Necropolítica

 



 

Hoy estoy desganada, realmente. Mis hormonas, dirá el hombre, quien conoce mi cuerpo mejor de lo que me conozco yo misma. Y será, seguro, una es un conjunto de cuerpo y espíritu, pero cuando el cuerpo está a media máquina, todo se torna cuesta arriba.

 

Y sin embargo hay más. Hay más, es una sensación en el estómago que se acrecienta por momentos y se traduce en una indignación sorda que no cede pero tampoco estalla, persiste.

 

Hoy pensé mucho en los muertos. Pensé en cómo es tan habitual que se utilice a los muertos, porque ellos no se pueden defender. A eso le llamo yo la necropolítica. No solo a hacer política de la facultad propia de decidir sobre la vida y la muerte de los subalternos, sino a este obsceno revoleo de muertos que debemos soportar a diario en estos tiempos distópicos que nos toca atravesar.

 

Pensaba que estamos acostumbrándonos a apilar muertos pero que también estamos acostumbrándonos a jugar con los muertos cambiándolos de ropaje y de lugar, profanándolos, jugando un poco a creernos Dios.

 

Sí, esto viene por los famosos cien mil muertos por coñovirus, pero también viene por todos los otros muertos que juegan en la política porque alguien los enuncia y los coloca donde no van.

 

Los peronistas tenemos por cristianos un enorme respeto por la muerte, pero también por ese dolor histórico de haber visto cómo las fuerzas de la antipatria profanaban los cuerpos de nuestras máximas figuras. Por eso será que nos duele tanto cuando alguien nos viene con eso de que hay que “actualizar” la doctrina, pues instintivamente queremos proteger intacta e inmaculada la imagen y la obra de quien fue y será siempre nuestro líder. No queremos que se toque ni se mancille la obra de Perón.

 

Pero después hay otros muertos. Hoy escuchaba a la vicepresidenta diciendo entre sollozos que ella solo quería honrar la memoria de su esposo, dejarles a sus hijos y a sus nietos un país mejor que el que aquel hombre había recibido en el año 2003. Y me preguntaba: “¿Y qué diría Néstor de todo lo que ha pasado desde el 27 de octubre de 2010 hasta el día de hoy?”.

 

Contrafactual, pero me sonó sucia esa declaración, dadas las circunstancias. Sinceramente no me imagino a Néstor avalando determinadas cosas que hoy veo. Claro, si alguien tiene derecho a utilizarlo y a hablar por él es ella, al menos como hombre, pues ha sido su compañera de vida durante décadas y lo conocía mejor que nadie. Pero desde lo político, qué decir. Es como Perón, dejó registro de su pensamiento, tiendo a congelar ese pensamiento y a valerme de él como testimonio de que muy probablemente Kirchner no estaría de acuerdo con la premisa de que el país se dirige hacia un estado de situación más beneficioso para el pueblo argentino que el programa de gobierno que él emprendió en 2003.

 

Pensaba en el pobre Héctor Timerman, quien hasta el día de hoy es revoleado de la lengua para afuera como escudo para sentirse libre de pecado cuando uno comete una atrocidad. Hace unos días algún “influencer” del kirchnerismo justificaba que al senador Esteban Bullrich, quien se encuentra atravesando una difícil situación de salud, lo dejaran varado en el exterior de donde pretendía regresar luego de haberse sometido a un tratamiento médico. Decía este señor palabras más palabras menos que el gobierno tenía el derecho del mundo de negar a Bullrich la entrada al país porque el gobierno anterior no había permitido a Timerman salir cuando necesitaba un tratamiento en etapa terminal de un cáncer. Dicen esas cosas quienes se jactan de haber vuelto mejores.

 

Y claro, pensaba en Alberto Fernández y en Sergio Massa, presentes con sendos paraguas en la marcha que se realizó aquella vez para pedir justicia por otro muerto, el fiscal putañero suicidado Natalio Nisman. ¿Cómo no van a hacer necropolítica ahora si es su modus operandi histórico? Antes la hacían de la mano de Macri para voltear a Cristina, a aquella Cristina, hoy de la mano de esta otra Cristina la hacen para aterrorizar al pueblo y mantenerlo sumiso ante la brutal crisis.

