Caras de piedra

 



 

En el día de hoy tuvo lugar un hecho singular que merece atención, pero nadie se la presta porque no es conveniente.

 

Lo que pasó fue lo siguiente: un evento pensado para pudrirla fue tomado con respeto y altura por el pueblo doliente y se transformó en una manifestación pacífica y respetuosa de dolor.

 

Sí, me refiero a la llamada “Marcha de las piedras” que convocó la facción Juntos por el Cambio del pacto hegemónico.

 

Imagínense estar convocando a amigos y familiares de personas que desde marzo de 2020 hasta hoy fallecieron presuntamente por coronavirus a llevar una piedra a Plaza de Mayo. Es evidente que la convocatoria estaba pensaba para armar desmanes. No estamos hablando de rosas ni de velones ni de grullas de papel, a quienquiera que haya pensado la iniciativa se le ocurrió invitar a los familiares de ciento siete mil personas a llevar consigo sendas piedras ahícito nomás frente a la casa de gobierno. No existen las casualidades.

 

Y sin embargo el pueblo se congregó pacífico, cada uno depositaba sus piedras en la plaza, muchos lloraban o rezaban una plegaria, y se retiraban. Las imágenes eran elocuentes: el número de rocas habla del número de personas que pasaron por allí.

 

Pero como no podía ser de otra manera, la manifestación fue ninguneada por los medios oficialistas, que tomaron la parte por el todo y les sacaron la foto a algunas viejas que odian a la vicepresidenta desde siempre y que también estuvieron presentes allí, aunque no parecían ser el grupo mayoritario ni de cerca.

 

Y siempre con la bajada de línea habitual acerca de que siempre desde que gobierna el Frente de Todos toda manifestación que se haga visible para protestar en contra de algún aspecto del gobierno debe ser necesariamente “macrista”, “quemabarbijos”, “antivacunas” y “negacionista del virus”. Vaya, qué simpático grupo de negacionistas aquel que rinde homenaje a los muertos por el virus.

 

Y debo hacer la salvedad: más de una vez una servidora me he manifestado dudando del relato oficial acerca de la pandemia, he sido en todo momento muy crítica del rol que ocuparon los medios masivos de comunicación desde el momento cero de esta contingencia, los considero en gran medida responsables directos de muchas muertes, por insuflar terror, por literalmente enfermar de miedo a la población, minando su espíritu y por lo tanto, su salud. También he sido más que crítica de la comunidad médica que se tomó a sí misma como acreedora de la verdad revelada sobre un acontecimiento del que no existían antecedentes y por lo tanto no podía haber expertos. También es cierto que he criticado al gobierno nacional duramente por todo el manejo que hizo de esta contingencia, porque no supo cómo manejar la economía, aterrorizó al pueblo, reprimió, condujo a través del miedo y se presentó a sí mismo como asesorado por los “expertos”, cuando sigue sin existir expertos y la medicina sigue actuando sobre la marcha, cambiando el discurso a su antojo todos los días.

 

Y no me muevo de mi postura, sigo creyendo que dentro de ese número atroz hay una ínfima porción de muertes que en rigor se pueden atribuir al virus y una enorme mayoría fruto de la profecía autocumplida: la histeria de quien va corriendo a internarse por un resfrío, el recurso a médicos que no estaban preparados para llevar prácticas de riesgo que se prescribían como caramelos (la intubación, por ejemplo) y toda una sumatoria de errores humanos consecuencia de la campaña del miedo.

 

¿Pero saben qué? No importa lo que yo crea. Importa que hay más de cien mil compatriotas que murieron en el transcurso de un año y medio y cuyos familiares y amigos están creyendo que se murieron por coronavirus. Y son esos dolientes los que fueron hoy a la plaza.

 

Aquellos a quienes un gobierno les prometió que les cuidaría la salud y finalmente de todos modos perdieron a sus seres queridos.

 

Y ahora hay que aguantarse que quienes se pasaron un año y medio hablando 24/7 de la pandemia, usando a la pandemia de escudo para justificar todos y cada uno de los errores del gobierno que eligieron defender aunque se torne indefendible por donde se lo mire destilen todo su veneno diciendo a esa gente que fue a manifestarse pacíficamente a la plaza que “de piedra tienen la cara” o “que usen las piedras de supositorio”. Y no estoy inventando, lo vi con mis propios ojos y lo oí con mis propios oídos.

 

Y uno se queda en shock, verdaderamente. Me dan ganas de zamarrearlos y decirles: “Reaccioná, hermano. ¿Todo este circo que venís defendiendo, no era acaso por los enfermos de coronavirus, por los muertos y por sus familiares? ¿Ahora te vas a tirar contra los familiares de los muertos, qué carajo te pasa?”.

 

Y es que sí, uno no sabe qué carajo les pasa.

