Instrumentalismo materialista

 



No es la primera vez que en este humilde espacio cito el trabajo de Daniel James, un historiador británico que precisamente por no haber vivido el peronismo, sino por haberlo visto desde fuera, ha sido capaz de estudiarlo de un modo preciso y aséptico de toda la carga emotiva, positiva o negativa, que los argentinos no podemos evitar volcar hacia un objeto de estudio que nos atraviesa enteramente hasta el día de hoy.


En otras ocasiones he citado de James conceptos como el de “ciudadanía”, entendida en sentido no solo político o civil sino enteramente económico o “impacto herético” del peronismo, en el sentido de subvertir el orden establecido de su época para producir en manos de la masa ascendida a pueblo un nuevo orden de cosas en el que la experiencia de ignominia que se había radicalizado sobre todo en la década infame pasa al olvido a través de la toma del espacio público por parte de ese actor colectivo que es el pueblo peronista.


En lo particular, desde el punto de vista de una persona que ha estudiado la historia como auxiliar de la literatura, un académico como James, observador y que sabe escribir, resulta estimulante aunque uno quizás pueda no coincidir ciento por ciento con su perspectiva. Por eso siempre lo rescato y lo respeto como profesional. 


El caso es que desde hace unos días vengo recibiendo de parte de varias personas aclaraciones que van más o menos en el mismo sentido, con signos opuestos pero siempre apelando al mismo concepto, el de materialismo. Y recordaba entonces a James, quien en un bello texto publicado hace muchos años, en 1987, en una vieja revista de análisis político que se llamaba Desarrollo Económico, discutía con lo que él llamaba materialismo reduccionista, instrumentalismo materialista o reduccionismo instrumentalista, que él atribuía a los historiadores marxistas o filomarxistas. Un concepto interesante que me gustaría resumir aquí. 


Afirma Daniel James que una parte de los historiadores que lo antecedían en orden cronológico en el estudio del peronismo, tales como Juan Carlos Portantiero o Juan Carlos Torre, habían dejado trunco el análisis del impacto herético del peronismo, poniendo el énfasis de manera exclusiva en la cuestión instrumental, en el hecho de que, secretario de Trabajo y Previsión mediante, los trabajadores habían obtenido reivindicaciones laborales que por muchos años habían demandado sin que otro político les hiciera caso. Y supuestamente por eso los trabajadores argentinos habían sido peronistas, una lealtad que en más de una etapa de la historia significó que por abrazarla un trabajador debía estar dispuesto a darlo todo, incluso la vida. Parecía una explicación insuficiente.


Pero no se trataba solo de eso, decía James, lo que pasó fue que “con Perón todos éramos machos”. Es decir, que el peronismo fue capaz de dar al trabajo la dignidad del reconocimiento como motor vivo de la patria y a los trabajadores, como unidad de la comunidad organizada y de las organizaciones que la componen, tales como las organizaciones gremiales sindicales o empresarias. 


En el peronismo el individuo no es un individuo arrojado al mundo, es un individuo contenido por la comunidad y eso no solamente posee una dimensión económica sino, y sobre todo, posee una dimensión cultural y ética, pues el individuo no se realiza si a su vez no se realiza la comunidad toda. Ese es el límite del instrumentalismo materialista.


Pero a la vez existe una dimensión pragmática del peronismo, que está tan íntimamente entrelazada con la moral peronista que a menudo se pierde la dimensión ética porque se puede dar por sentada cuando uno es peronista y no es capaz de ver el mundo sino a través de ese filtro. Voy a ver si me sale explicarme mejor. Voy a hacerlo a través de un ejemplo. 


Cuando en un contexto como el actual una servidora critico la ausencia de visión de futuro en la campaña electoral, por ejemplo, quizás hago referencia a hechos concretos que no tienen ocurrencia en la actualidad y cuyo suceso no pareciera ser inminente, como por ejemplo un plan de poblamiento del territorio, planes de vivienda, o lisa y llanamente la creación de trabajos que permitan a la población una vida medianamente previsible, estable y con proyección a futuro. 


Digo: qué reverenda cagada, a pesar de que aquí en esta tierra un joven puede estudiar y cultivarse de manera gratuita, somos una generación de sobreescolarizados más pobres que nuestros padres y nuestros abuelos, y ello quizás suene materialista. Pareciera que quiero que me resuelvan la vida, pareciera que estoy despotricando contra el país o sumando al clima de desánimo generalizado.


