Para hacer bien el amor hay que leer a Perón

 



 

En filosofía existe una máxima que afirma que no se puede ser y no-ser a la vez. Es una de las primeras nociones más intuitivas de la ontología o la metafísica. Por ejemplo: no se puede ser un ente animado (vivo) y materia inorgánica (sin vida, un mineral) a la vez. No se puede ser A y no-A al mismo tiempo.

 

Esta ley universal no admite contraejemplos, pero a menudo cometemos el error de aplicar ese principio básico de la metafísica —y de la ontología, no lo olvidemos, esto es, la parte de la filosofía que estudia a los entes, es decir, a los objetos que existen, que son­— a situaciones en las que no tiene calce porque lo que estamos considerando no son entes sino ideas o categorías y que no necesariamente tienen por qué tomarse una como la antítesis de la otra. Paciencia, sé que viene muy teórico el asunto, pero tiene un punto, aunque antes de seguir voy a dar algunos ejemplos para que nos entendamos mejor y podamos avanzar en el razonamiento.

 

Pensemos en la entidad “blanco”, que representa la unión del espectro lumínico completo. ¿Tiene un opuesto? Claro, es la ausencia total de luz, el negro. ¿Se puede ser blanco y no-blanco (esto es, negro) a la vez? No. Lo que es blanco es blanco y lo que es negro es negro, son dos entidades antitéticas, excluyentes. En el medio se sitúa la escala de grises pero entiéndase que por definición blanco y negro son completamente antagónicos. 

 

Pero después no falta el recién caído del guindo que te dice, por ejemplo: “Vos que decís que no sos de derecha ni de izquierda sos de derecha”. A lo que uno, que es peronista y por lo tanto no es de derecha ni de izquierda sino de tercera posición debe responder: error. ¿Pero por qué es un error? Bueno, pues, porque la derecha y la izquierda políticas no son entes, son categorías y no son antitéticas entre ellas, admiten un abanico de posibilidades. Cuando alguien asume que quien no se reconoce a sí mismo ni de derecha ni de izquierda es necesariamente de derecha lo que está haciendo es presuponer que el universo responde efectivamente a esa organización espacial artificial, lo que es estrictamente mentira. No existe una raya que separe en el espacio de manera horizontal dos hemisferios del mundo en derecha e izquierda. De modo tal que así como un día surgió esa categorización allí por 1789 y perdió actualidad doscientos años después, cualquier otro día alguien más puede perfectamente haber inventado una nueva forma de organizar las ideologías políticas y reconocerse a sí mismo como no respondiendo ni a lo que fue artificialmente dado en llamar “izquierda” ni a lo que fue dado en llamar “derecha”, sino a una identidad novedosa, la tercera posición.

 

Y con el feminismo pasa exactamente lo mismo. Cuando las feministas llaman machista a todo el universo de personas que no comulgamos con su cosmovisión sesgada están incurriendo en esa misma falacia, presuponen que el universo humano se divide en dos cajones, feminismo y machismo, y que quien no se identifica con las premisas que sugiere una postura entonces debe aunque sea por descarte ser arrojado al canasto del machismo. Pero la realidad es un poquito más compleja. Yo, argentina.

 

Y aquí se impone una aclaración: sé que este planteo no es original en mí, lo que venido reformulando mucho a lo largo del tiempo. Pero no por mero capricho ni por falta de temas de la realidad para abordar sino sencillamente porque considero que es mi deber. Pero, ¿por qué? La razón práctica es de lo más elemental: los docentes somos plenamente conscientes de que el ser humano, por animal, aprende como todos los demás animales por repetición. Una idea no llega a imprimirse en el espíritu si se oye al pasar y jamás se vuelve a ella, para cosechar es necesario sembrar y esto implica que el cultivo eche raíces.

 

Después está la cuestión de la comunicación, pues como nos ha enseñado Mirtha, el público se renueva y no podemos pretender que las personas que recién se acercan a nosotros tengan ya sabido de memoria todo nuestro repertorio de conceptos, sería una pavada y un rasgo de soberbia. ¿Vos quién sos, Rosario Meza, por qué se supone que yo tengo que saber lo que vos venís repitiendo hace años si te acabo de conocer? Se comprende, ¿no?

