Moral selectiva, doble moral o desconche: crónica de un desastre anunciado

 

Un asunto que siempre me ha reventado muchísimo es la doble moral.

 

En tiempos de la “crisis sanitaria” se ha visto mucho esto de celebrar la muerte como si de un triunfo se tratara.

 

No importa de qué lado de la falsa grieta, todos, sin excepción, están haciendo necropolítica.

 

Susana Giménez, Baby Etchecopar, Horacio Cabak, Alejandro Fantino, Sergio Lapegüe, Luis Brandoni, la mar en coche. ¿Cuántas veces hemos visto a los paladines de la “justicia social”, a los “defensores de la vida” jugando a desearles la muerte a los tipos a quienes no les tienen simpatía? Claro, además podemos preguntarnos también quién puede suponer que una persona se va a morir de una gripe que tiene un 2% de mortalidad, ¿no? Ese es claramente otro tema.

 

Pero es que sí, la regla es la supervivencia, no la muerte, pero ese es otro cantar.

 

Raúl Rizzo, Dady Brieva, Víctor Hugo Morales, Horacio González. Todos ellos, blanco de plegarias y deseos de recuperación por parte de los mismos que se ríen de la enfermedad de los nombrados más arriba.

 

Y el proceso es exactamente el inverso del otro lado de la grieta. A los primeros se les desea pronta recuperación, a los segundos, la muerte. Eso sí: ni de un lado ni del otro de la grieta cuestionan esa premisa de más arriba, la mortandad de un virus que no pareciera ser muy mortal que digamos.

 

Hoy me encontraba en Vágina | 12 con una nota que ponderaba un “movimiento de mujeres” que en la década de los sesenta, sin dedicarse a la medicina, se abocó a practicar abortos clandestinos a mujeres que se los solicitaban. Y pensaba: “¿Pero no era que la clandestinidad estaba mal, qué cosa está reivindicando esta gente?”. Como se ve, uno no termina de saber si se trata de moral selectiva, doble moral o desconche total.

 

Alguien me señalaba hoy, en torno al caso de Susana Giménez, que se han perdido los principios y valores éticos. Y estoy plenamente de acuerdo.

 

Sí, sé que suena chupacirios, suena a pacatería o moralina barata, pero es algo más que eso. Está medido, está estudiado cómo influye en las sociedades permeables el proceso de subversión que conlleva la crisis terminal de las mismas y en última instancia, su disolución. Y está estudiado y medido cómo una comunidad con valores éticos fuertes, propios, nacionalistas, internos puede defenderse ante ese proceso.

 

El historiador Marcelo Gullo suele hablar de “fe fundante”, la que sitúa en el cristianismo en la hispanidad o el marxismo en la Unión Soviética. Los países de Oriente suelen poseer fes fundantes fuertes que las cohesionan y de esa manera evitan la apertura, la permeabilidad que implicaría la penetración de las doctrinas foráneas y en última instancia, la subversión.

 

La ausencia de valores morales o en todo caso el relativismo en la aplicación de los mismos constituye en definitiva un medio conductor de las ideas que no tienden sino a la disgregación de la comunidad.

 

Cuando yo me pongo triste porque Víctor Hugo se enferma gravemente pero me río porque a Susana Giménez le sucede lo propio estoy incurriendo en el relativismo moral. ¿Por qué es más deseable la recuperación de un individuo que del otro, eh? ¿Quién tiene la vara de medir quién merece la vida y quién la muerte o en última instancia el “castigo” por haberse declarado en contra de la cuarentena eterna?

 

Un cristiano lo tiene claro: el único que porta la vara de medir y el único que otorga el don de la vida pero también el último don, que es la muerte, es Dios. Y un cristiano piensa en la vida de uno y del otro como igual de valiosa, desea la recuperación a uno y a otro.

 

Y a otra cosa, mariposa. La relativización de los valores éticos conlleva la ruptura de la cohesión social, implica necesariamente el conflicto.

