Indignación selectiva

 

Estoy en medio de una crisis de apatía y no tengo ganas ni de escribir. De hecho, hace muchos días que no escribo, estoy empantanada en un estado de quesevayantodosalaputaquelosparió constante y latente que me gustaría manejar. Incluso se traslada a mi vida personal, mi compañero me pregunta cómo estoy y no sé qué decirle, me dice que estoy mal y que está preocupado por mí y no sé qué decirle, porque en algún punto tiene razón.

Hoy veía cómo a todo el mundo le causaba tanta indignación la palabra de un diputado tirabombas cuya función en el pacto hegemónico es la de precisamente generar cortinas de humo para que hable la gilada, y me quería morir. Me quiero matar o meterme debajo de la cama y quedarme ahí por dos siglos o así. Estoy completamente harta. Humo, humo y más humo mientras (de acuerdo con el sistema de medición actual) seis de cada diez niños comen salteado en nuestro país. Nos indignamos tanto por el “maltrato” a una mujer y nos da lo mismo la destrucción paulatina pero ininterrumpida y evidente de nuestros medios de vida.

Hoy me tocó ver de cerca cómo la misma persona que estaba a las puteadas frente a la tele indignándose por las declaraciones del diputado machirulo, horas después se quedaba en cero en la cuenta bancaria luego de pagar las cuentas y las deudas, el mismo día del cobro. 

Veía la indignación de esta persona y no pude evitar comentar: “Hace cuarenta minutos que están hablando acerca de la funcionaria y el diputado. ¿No pasa nada más en este país?”. Y me responden que tengo razón, porque al fin y al cabo muestran eso pero va a quedar todo en la nada, que a Julio De Vido se apresuraron a desaforarlo y meterlo en la cárcel, pero a Iglesias no. Y no pude evitar reírme. “¿Pero vos querés que lo metan preso por escribir un tuit, porque a De Vido lo metieron preso?”. 

Es que es así, no sé por qué tenemos que ver el currículum vitae de medio funcionariado en solidaridad por la funcionaria “agredida”, no sé por qué tenemos que ver cómo todo el mundo se suma a ese circo. Parece una burla, me muestran todos el CV pero ninguno me puede resolver el pequeñísimo problema de que uno de cada tres hogares en la Argentina estén sumidos en la pobreza. Sí, chicos, están todos muy formados en universidades de prestigio internacional, sí, pero entonces, ¿no saben, no pueden o no quieren gobernar bien, para la grandeza de la patria y la felicidad del pueblo? Mucho título, mucho piripipí, pero el pescado sin vender.

Los currículums de las funcionarias no me llenan la barriga.

En cambio, me indigna el hambre, como me indignaba cuando gobernaba Macri, aunque muchos de los que hoy no se percatan de que están pasando más hambre que cuando gobernaba Macri se indignan por el diputado machirulo y ya no se indignan ni por estar pasando más necesidades ni por el hecho de que quienes los empujan a pasar más necesidades son los mismos que ellos votaron para hacer lo contrario de lo que hizo Macri, aunque terminaron haciendo lo mismo. 

Mientras ejercemos la indignación selectiva el ajuste pasa y ni nos mosqueamos. Cuando Macri les daba a los viejos una pensión universal por adulto mayor equivalente al ochenta por ciento de la jubilación poníamos el grito en el cielo, cuando Alberto Fernández propone jubilar anticipadamente a los viejos otorgándoles el ochenta por ciento de su correspondiente jubilación aplaudimos, una para la justicia, decimos. Y sin embargo estamos frente a procesos perfectamente análogos, pero antes se imponía indignarse y hoy se impone aplaudir. 

Y entonces nos pasa eso, que queremos mandar a todo y a todos a la puta que los parió porque no vemos salida posible a este circo. Y eso no está bien, es el estado de ánimo al que nos quieren conducir con el circo en cuestión, y quienes vemos la operatoria tenemos el deber de no permitir que se nos haga decaer la fe. Porque un pueblo sin fe es un pueblo sin alma.

Este es el resultado del estado de anomia latente, no hay autoridad, no hay conducción y crecemos en descontento porque no vemos una salida, no nos representa nadie y nos sentimos a la deriva. Sigo sosteniendo con miedo que hay solo dos salidas posibles a esto, no hay más posibilidades en el horizonte. O la cosa estalla por los aires o nos entregamos como carneritos a nuestra propia perdición.

La operatoria del poder está demasiado en evidencia pero nunca hemos de subestimar el poder de la negación. Está a la vista, los actores se regodean en ella y nosotros aquí estamos, sabiendo lo que sabemos sin que los que no quieren creer nos crean, condenados a decir la verdad como Casandra. Mientras a nivel de cuadros medios “oficialismo” y “oposición” juegan a pelearse por los dichos de un diputado que “odia a las mujeres” a nivel de las cúpulas pactan una alternancia ordenada entre dos modelos A y B de administración de la dependencia. 

Mientras se nos invita a salir a la calle por el 17 de octubre para seguir pegando al peronismo a este fracaso presente que en cualquier momento hace eclosión, desde el propio partido se encargan de promocionar intentos seudoliterarios disfrazados de sátira acerca del peronismo y apenas atinamos a denunciar el machismo de este peronismo retrógrado que no deja que nadie que haya nacido con vagina ose escribir sobre él.

No, no importa que haya muchas mujeres que escribimos acerca del peronismo y que no se nos tire nadie en contra por hacerlo, porque lo que hacemos es escribir sobre el peronismo, no sobre cosas que nada tienen que ver con el peronismo, pero que le ponemos ese nombre porque sí, en el mejor de los casos porque somos unas progres que practicamos el entrismo de manera desembozada y en el peor de los casos porque nos pagan para eso, con el propósito expreso de implosionar al peronismo desde sus entrañas para eliminarlo de la faz de la tierra. Acá lo que hay que hacer es indignarse por el machismo, porque nos discriminan por tener concha.

Es que la indignación selectiva funciona así, la consigna es indignarse por todo menos por lo indignante, o en todo caso, indignarnos de lo que está de moda de acuerdo al lado de la grieta artificial en que hayamos caído en un momento dado de la historia. ¿El segundo candidato a diputado por el oficialismo en el distrito más populoso del país dice una barbaridad acerca de por qué se perdieron las elecciones, alegando que “una vecina le dijo” que con más platita las fotos de Olivos no hubieran causado el mismo efecto? Lo dejamos pasar como quien oye llover, porque ese es de “los buenos”. Claro, si hubiera sido Macri o Iglesias hace dos años quienes hubieran dicho una cosa como esa otro gallo cantaría, pero como lo dice un médico “del palo” está bien.

¿Una reconocida intelectual gorila se refiere al embarazo de la primera dama en los mismos términos despectivos en los que toda la progresía se refiere a la maternidad en general? Nos indignamos, porque aunque muy progre y abortera recurrente esa señora está del lado de “los malos”. Nomás es gracioso que las nenas que votan al Frente de Todos bromeen con que desayunan fetos y que los ministros oficialistas digan que un embarazo es “un fenómemo” o un conjunto de células. Como hoy la embarazada en cuestión está del lado de “los buenos” hay que tomar al hijo como una bendición, y no se trata de un manojo de células sino de un bebé. Una vez más, la hiprogresía, la indignación selectiva. 

Y esto es el cuento de nunca acabar. Estoy cansada de que todos los días pasen sin que nada cambie y la operatoria siga siendo la misma. Igual de evidente, igual de inevitable e igualmente enfermiza.

Hasta aquí llego por hoy. Creo que necesito una comedia romántica o largarme a llorar.