 

Pero después vienen las razones éticas, que son importantes. ¿Y cuáles serían las motivaciones éticas que podría tener yo para vivir pegándole al feminismo? La razón fundamental es porque alguien lo tiene que hacer. Cuando una doctrina busca imponerse como hegemónica al interior de la comunidad pero resulta ajena o directamente contraria a los intereses del pueblo es necesario que alguien haga lo máximo que esté a su alcance por ejercer un rol de tapón para que por lo menos circulen otras doctrinas. Recordemos siempre que en la física como en la política —entendida en sentido genérico como ciencia de lo que atañe al pueblo, a la polis, es decir, como ciencia de lo social— funciona el principio de horror vacui. Allí donde una doctrina no es fuerte y no se impone, otra se cuela y termina permeando al interior del aparato psíquico de la comunidad, también llamado la idiosincrasia.

 

Y en este tiempo solo puede hacer las veces de fusible para inmolarse por la doctrina justicialista en contra del feminismo una mujer. Un hombre no resistiría el primer embate, sería derrotado y “cancelado” a la primera. Una mujer tiene un poco más de espaldas para decir ciertas cosas que me permito decir yo porque como mujer nadie me va a cancelar por macho… O por lo menos nadie que tenga dos dedos de frente.

 

El caso es que vengo pensando una vez y otra en esto de la educación sexual integral y en el hincapié que esta hace en que sea el Estado quien por ejemplo provea de anticonceptivos a las personas para que puedan planificar su maternidad/ paternidad.

 

Y pensaba: ¿y por qué eso debería ser así? ¿Por qué debería yo necesariamente requerir de la asistencia del Estado para evitar un embarazo no deseado o una enfermedad de transmisión sexual? Yo soy peronista, a mí no me va eso. Lo que persigo como ideal no es que el Estado me provea, sino que el sueldo me alcance, es corta la bocha.

 

Es decir: si yo quiero gozar plenamente de mi sexualidad tengo todo el derecho del mundo de hacerlo sin tener igual número de hijos que de polvos practicados y sin la mediación del Estado. ¿Por qué tengo que ir a la salita a que me den forros? Yo debería poder pagarlos de mi bolsillo todas las veces que se me antoje porque eso es justicia social, no me vendan gato por liebre.

 

Justicia social no es que el Estado se encargue de repartir forros y pastillas a los pobres para que estos cojan pero no se reproduzcan porque en definitiva la función del Estado es antes que nada combatir la pobreza, no combatir a los pobres. Perdón si suena áspero, pero es así.

 

Los pobres deberían dejar de ser pobres y todos los habitantes del territorio deberían tener el derecho de elegir si quieren tener veinticinco hijos por familia si se les da la regalada gana. Y ojo: estoy hablando desde lo ideal, eh, a no confundirnos. No estoy en contra de las campañas de salud reproductiva ni en contra de la entrega de anticonceptivos o métodos de prevención de las enfermedades de transmisión sexual, no. Estoy en contra de que se las considere un fin en sí mismas y no un simple medio.

 

Pongo otro ejemplo para que se entienda.

 

Cuando los peronistas protestamos en contra de las ollas populares no estamos pidiendo que se cierren las ollas populares y que quienes comen allí un plato de guiso se queden sin la única comida del día, no. Estamos poniendo el grito en el cielo en contra de que deban existir políticas de asistencialismo en un país en el que todo está por hacerse y debería existir el trabajo. Entonces aceptamos la olla popular pero no como un fin en sí misma sino como un medio para tender una mano a quien hoy lo necesita para sobrevivir. El fin es la producción, es el trabajo, la olla popular es un medio. ¿Se ve?

 

Y con las campañas de entrega de anticonceptivos pasa exactamente lo mismo. Son un medio para asistir a quienes no tienen herramientas para acceder a determinados bienes sanitarios en la actualidad, pero el fin es otro.

 

El fin es la comunidad organizada.

