La verdad, rebelada

 


 

Y es que sí, me rebela este estado de virulencia latente hacia cualquiera que se corra un ápice de lo que nosotros pensamos (¿pensamos?). La verdad, estoy rebelada.

 

Los exégetas de cualesquiera verdades reveladas me tienen hastiada, estoy cansada de luchar contra un proceso cuyo acontecimiento sé de antemano que no puedo evitar.

 

Estoy cansada de este estado de disgregación progresiva e incesante, no hay quien se salve de la lógica de la secta y la grieta. Estoy cansada, rebelada.

 

En el día de ayer manifestaba una vez más mi resquemor respecto de la postura de la líder del kirchnerismo, su progresivo aislamiento de las necesidades del pueblo y su utilización a fines políticos de tácticas que fuera de un contexto de abundancia no suenan a justicia social sino más bien a demagogia y pobrismo electoralista.

 

Por si al lector le interesare, mi resumen del asunto era el siguiente:

 

“Oí lo que dijo CFK y lo que saco en limpio es que su discurso está cada día más aislado de la realidad efectiva de los argentinos. ¿Se acuerdan de la cancioncita?

Por esa Argentina grande

Con que San Martín soñó

Que en la realidad efectiva

Le debemos a Perón.

Hubo un tiempo en el que podíamos hablar de entregarles computadoras a las familias, pero eso era porque antes se les había asegurado un plato de comida, poder pagar las cuentas y a sus hijos solo les faltaba la computadora para estar a la altura de otros chicos con más recursos.

Hoy hablarles de computadoras a chicos del conurbano bonaerense, donde siete de cada diez son pobres y muchos no comen o comen perro parece totalmente fuera de lugar.

Es completamente otro contexto y el mensaje termina siendo ese: Cristina está completamente aislada de las necesidades reales de los argentinos.

Y no la ayuda desde lo simbólico colocarse en ese lugar.

Lo que se vio hoy fue una vez más una puesta en escena similar a cualquiera de hace cuatro años en la que podrías haber visto a Mauricio Macri con Carolina Stanley haciendo lo mismo, metiendo unos pesos para lavarse la cara en campaña electoral.

Es doloroso, pero la comparación resulta cada vez más adecuada. Estar aislado de la realidad o con los pies en el barro es lo que marca la diferencia entre ser un líder populista y un líder popular.

¿Duele? Sí, claro, pero es así.

Y tener los pies en el barro no es nombrar a un par de ignotos cantorcitos de rap, trap o comoquiera que se llame. Eso es demagogia. Y lo gracioso es que los mismos que putean a Macri por hacer uso de un cumbiero como el Dipy y de hecho putean al Dipy, se mojan los calzones porque Kicillof cite a Wos o Cristina haga un repaso por la historia personal de L-Gante.

Uno y otro están usando expresiones de la cultura popular para legitimarse, no nos hagamos los sotas.

Hablar del contexto de L-Gante como ejemplo de superación personal acompañada a través de políticas en materia de justicia social de parte de un Estado inclusivo y a renglón seguido recordar a toda la audiencia que ha pasado mucha agua bajo el puente, que no estamos en 2013 o 2015, que ahora estamos endeudados como el ocote y que vamos a pagar a costillas del pueblo, porque es lo que se reconoce cuando se dice que vamos a salir mucho más pobres de esta contingencia, mientras que los ricos habrán concentrado mucho más su capital, resulta a lo menos llamativo.

Lo que se nos está reconociendo, si sabemos leer, es que los ejemplos modélicos como el de L-Gante van a tender a la desaparición más que a la reproducción.

Porque entiéndase: es verdad que el trabajo del futuro es con la compu, pero que para aprender hay que tener desarrollado un cerebro que no se alimenta de tablets ni de hardware sino de carne es una realidad que no se puede soslayar.