Pero déjenme decir a mi favor que nada más lejos de la verdad. Yo no quiero que me resuelvan nada, no quiero que me regalen nada y no es una cuestión puramente económica la que me preocupa. Yo no estoy discutiendo con el precio del salario, estoy discutiendo su valor y el valor del esfuerzo de todos los argentinos que nos matamos media vida estudiando en una universidad para llegar a la madurez disgregados y sin horizonte de futuro no desde lo material, sino desde lo cultural. Lo que estoy diciendo es que vivimos en una patria en la que ya no se discute la justicia social, que nos venden sucedáneos de satisfacción porque no nos pueden ofrecer comunidad, libertad, organización, valores éticos que rijan nuestra vida y nuestra conducta y nos conduzcan a un futuro de crecimiento y desarrollo de la patria en su conjunto pero de los individuos también. 


“Eso es materialismo”, se me ha dicho, y en sentido contrario se me ha dicho, todo en la misma semana: “no es por ser materialista pero…”.


Y estoy plenamente de acuerdo con lo último, exigir una vida cómoda no es materialismo, es dignidad. Poder planificar, ahorrar, tener un hogar, no son lujos ni son ambiciones excesivas, son derechos. Y si se me va a acusar de materialista por ello, bueno, pues, que lo sea, no me interesan las calificaciones. Yo quiero vivir bien, y no voy a dejar de querer eso porque se le antoje a un puñado de iluminados que yo por perseguir mi bienestar y el de cada uno de mis compatriotas soy materialista.


En lo particular, creo que me lo merezco, me merezco vivir bien como nos lo merecemos todos los que nos matamos laburando toda nuestra vida.


Creo que todos nos lo merecemos por el solo hecho de ser humanos, y que todos tenemos las condiciones de posibilidad de una vida holgada al alcance de nuestra mano como pueblo.


Porque además ya lo hicimos. 


Si mis abuelos analfabetos o con la primaria a medio hacer pudieron asegurarse un porvenir para ellos y para sus hijos, humilde pero seguro, por lo menos con un techo encima de la cabeza ha sido porque por esta tierra pasaron Perón y Eva, y quien deje de lado ese detalle no menor será por malintencionado, por ignorante o por las dos cosas, pero yo no me voy a hacer cargo de las carencias ajenas. 


Si ya lo hicimos, ¿por qué ahora resulta que pedir una vida ordenada y un horizonte de futuro de repente se volvió gorila o materialista? Evita diseñó para los grasitas un chalé igualito al que se veía en las películas norteamericanas, y eso era porque ella supo que eso también era amor. 


Porque el hogar es la unidad elemental de la comunidad, donde moran nuestros niños y nuestros ancianos, los únicos privilegiados. Donde durante la cena nos reunimos a charlar y a soñar un futuro, donde las mamás peronistas adoctrinan a los hijos en el valor del trabajo, la justicia social, la soberanía política y la independencia económica. 


No es ser materialista decir que nuestros jóvenes piensan en emigrar porque no se ven progresando en la tierra que los vio nacer, eso se llama realismo. 


Así que yo estoy tranquila respecto de la humildísima labor comunicacional que desde esta insignificante trinchera he emprendido. Son extrañas algunas acusaciones que me toca recibir, como la de gorila o materialista, me sorprende esa tendencia que tenemos ahora de adjudicarnos la potestad de señalar con el dedo la paja en el ojo ajeno, como si cada uno de nosotros no tuviera sus propias flaquezas.


Estamos adentrándonos en un tiempo oscuro, en el que necesitaremos estar más unidos que nunca. No es tiempo de, como diríamos en el barrio, medirnos la poronga mutuamente. Lo digo porque se avecina un momento de construcción, de congregación, de incorporación de muchos compañeros que van a ir acercándose con una mano atrás y la otra adelante. Va a haber muchos que se van a arrimar porque van a necesitar un abrazo, la contención de un compañero.