 

No salgas, no te muevas, no reclames, porque la muerte te acecha a la vuelta de la esquina. ¿No ves que hay cien mil muertos que se enfermaron por culpa de quienes se atrevieron a salir de sus casas? De un lado de la grieta artificial necesitan muertos para desmovilizar a la sociedad, culparla por los muertos en cuestión y victimizarse ante la “oposición”, en el contexto de una gestión que nada bueno tiene para mostrar, solo agujas y terror.

 

Del otro lado de la grieta artificial usan los muertos para jugar a oposición. A nadie le importan esas cien mil familias que están sufriendo pérdidas.

 

Porque me consta que es abismal el número de muertes que se podría haber evitado si unos y otros hubieran procedido de otro modo, como estoy segura de que las cifras son engañosas y en todo caso, también sé que las muertes suceden y que si se cuenta desde el primero hasta el último de los fallecidos por una patología en el tiempo más tarde o más temprano los números serán altos por mera acumulación.

 

El error o quizá el problema está en ponerse un tope desde la soberbia de que uno no va a llegar a ver ese número y contrastarlo con otra variable para servirse en bandeja uno mismo. Cuando el presidente dijo que prefería un diez por ciento más de pobres antes que cien mil muertos de coronavirus estaba jugando una apuesta riesgosa, pues los cien mil llegarían inevitablemente y la pobreza creció más que solo diez puntos. Será materia del análisis del lector determinar si esa declaración no era la salvaguarda de su propia gestión, a sabiendas de que el número llegaría. Quise pero no pude, no me dejaron, el pueblo se equivocó, salió a la calle, osó ser feliz, osó viajar, osó vivir y eso es imperdonable, los cien mil muertos son suyos, argentinos, porque son un pueblo de mierda que no se fuma eternamente el discurso del encierro y del bozal. Son ustedes y la oposición los asesinos de esos cien mil, yo lo único que hice fue cuidarlos y así me pagan, con la desobediencia, la deslealtad y la muerte. La lógica del marido golpeador, digamos. No sería la primera vez que este gobierno la aplica.

 

Y después tenés otros muertos, que ya no interesan. Los mismos que ponían el grito en el cielo cuando en la provincia de Buenos Aires volaban maestros por los aires hacen oídos sordos cuando lo propio sucede en Neuquén. Eso es necropolítica, ¿se ve? Eso es utilizar a los muertos cuando me conviene y para lo que a mí me conviene y olvidarme de ellos cuando tengo el poder.

 

Así que sí, puede que esté de hecho con las hormonas afectando mi estado de ánimo, pero creo que lo que estoy es asqueada de la vida. Porque sí, en la vida hay solo dos certezas: el sexo y la muerte. El primero reproduce el número de los hombres (al igual que los espejos y por eso ambos son abominables) pero también nos define en nuestra constitución y nuestra identidad, aún los más virgos están condicionados por el sexo y la sexualidad, ya lo supo Freud. Pero la muerte es lo que determina que queramos vivir, y a la vez garantiza nuestra contingencia como individuos. Somos para-la-muerte, diría Heidegger, queremos vivir porque sabemos que somos mortales. No sabemos qué vamos a comer la semana que viene pero sí sabemos que nos vamos a morir algún día. La muerte es lo más natural de la vida, por paradójico que suene. Pero aquí lo inmoral es usar a los muertos cual si de souvenirs se tratara y revolearlos de un lado para el otro.

 

Eso no tiene perdón de Dios, es un pecado que habremos de pagar aquí o en el otro mundo en algún momento.

Comentarios

  1. Qué claridad; en especial, la que tiene que ver con la elefantástica cerrada de upite de Ctera ante la muerte de la docente neuquina: una gran hipocresía.

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