como tal, se le llamaba “crimen pasional”. Recuerdo algunos
casos, como el de María Soledad Morales, que además se hizo muy mediático
porque involucraba a personas relacionadas con el poder. Pero la verdad que no
recuerdo que cada día se reportara el asesinato de alguna mujer a manos de un
hombre como consecuencia de un ataque callejero o en el contexto de una
relación de pareja.
Seguramente en la actualidad los canales de
televisión de veinticuatro horas, las redes sociales y las telecomunicaciones
servirán para replicar más veces una sola noticia, pero otra cosa innegable es
que el número de femicidios viene creciendo sostenidamente desde que se
tipificó al “crimen pasional” bajo esa denominación y más precisamente, desde
que surgió a la escena pública la marca “Ni una menos”, cuyas regalías
pertenecen a la periodista armadora de listas negras Ingrid Beck.
Sí, porque por si vos no lo sabías, “Ni una
menos” es una marca registrada y las personas que la registraron hacen usufructo
de su difusión como si se tratara de un eslogan comercial. De hecho, el
colectivo, que surgió tras el asesinato de la niña Chiara Páez, de catorce
años, a quien su novio mató para ocultar un embarazo, le prohibió a la mamá de
Chiara formar parte de la “marca” por declararse en contra del aborto. “A
Chiara la mataron por su bebé”, dijo la señora. Y hasta hoy la foto de su hija
se sigue utilizando en los medios como emblema de un movimiento que no la
representa. Escalofriante, ¿no? Otra a quien excluyeron del colectivo es la mamá
de Ángeles Rawson, la adolescente a quien el portero de su edificio asesinó para
tapar un intento de abuso, cuyo cuerpo fue descartado en bolsas de residuos que serían
trasladadas a un basural a cielo abierto. También la rechazaron en virtud de su
postura en torno a la práctica del aborto.
Pero no me quiero salir del eje.
Hace mucho que vengo observando una exacerbación
de las conductas violentas de toda la sociedad pero de la violencia contra las
mujeres en particular y resulta evidente que tanto desde el feminismo como
desde el Estado no han contribuido sino a atizar la violencia que reina en la
comunidad.
Tenemos un Ministerio de la Mujer que se
ocupa de comprar unos tachos de basura divinos y pagar un cátering espectacular
mientras la ministra se saca fotos con el embajador británico.
Tenemos un presidente de la Nación que decreta
el “fin del patriarcado” y que afirma que ahora que podemos abortar las mujeres
no tenemos que preocuparnos por estar embarazadas, que podemos conseguir
cualquier trabajo sin problemas porque claro, cualquier cosa abortamos.
Tenemos un colectivo de mujeres que salen a
la calle a grito pelado cubiertas de pintura roja y trapos verdes aullando “Ni
una menos” y mesándose los cabellos.
Tenemos una Primera Dama en ejercicio (la
titular de AySA) inaugurando banquitos rojos en conmemoración de las mujeres
muertas a manos de hombres.
Y todos los días tenemos más y más mujeres
y niñas muertas.
Yo no quiero ser mal pensada, pero me
estaría pareciendo que pintar de rojo los bancos de los andenes de las estaciones
de ferrocarril no estaría siendo una manera efectiva de prevenir los femicidios.
Y uno se podría preguntar por qué.
Y claro, siempre escribo sobre esto porque
como mujer me atañe directamente, pero me atañe sobre todo como ser humano y
como argentina. La violencia intrafamiliar, doméstica, callejera, el abuso
sexual, el acoso, son todas formas de violencia que se exacerban en contextos
de crisis como todas las demás, porque también dependen de la emergencia de una
cuestión social.
Pero seamos serios. ¿Qué responsabilidad
tienen en este enredo el Ministerio de la Cuchufla y el Ni Un Peso Menos y
todas esas cuestiones que consisten básicamente en negociados para blanquear
dineros habidos oenegés globalistas de por medio? Vayan a mirar los números, no
le crean a una pelotuda que escribe un blog. ¿Por qué en vez de disminuir el número
de casos registrados de las diversas formas de violencia contra la mujer crecen
sostenidamente de forma alarmante?
Ayer veía un video publicado precisamente por
el Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidad (o comoquiera que se llame) en
el que una serie de muchachos y muchachas andróginos instaban a eliminar el
amor de pareja por irreal.
Y déjenme decirles que ahí está: la cola
del Diablo. ¿A quién mierda se le ocurre que para resolver una presunta
cuestión de “odio” la mejor manera sea eliminar el amor? ¿Y quién carajo dice
que el amor sea algo irreal? El “amor romántico”, como gustan de llamarlo para
bajarle el precio, es el fundamento que cohesiona (debe cohesionar) la unidad
básica de la comunidad, que es la familia.