 

Y si te ponés a ver, de un lado y del otro se comportan igual. Unos hacen terrorismo con el número de muertos para decir que el gobierno está haciendo las cosas bien y que si no fuera por todas las medidas aplicadas al asunto la cosa sería mucho peor. Otros dicen que el gobierno está haciendo las cosas mal y que por eso se muere la gente. Ni a unos ni a otros les importan los muertos en cuestión, lo único que quieren es defender su camiseta en la eterna lógica de la riverboquización de la política, esto es, de las relaciones sociales en general, entiendiendo al ser humano como animal social/político (zoón politikón).

 

Otro ejemplo es el de las clases presenciales.

 

A ninguno le interesaban los pibes, solo pretendían ganar la pulseada y “tener la razón”. Pero esta lógica de la moral selectiva entra en colisión y constante contradicción en contextos como el actual en el que nunca, jamás, los “argumentos” son estables, precisamente por el relativismo moral.

 

Ayer el bloque “kirchnerista” defendía el “quedate en casa” a capa y espada, hoy están recalculando a ver de qué manera van a justificar el reinicio de las clases.

 

Hasta antes de ayer el bloque “macrista” defendía a capa y espada su “pureza” étnica de origen europeo, hoy son todos indigenistas.

 

No importa qué cosa hay que defender, cuando no hay reglas fijas, principios éticos y valores morales que nos reglamenten la conducta da lo mismo todo, hoy podemos hacer el aguante a la libertad y mañana a la esclavitud, siempre y cuando los “de mi lado de la grieta” defiendan lo mismo.

 

Somos sofistas del siglo XXI, no importa qué defendemos, pero lo defendemos a muerte y mañana podemos defender exactamente lo contrario. Incluso al precio de convertirnos en unos canallas.

 

Y eso se refleja en las redes sociales muy claramente, nido de canallas si los hay. Hay que ver cómo tratan allí la noticia de la enfermedad de las “celebridades”: la de unos es risible y la de otros es una tragedia. Y eso está a la vista ya en el titular de Facebook. Abundan los “me entristece” en una noticia en un medio de un lado de la grieta, lo que necesariamente redunda en “me diviertes” del lado opuesto. La misma noticia que hoy provoca “me encantas” de un lado mañana genera “me enojas”, dependiendo no de los hechos sino de los actores.

 

Si Larreta quiere que haya clases, los que hoy están en contra mañana estarán a favor cuando el que decida la misma medida sea Kicillof. ¿Se ve? No hay puntos fijos, esto es el desconche.

 

Y el desconche implica el caos, el conflicto, la disolución.

 

En este contexto, quienes defendemos principios, valores y doctrinas fijos e imperecederos somos resabios, noticias de ayer y por lo tanto estamos condenados a la extinción. El ser humano posmoderno es un hombre sin pasado ni futuro, encerrado en el devenir del “siempre es hoy”. No mira atrás, no se apoya en bases firmes sino que deviene, como la plumita de Forrest Gump. E mobile qual piuma al vento.

 

Y sí, sé que las conclusiones de este texto son poco esperanzadoras, pero yo no estoy acá para dar esperanza sino para describir lo que veo. Y lo que veo es que la derrota de los pueblos es inexorable mientras sigamos dejándonos llevar por la lógica que nos es impuesta para que nos saquemos los cuernos entre nosotros.

 

Es mentira que los valores éticos son cosas que ya no tienen sentido, es mentira que el de al lado es el enemigo, es mentira que yo soy el dueño de la verdad y el otro es un pelotudo a cuerda al que debo aplastar, es mentira que tener la razón a como dé lugar es más importante que defender principios fijos tales como la libertad, la felicidad del pueblo y el trabajo como motor del país. Es mentira que tener la razón es sinónimo de ganar una pulseada aunque ello implique mi propio perjuicio en el corto, mediano o largo plazo.

 

Todo eso es mentira, pero si no hacemos nada por revertir este relativismo moral, pasará por verdad para la ruina de todos.

Comentarios

  1. Extraordinario. Aún en la desesperanza.

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  2. "Quienes defendemos principios, valores y doctrinas fijos e imperecederos somos resabios, noticias de ayer y por lo tanto estamos condenados". Somos vida que patalea, escupe y no se deja matar.

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  3. Excelente texto!
    La utilización de la herramienta de la grieta fue un gran hallazgo para perpetuar este modelo de saqueo. A veces con un ropaje más agradable y otras no.

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