 

Porque fíjense que no tiene sentido suponer que los ciento siete mil muertos y sus familiares sean todos macristas y opositores al gobierno del Frente de Todos. Aquí lo que nos están queriendo decir es que cualquiera que ose hacer cualquier manifestación que deje mal parado al gobierno es macrista y quiere voltear al gobierno, cosa que claramente es elemental que no es así. Qué tiempos serán estos que hay que justificar lo obvio, Dios mío.

 

Fíjense que les pusieron armas en la mano, porque es evidente que las piedras bien usadas son armas, y no las usaron para hacer daño ni para destruir, las usaron para hacer un homenaje sincero.

 

Y hay límites éticos, Dios mío. La muerte se respeta, los muertos se honran y los familiares de los fallecidos se acompañan, no se los criminaliza ni se los trata de destituyentes hijos de una gran puta quemabarbijos y no sé qué más. Uno no se ríe de quienes han perdido a un padre, un abuelo, un esposo o un hijo. Hay un límite, no podemos practicar siempre el vale todo.

 

Y mucho menos cuando se supone que armaste toda la parafernalia para que esos muertos estuvieran vivos. ¿Se ve lo despiadadamente perverso de la operatoria? Hace un año lloraban a moco tendido cuando el presidente ponía cara de circunstancia presentando la filmina con el número de muertos y aplaudían cuando el susodicho les enviaba cariños a los familiares de los fallecidos, y hoy textualmente les dicen que se metan las piedras en el culo cuando salen a honrar a sus muertos. Dicen “salen sin distancia social, dentro de poco se reúnen con sus muertos” y dibujan caritas sonrientes. ¿Cómo se califica a una persona capaz de reírse de alguien que acaba de perder a un ser querido, deseando que muy pronto se enferme y se muera también?

 

Hay cuestiones que realmente me generan taquicardia y acidez estomacal, realmente no puedo concebir que nos hayan desnaturalizado tanto, que nos hayan embrutecido así. Personas que en otro tiempo consideraba paradas en la misma vereda que yo, gente de bien, de trabajo, que yo hubiera creído incapaz de maldad. Y que hoy desconozco, la verdad.

 

Había límites que uno creía en su inocencia que serían infranqueables. Reírse de los muertos era uno de ellos.

 

Lamento si hoy estoy particularmente sombría en mis conclusiones, pero hay veces que la maldad y la hipocresía me pegan tan de lleno que no soy capaz de ver luz posible en este tiempo de oscurantismo.

 

Solo quiero enviar un abrazo a todos los familiares de los fallecidos. No solo a los allegados de quienes murieron presuntamente por la enfermedad sino a todos. Los que murieron por mala praxis, los que murieron por someterse al experimento farmacológico, los que se suicidaron, los que murieron de ACV por la malasangre fruto de la debacle económica, social y moral, los que murieron por enfermedades concomitantes o que nada tenían que ver con el virus pero también murieron porque el virus abarcó todo y los dejaron sin cobertura médica, a todos.

 

Que Dios tenga en su diestra a las almas de los fallecidos y que brinde consuelo a las familias. Y ojalá que sea justicia.

 

Hay muchas deudas que muchos tendremos que pagar en este mundo o en el otro antes de que llegue el juicio final. Que así sea.

Comentarios

  1. excelente lo suyo, como siempre, que bueno que es leer lo que uno quiere expresar pero le faltan las herramientas, gracias

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  2. Este texto es de suma claridad en tiempo tan oscuros y de tanta confusión. Gracias Ro.

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  3. Siempre expresando con las mejores palabras lo que muchos queremos decir. Estamos realmente hartos de la hipocresía de los que se golpean el pecho gritando "empatía", "la patria es el otro", "el amor vence al odio" pero son los primeros en considerar al pueblo como su enemigo cuando éste se sale de lo que ellos consideran "el bien". Estamos en tiempos difíciles, no sólo por lo económico sino también por lo moral, donde las palabras valen según la conveniencia de cada uno y dejan de estar definidas por lo que dice el diccionario.

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  4. Me siento muy identificado. Es algo que yo, humildemente, visualicé hace un tiempo, cuando los Orlando Barone de la TV empezaron a acusar de golpista a cualquier voz disidente, y luego cuando los "nuestros" empezaron a dividir el país señalando con el dedo a quienes habían votado a Macri como los enemigos; ahí advertí que nos estábamos metiendo en una guerra de facciones en la que sólo importaba tener razón, porque forrear a quien piensa distinto es hacer cualquier cosa menos política (sobre todo cuando es muy obvio que para gobernar necesitás que el que no te votó antes te vote luego).
    Me parece que una contribución muy potente a este fenómeno es la disociación entre la política y la realidad; se discute más sobre relatos y construcciones de sentido que sobre la realidad misma, y eso también hace que los sobreideologizados cada vez nos hayamos cerrado más en nosotros mismos, adoptando discursos que sólo cobran sentido en una burbuja específica, imposibles de reproducir en la cola de la verdulería.
    Ahí es donde el peronismo tiene que volver a marcar una disrupción.

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