 

Vos tenés que poder ir a la farmacia y comprar lo que se te antoje. Si querés comprar anticonceptivos tenés que poder comprar anticonceptivos al precio que estén y si querés no comprarlos tenés que poder no comprarlos y tener doce hijos uno atrás del otro si se te da la regalada gana.

 

Y tenés que poder darles de morfar a todos, vestirlos, educarlos y darles un techo digno a todos con el fruto de tu trabajo. Es tu derecho. Eso sí es justicia social.

 

Pero no, se nos dice que nos beneficia a todos que los pobres tengan ESI y anticonceptivos gratis porque entonces habrá menos nacimientos de niños pobres y habrá que entregar menos planes. O sea, no piensan que deba generarse trabajo, sino que hay que reducir la población de pobres y entregar planes a los que lleguen a la adultez.

 

Se nos dice aquí en Argentina, un país que tiene la extensión de toda Europa, pero una población equivalente a la de un país solo de ese continente que en el mundo hay demasiadas personas, que hay superpoblación, que si amamos a la Tierra lo más ecológico es que no tengamos hijos pues lo mejor que le podemos hacer al mundo es extinguirnos.

 

En paralelo, en países como China están permitiendo que las familias en vez de dos hijos puedan tener tres y en Rusia el Estado les otorga una jugosa asignación a las madres cada vez que tienen un hijo, todo para que esas poblaciones crezcan y mejoren un crecimiento vegetativo que a estas alturas está muy envejecido.

 

Macanudo, acá en Argentina sobramos y los chinos quieren ser más. ¿No será que alguien quiere que les hagamos espacio a los chinos para que puedan ser más ellos, che? Lola, yo no quiero eso. No quiero que el planeta les pertenezca a los chinos, quiero que la Argentina nos pertenezca a los argentinos, ¿es tan difícil de entender?

 

Mientras que el feminismo está buscando como un fin en sí mismo que el ser humano no se reproduzca yo que soy peronista quiero que los argentinos poblemos nuestro territorio y nos apropiemos de una vez de él. Quiero soberanía, todo tiene que ver con todo, la realidad es compleja.

 

Y cuando me dicen que es necesaria la ESI para que se erradique la violencia de género y que el sexo es una forma de reproducción de los mecanismos de opresión y toda esa sarasa sin sentido digo: chicas, desde que ustedes se hicieron con la manija en el Estado no paran de crecer la violencia y los femicidios, ¿y si por una vez en la vida encaramos desde otra óptica la problemática y nos dejamos de arengar la guerra de todos contra todos o más precisamente de la mujer contra el hombre? Solo un loco o un necio pretende repetir una receta para obtener resultados diferentes.

 

Está claro que la sarasa de género no ha conducido a nada más que a una exacerbación de la virulencia de parte de los extremos (feminismo y machismo) que se traduce en violencia al interior de la comunidad. Eso sumado a la cuestión social que nos demuestra una vez más que la realidad es compleja y es transversal y todo tiene que ver con todo, porque hay más violencia en todas sus formas en un país en crisis económica, social y de valores.

 

Y hay más y mejor sexo en una sociedad en la que el trabajo te rinde, podés planificar tu vida, tu futuro, si un día se te canta dejar de laburar para encarar un embarazo y la crianza de tus hijos en paz podés hacerlo tranquilamente porque con el salario de tu pareja basta para vivir, etcétera etcétera. Nadie tiene las mismas ganas de coger cuando es feliz que cuando es desdichado y entonces todo tiene que ver con todo y no existen las casualidades.

 

Sí, llámenme machista. No lo soy, la realidad no se organiza como ustedes creen ciegamente en compartimientos estancos definidos arbitrariamente.

 

Soy peronista, de tercera posición y afirmo cada día, parafraseando a Raffaella, que para hacer bien el amor hay que leer a Perón. Los días más felices y más gozosos fueron y serán peronistas. Si organizamos la comunidad cogemos bien todos.

Comentarios

  1. Clarísimo!! La plenitud va de la mano con el peronismo todo se resume en la felicidad del pueblo.

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  2. Creo que la "política Peronista" es buena, solo que algunos no la saben usar. Aclaro, no soy Peronista ni Macrista... Perón fue Perón. No va a haber otro como él.

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