El gran Jaime Durán Barba, un estudioso del
márquetin político que logró venderles un presidente a uno de cada dos argentinos,
afirma en su libro El arte de ganar que “el electorado está compuesto
por simios con sueños racionales que se movilizan emocionalmente”.
Confieso que la primera vez que leí esa
cita me ofendió, pero a medida que el tiempo pasa estoy más y más impelida a
creer que el ecuatoriano tiene razón.
Somos animales racionales (seres humanos)
en ejercicio de la irracionalidad.
Y es que hoy me pasó algo extraordinario.
Vale aclarar que soy una persona que jamás
subestima a un interlocutor, sino que entiendo que todos tenemos la misma
capacidad tanto de razonar como de tamizar los discursos políticos a través del
filtro de nuestra cosmovisión.
Pero es que es verdad, muchas veces por
mera comodidad nos terminamos comportando como animales emotivos más que como
animales racionales.
Hoy me pasó algo llamativo. Me encontré de repente
en una habitación, indignada ante un discurso cuyo contenido quedaba en evidencia
que no satisfacía a mis intereses, pero oía a mi alrededor vivas pronunciadas por
parte de personas que se supone que están en la misma vereda que yo y defienden
los mismos intereses, que son los de las mayorías.
“¡Bravo, Alberto, así se habla!”, gritaba alguien,
embelesado ante una perorata vacua pero altisonante, enunciada en un tono de
voz agudo y flemático, cercano al paroxismo.
Así se habla, aunque no haya nada para
mostrar, así se habla, aunque se haga exactamente lo contrario de lo que se enuncia,
así se habla, este es el reino del revés. El reinado del gritame que me gusta.
Pensaba una vez más en Mauricio Macri, de
quien ni su padre creyó jamás una sola palabra, aullando a voz en cuello: “¡No
se inunda más, no se inunda más, carajo! (Sorry por lo de carajo)”.
El modo era el mensaje, se trataba solo de
excitar la emotividad del interlocutor.
Hemos llegado a un estado de
desnaturalización tal que con tal de que nos exciten una emoción ya nos damos
por satisfechos. No sé si todos somos el fan de Wanda Nara o si Wanda Nara
somos nosotros, alternando entre el felacionismo más descarado y la
receptividad ante esas manifestaciones de voz en cuello de parte de los
referentes de la política.
Hoy el presidente dijo en un exabrupto que
hay en las empresas trabajadores que sobran, dando a conocer parte de su pensamiento
real, pero nadie notó ese detalle porque todos estábamos como Wanda ahí
paraditos recibiendo los gritos y los lloros sin ver qué se estaba diciendo en
realidad.
“Hay quienes piensan que el camino es el
ajuste y que a los trabajadores que sobran hay que echarlos”, dijo
Alberto Fernández, pero nosotros muy enfrascados en el tono violáceo de su
rostro y en los gritos pelados, mientras el hombre “fulminaba a la oposición”,
como expresaría un medio digital felacionista y amarillo pus.
No importa que de hecho nos estén ajustando
sin que exista ya cómo tapar eso que no sea a través de un ejercicio voluntario
de negación.
No importa el hecho de que se esté
vendiendo como peronista un tipo capaz de afirmar que trabajadores puedan sobrar.
Lo que importa es que me grites, que me
gusta, porque al fin y al cabo somos simios guiados por nuestras emociones, aún
cuando nos ofendamos ante esa dura realidad, porque nos creemos que somos mucho
más que eso.
¿Y saben quién grita fuerte? Sergio Massa.
Ese sí que tiene buenos pulmones, mamita querida.
En este siglo no importan los hechos, ni
siquiera las interpretaciones de los hechos, importan las emociones, a más
intensas, mejor. La máxima de que mejor que decir es hacer y mejor que prometer
es realizar le es obsoleta al hombre posmoderno, para quien no hay pasado ni
futuro sino solo devenir.
Ni la independencia económica ni la
soberanía política ni la justicia social son banderas que el posmoderno pueda
defender. Su cabeza se rige por emociones fuertes y dicotómicas, como los unos
y ceros de la computadora. Amor-odio, sin grises y sin pensamiento crítico. Es
fácil ser un líder mesiánico en este tiempo: solo basta copiar a Tinelli y al
fan de Wanda.
Seamos gritones, que lo demás no importa
nada.
Muy bueno Ro me parece interesante volver a leer a Duran Barba, aunque nos pese, es la manera de hacer política en la actualidad
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