Así que el balance termina siendo siempre el mismo: esta sensación de estar viendo videos de épocas de oro en bucle, anacrónicos y desfasados, que no se condicen en nada con el contexto de la actualidad y que a uno le provocan más bien un azoramiento sordo y esas ganas de volver a decir, como decía mi papá: ‘Si no tenés nada para decir, callate’.

En este contexto sería menos doloroso verla hacer silencio.”

 

Y debo decir que a causa del entorno en el que me muevo en la actualidad, estas apreciaciones no me valieron críticas por mi postura respecto de la líder en cuestión, pero sí debí con sorpresa encontrarme con una retahíla de mensajes de parte de dos personas que se ofendieron porque yo hubiera criticado a este muchacho, el tal L-Gante.

 

Me dicen que “bardear” a esa persona es un error porque me coloca a mí misma en un pedestal, pues yo había dicho que no lo conocía ni tenía ganas de conocerlo. Y puedo decir en mi defensa que no lo bardeé, sencillamente dije que no me interesaba su trabajo. Eso no es un insulto, cada quien tiene derecho de disfrutar de las expresiones artísticas que se le dé la regalada gana, yo no digo a nadie qué escuchar, pero tampoco les digo qué no escuchar. Es una cuestión de gustos personales, me rebela que tengamos que armar una cuestión alrededor de eso. El día que alguno me vea diciéndole que lo que sea que le gusta es una cagada, ese día critíquenme por estúpida, antes no. Yo tengo tanto derecho de que no me guste L-Gante o de permanecer en la ignorancia de su obra como sus fanáticos tienen derecho a escucharlo, estudiar su poética y reproducir las armonías de sus melodías.

 

El caso es que de un lado y del otro de la grieta artificial me putearon por algo sin importancia. ¿A alguien le cambia la vida que a mí no me guste o no conozca a L-Gante?

 

Y después vi otra situación, en la que alguien elogiaba de CFK lo mismo que yo criticaba. A mí me pareció que lo que hacía la vicepresidenta era populismo electoralista y aislado de la realidad, esta persona elogiaba que se tomase el trabajo de conocer los gustos de la juventud para hablarle a esta última en su idioma. Le elogiaba el estilo y el liderazgo.

 

No se trataba de un elogio desmedido, era la simple interpretación de esta persona, tan válida como la interpretación mía o la de cualquiera, todos individuos capaces de formular pensamientos diversos y hacer interpretaciones originales de lo que vemos.

 

Pero había que ver la virulencia con la que se le tiraron encima los paladines de la verdad revelada de un extremo de la grieta, los autopercibidos caballeros templarios guardianes de la doctrina peronista, de esos que se ocupan de investigar que vos tengas una concentración del 99,9% de peronismo en sangre, paladar negro y tercera o cuarta generación de peronista.

 

Porque claro, si de un lado de esa grieta artificial que es CFK a la susodicha no se le puede tocar un pelo, del otro lado de esa grieta la susodicha representa la suma de todos los males.

 

Los caballeros templarios ignoran, tristemente, una historia de casi cincuenta años de desperonización del país. Ignoran que fue Néstor Kirchner quien reinsufló vida a un movimiento que pasó por un bombardeo, derrocamientos, proscripciones, infiltración, dictadura genocida y parasitismo neoliberal, pasando por la muerte o prisión de cientos de sus cuadros y referentes en las sucesivas razzias gorilas. Ignoran que en el 2003 el pueblo se encontraba tan dividido que ningún candidato fue capaz de perforar el techo de un cuarto de la voluntad popular expresada a su favor en las urnas. Ignoran u olvidan el proceso de despolitización de la sociedad, que en Argentina significa desperonización. Olvidan el “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”.

 

Olvidan que Néstor Kirchner revivió la política en Argentina, que lo hizo desde el peronismo y que muchos de los que hoy estamos adentrándonos en el mundo de la política nacimos al calor de la década ganada o crecimos con ella, acaso descubriendo en esa etapa que no eran todos lo mismo, que se podía confiar realmente en la política como herramienta de construcción de comunidad.

