Seremos todos felices

 



Mi padre, el Gordo Meza, solía decir en su eterna sabiduría de gente sencilla: “Si no tenés nada que decir, callate”. Recuerdo que cuando me decía eso en mi niñez me daba rabia, pero en la actualidad me pasa que casi a todo lo que mi padre decía le termino encontrando el sentido. Supongo que al crecer uno termina resignándose al hecho de que es al fin y al cabo muy parecido a sus mayores. Es que como dice el hombre, cuando estás cerca, tanto de las rosas como de la mierda el olorcito se te pega. También lo dijo en una linda frase Fito Páez: “La sangre es para siempre, nada puedes hacer”.

 

El caso es que justamente con los años me fui dando cuenta de que mi padre tenía razón, uno debería hablar solo cuando aquello que está a punto de decir tuviere algún sentido específico, un significado, una finalidad o una utilidad. Si no tenés nada que decir, callate.

 

Por eso mismo resulta llamativo cuando un referente de la política que uno sabe muy capaz de decir mucho en cada una de sus intervenciones habla un montón y no dice absolutamente nada.

 

¿Podés estar media hora hablando de una vacuna en un contexto de pobreza galopante, inflación sostenida, con un número creciente de compatriotas sumidos en la pobreza y la indigencia, sin trabajo o con uno que no les alcanza para vivir, desesperanzados y hartos de una cotidianidad (¿o covidianidad?) de incertidumbre, tristeza y miedo al presente y al futuro o la ausencia de él? Sí, se puede, diría Mauricio.

 

Se puede hablar de la vacuna y se puede hablar de la felicidad de todos, todas, todes y todis, pero hay cuestiones que no encajan.

 

Cuando uno no se calla sino que habla pero para no decir absolutamente nada el mensaje termina siendo muy claro: decir no está permitido. Un especialista en hablar para no decir era Mauricio Macri y díganme con una mano en el corazón que lo de que “cuando hayamos vacunado a todos y a todas seremos felices” no les sonó tal cual Macri cuando decía que ojalá él tuviese la facultad de hacer feliz a todo el mundo a través de un decreto.

 

Hay cuestiones que están cada vez más claras. El gobierno del pacto hegemónico de Todos Juntos por el Cambio está muy decidido a entregarnos con moño y todo y esa persona que cuando rompe el silencio es tan solo para hablar sin decir es una pieza clave de ese entramado. Porque es ella quien insufla un ánimo artificial e injustificado a unas bases derrotadas que no tienen nada que mostrar. Bases que la siguen ciega e irreflexivamente y a quienes ella les promete la felicidad, esa entelequia infantil inalcanzable en un contexto de sesenta puntos de inflación anual y uno de cada tres trabajadores formales sumidos en la pobreza.

 

Se nos promete la felicidad con la condición de que todos y todas, así, con esa separación por sexos, nos sometamos libremente a formar parte de manera voluntaria de las planillas de Excel del experimento social con excusa sanitaria.

 

La felicidad tiene una condición, debemos estar inoculados y portar nuestro respectivo carné de buena conducta para que esa felicidad nos embargue completamente.

 

Pero además se nos dice que “Libertad para mí y que se jodan los demás no es libertad” pero, entonces, ¿qué es la libertad? Y en todo caso, ¿qué es la felicidad?

 

Estoy de acuerdo en que nadie se realiza en una comunidad que no se realiza y estoy de acuerdo en que, como alguna vez dijo Alejandro Dolina, una persona capaz de ser feliz al lado de otro que sufre es un canalla.

 

Es así, nadie que sea buena gente puede ser feliz en soledad y para ello debe socializar la felicidad. Y nadie es feliz en una comunidad en la que no hay qué comer y cómo pagar un alquiler. Todo tiene que ver con todo y como diría Raúl Scalabrini Ortiz, todo es tan fácil como saber sumar y restar.

 

Los peronistas conocemos la receta de la felicidad. Un pueblo es feliz no cuando tiene al día el calendario de vacunación, sino cuando tiene trabajo, cuando hay producción, cuando el sueldo le alcanza para vivir, ahorrar e irse de vacaciones, cuando tiene un capital para dejar a sus hijos en una mejor posición que los padres, cuando los jóvenes asisten a la universidad y se profesionalizan en su formación, cuando sueñan con criar hijos en el país y saben que podrán hacerlo, pues la patria los acompañará en su camino de ascenso social. No estoy descubriendo el agua tibia, los argentinos lo hicimos. Lo hicimos los peronistas, carajo, ¿qué nos pasa?

 

Y con el asunto de la libertad pasa exactamente lo mismo. ¿Quién es libre cuando se le dice que es necesario que ponga el brazo o caso contrario se cancela la felicidad de todos y todas? ¿Quién es libre cuando no sabe si elegir entre la comida o los medicamentos? ¿Quién es libre cuando tiene que ir a lo seguro, los fideos, arroz y polenta porque si elige el pollo al horno o el asado se queda sin pagar la luz? ¿De qué libertad estamos hablando si nadie es libre en un país que está siendo invadido en sus ríos, su archipiélago, su cordillera y su mar por potencias extranjeras que depredan día a día nuestra riqueza y nos empobrecen cada día más? ¿Quién carajo es libre cuando se le dice que no debe cuestionar al relato oficial, que debe obedecer ciegamente, que debe prestar el brazo y ponerse el trapo en la cara?

 

Evidentemente lo dice una persona que o bien perdió del todo su libertad, o bien por primera vez en su vida se muestra libremente tal y como es.

 

Prefiero no hacer conjeturas, prefiero reservarme opiniones, pero sea como sea, sujeción o libertad mediante, los que estamos poniendo el cuerpo somos nosotros. Determinadas actitudes resultan molestas y cada vez generan más y más resquemor, tanto que a veces da ganas de decir: “Si no tenés nada para decir callate”.

 

Pero déjenme decirles algo: los argentinos podemos llegar a ser felices, eh. Estamos a tiempo. Para ser felices necesitamos una sola cosa: necesitamos ser libres.

 

O déjenme reformular.

 

Necesitamos tres cosas: soberanía política e independencia económica para una patria con justicia social. Porque los días más felices fueron y serán peronistas.

Comentarios

  1. Muy buen punto de vista Rosario! Personalmente, estos análisis objetivos y claros son una luz en la oscuridad y alejados del fanatismo ciego y barrabrava que abrevan en nuestra sociedad hoy en día!

    ¡VIVA PERON!

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  2. Extraordinario como de costumbre compañera.

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