Si no vemos que acá hay gato encerrado
correremos el riesgo de que nos metan el perro de que hay que destruir la familia
tradicional porque es “conservadora”. Y sobre esa palabrita mágica me quiero
detener.
¿Qué significa “conservar” algo?
Preservarlo, cuidarlo para que no se estropee. ¿Desde cuándo nos hicieron creer
que ser conservadores de los valores tradicionales era feo, malo y caca? Bueno,
pues, desde que se dieron cuenta de que era necesario desnaturalizar la tradición
y los valores propios de la idiosincrasia de la comunidad, con el propósito de
generar conflicto. ¿Se ve o no se ve que eso también es importado y también
propende a nuestra destrucción?
Se nos dice que conservar (cuidar) está mal
y que destruir (des-construir, “deconstruir”) está bien y entramos como
caballos. Deconstruimos el amor que es el fundamento del matrimonio, que a su
vez es el pilar de la familia, que a un tiempo es la unidad celular de la comunidad.
¿Y qué nos queda? El individuo en soledad, regido por la ley de la selva y el
bellum ómnium contra omnes, el lupus homini lupus.
Sí, la guerra de todos contra todos y el
hombre como lobo del hombre, estado que a mí me gusta denominar “la guerra de los
sexos”.
Pero véase que ese mensaje mana directamente
desde las altas esferas del Estado lo que nos da cuenta de que la finalidad del
Estado, que era la organización de los hombres, se ha perdido. No existe más.
El Estado moderno ha muerto, fagocitado por la oligarquía plutocrática
supranacional o comoquiera que te guste a vos llamarle.
El Estado es un significante vacío cuyo
propósito es el de simular un estado de cosas anterior al actual que ya no
existe pero que no se puede blanquear porque si algo hace bien el Diablo es
hacernos creer que él mismo no existe.
El Estado es hoy una pantomima destinada a
mimetizar a la élite global. Es nada más que un mensajero de la plutocracia,
que te quiere solo, de preferencia puto o en el peor de los casos matándote a
piñas con tu novio o novia. El Estado no organiza, el gobierno no gobierna, los
revolucionarios no son revolucionarios, y en ese esquema de situación, ser un “conservador”
te valdrá sin lugar a dudas la persecución.
Lo he dicho antes y lo digo ahora: en este
tiempo ser rebelde equivale a enamorarse, amarse, casarse, tener hijos, formar
familia, tener un hogar y recrear tu estilo de vida “conservador” en tu descendencia.
Desde el acto tan puro de hacer el amor está
desnaturalizado cuando se nos quiere convencer de que cada vez que el hombre
penetra a la mujer está cometiendo violación.
¿Violación? No importa el goce, no importa
el deseo, no importa que ames al otro y sientas con todo tu cuerpo la necesidad
de unirte a él, de cabalgarlo y sentirlo en plenitud. No, si te penetra te está
violando, si te enamoraste sos una idiota porque el hombre es el enemigo, el opresor.
¿Se ve cómo todo tiene que ver con todo o
es conspiranoia mía?
Porque sí, ahí está esa otra palabrita. Aparte
de “conservador” hay otros dos epítetos destinados a esconder al Diablo en esta
operatoria: “fascista” y “conspiranoico”.
¿Vos te sentís heterosexual, estás en
pareja con una persona del otro sexo, amás a esa persona tanto que te sentís
que sos capaz de morir por ella, deseás formar una familia e inculcar a tus
hijos valores familiares, quizás cristianos o justicialistas? Sos un fascista.
¿Vos denunciás que detrás de la epidemia de
violencia social pero también de manifestaciones de violencia contra la familia
existe una élite global cuyo propósito es establecer una gobernanza mundial que
domine a los pueblos y los condene a la miseria, la sujeción y la explotación
voluntaria, a través de la implementación de la ingeniería social cuyo propósito
es impulsar a los pueblos a su disolución por medio de la guerra civil, sin que
la élite deba pagar costo alguno por la guerra ni disparar una sola bala? Sos
un conspiranoico.
Y así sigue el proceso en marcha, día a día
se van viendo hilos, se identifica a marionetas, incluso algunos de los
titiriteros muestran la cara de vez en cuando, pero el show sigue, porque
muchos de los títeres menores no saben que son títeres y se creen que son
libres.
Como en “Tema del traidor y del héroe” la
realidad puede imitar a la ficción pero como en “Las ruinas circulares” quizás
muchos de nosotros no somos sino representaciones oníricas, o al menos tenemos
tanta libertad de acción como si un mago nos estuviera soñando.
Está peluda la cosa, pero al parecer no se
resuelve pintando de rojo ningún banco.
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