 

Hoy es fácil con el diario del lunes tirar a Néstor Kirchner y a Cristina Fernández de Kirchner por la ventana, vociferar que jamás fueron peronistas, que han sido, ambos o alguno, traidores a la patria y que pin y que pan.

 

Ustedes siempre lo supieron, ustedes siempre lo dijeron, pasa que todos somos demasiado estúpidos y no lo supimos ver, o será que ustedes son demasiado vivos y por eso tienen mira telescópica para ver más allá.

 

Pero no, no es ni lo uno ni lo otro, decir que ese proceso no tuvo importancia o injerencia o que le implicó al pueblo más daño que beneficio es faltarle el respeto a ese pueblo. Es negar los avances en materia de trabajo y producción, es en definitiva suponer que en 2007 o 2008 nos estábamos cagando de hambre igual que en 1977 o 2017, lo que claramente es mentira.

 

Me rebela el absolutismo, me rebela la soberbia de creernos superiores, creer que el otro es un idiota y que por ello hay que excluirlo.

 

¿Tengo derecho a que no me guste L-Gante? Todo el derecho del mundo. Lo que no tengo es derecho de creer que soy mejor por eso o creer que el otro es inferior porque sí le guste. Cada quien es libre de elegir qué expresiones artísticas lo conmueven.

 

¿Tenés derecho a creer que todo aquel que reivindique a Néstor o a Cristina es un idiota hijo de puta malparido y analfabeto político? No lo sé, lo que sí sé es que andar por la vida diciendo a cualquiera que es un idiota o un ignorante no es la mejor ni más inteligente manera de educar en política, ni de adoctrinar ni de acercar a quienes provengan de otras fuentes, otras vertientes o a quienes precisamente estén iniciándose en el camino de la política en un país en el que por décadas se intentó anular la participación popular en política.

 

Y sí, amigo, ¿cómo querés que alguien se te acerque si a todo el que lo intenta le decís que es un idiota, que se calle y que el que tiene la verdad revelada sos vos? La verdad, me rebela esa soberbia, esa cerrazón, la intransigencia de quien cree que tiene la razón en cuestiones que admiten matices.

 

Los peronistas entendemos que el peronismo es esencialmente popular; todo círculo político es antipopular y, por lo tanto, no peronista. Entendemos que el peronista trabaja para el movimiento, entendemos que ningún peronista debe sentirse más de lo que es ni menos de lo que debe ser; cuando un peronista comienza a sentirse más de lo que es, empieza a convertirse en oligarca. Entonces, si no estás para sumar no estás ayudando al Movimiento, sino sencillamente alimentando tu soberbia y la necesidad individual de demostrarte más peronista que el otro, cuando en realidad sos un exégeta de la verdad revelada. De tu verdad revelada. En definitiva, un inquisidor y un ortiba.

 

Hace unos días escribía una servidora que mi padre solía decir que nada es absoluto, ni tan tan ni muy muy. Si no podemos decir que CFK sea la misma que en 2008 se le plantó a la oligarquía, tampoco podemos negar que en 2008 CFK se le plantó a la oligarquía.

 

Podemos coincidir con cosas y con otras no, lo que no podemos jamás es falsear la historia. Y en todo caso, todos tenemos nuestra manera de ver la misma realidad que está mirando el otro, ninguno es el dueño de la verdad revelada.

 

Lo que sí no podemos permitirnos es caer en luchas intestinas por cuestiones laterales y terminar sacándonos los ojos entre los que tenemos más puntos de convergencia que de divergencia. La intransigencia caprichosa no ha conducido jamás a nada, el sectarismo onanista tampoco.

 

Si no nos dejamos de ver la vida en tonos de blanco y negro y empezamos a agruparnos por matices vamos a terminar constituyendo un mar de islas dispuestas a guerrear las unas con las otras.

 

Disgregados es como nos quieren, ¿les daremos el gusto?

 

 

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