Sí, les hemos dicho que el gobierno no era peronista, les hemos dicho que pin y que pan, pero ellos también fueron estafados en su lealtad y en su buena fe. Les dijimos que se equivocaban y quizás no oyeron, pero eso no les amerita el escarnio ni el reto, a nadie le gusta que lo reten por los errores que cometió. ¿Que no habrán leído a Perón tantas veces como los iluminados? Probablemente, o quizás sí pero se confundieron o no supieron ver o no quisieron, no importa, pero tenemos que dejar de apuntar con el dedo, bajarnos del pedestal y acoger, dejar de medirnos entre nosotros y hablarle al pueblo en su idioma, sin sectarismo repelente, sin conceptos abstractos y sin la exquisitez que tanto nos gusta ejercer de señalar con el dedo. Nadie es Perón salvo Perón, pero los que somos tenemos que volver a ascender a pueblo, aunque es preciso que recordemos que antes de eso Perón reunió a todos los trabajadores. Antes de ascender a pueblo tenemos que empezar por ser masa, que no lo somos porque estamos disgregados e insistimos en seguir agrietando la comunidad. 


Somos un mar de islas y todavía hay quienes pretenden repeler los islotes que se van acercando, fluyendo a la deriva como han quedado. 


Y cuando digo hablar al pueblo en su idioma digo eso, hablar más del trabajo, de la patria, del amor, del hogar y de un futuro en el corto plazo en el que le sea dado a un laburante en primer lugar comer todos los días, hacer un asado y guardar todos los meses para la cuota de la moto o para las vacaciones. Eso no es instrumentalismo materialista, eso es justicia social. Si nos dejamos de hablar un poco acerca de los masones o del sionismo y hablamos más de que es necesario que a un laburante no le roben los trescientos pesos que tiene en el bolsillo y la bici que usa para ir a trabajar quizás logremos volver a acercar a los argentinos, a convocar a la masa para luego, a través de nuestra doctrina, ascender a pueblo y reconstruir el peronismo que supimos tener.


Ya los hicimos, podemos volver a hacerlo, pero para ello debemos en primer lugar bajar la guardia, dejar de vernos entre nosotros como enemigos y convocarnos. Para un argentino no puede haber nada mejor que otro argentino.


Comentarios

  1. Estimada señora, la leo, la vuelvo a leer, y la releo.
    Usted esta haciendo un mapa perfecto, del deseo social argentino, y tal como Usted lo piensa, no se trata de “una idea”, o “la idea” de una persona peronista, sino que manifiesta las ganas de que Argentina vuela a ser (que no lo será nunca, porque el tiempo es intemporal, lo que paso jamás resurge, sino que se transforma, desaparece y se genera, o se regenera.
    No sé cómo hacer, como decirlo que NO HAY SOLUCION, porque nuestra “economía” no existe, se define la palabra economía para hablar de los movimientos de dinero y divisas, pero economía significa, tener reservas, un PBI en activos que no tenemos, el Merval no corresponde a la realidad financiera, que pueda generar 10 mil dólares de ganancias al cierre de la bolsa. Todos los valores están comprometidos, y ningún redito se puede inyectar en una creación de recursos sustanciales. Si yo gano dinero en este País, no lo invierto en un proyecto sino en muebles – inmuebles, raíces o insumos provenientes de la importación porque aquí no se produce. Por favor no me hable de la Yerba al precio que esta….
    No le podemos pedir a nadie, a nadie, crear trabajo, ni pensar en construir, en que cabeza cabe que, en Argentina, o Brasil, se construyan viviendas y hacer desaparecer las villas, NO EXISTE un proyecto, porque se rompió el Patrimonio Nacional Estable, nada es estable en Argentina.
    Lo siento, lo lamento, que Usted queriendo hacer las cosas bien, vaya al choque con mucha gente.
    No soy peronista, siento el deseo como Usted de ver otro País, pero por desgracia solo, pura y únicamente puede haber un cambio si a nivel Universal se instaura el deseo de terminar con la pobreza. Yo moriré y esto no ocurrirá, ni mucho menos lo siguiente:
    Carta Universal de punto final a las drogas y restitución de las economías. Si las drogas deben existir que exista a través del poder del estado, unificando (ahora si) La economía, digo, ahora si, porque las drogas dejan ganancias y se pueden crear hospitales, y tener una economía de beneficio, pero ese ya es otro tema, yo digo NO a las drogas y es un tema de debate universal.
    Pena de muerte UNIVERSAL para el Narco tráfico, pedofilia, corrupción de estado. La pena de muerte a nivel de estado va en contra de los derechos humanos, pero la pena de muerte Universal defiende al buen Ser Humano del mal Universal ………………………….. Etc, etc.
    En Argentina tener un diploma no garantiza ni el 60% la posibilidad de ser actor real de su propia profesión. Por lo cual se debe establecer un Convenio Universal para equiparar el orden intelectual dentro de todas las carreras. Si Usted estudia Aeronáutica en Argentina no se puede comparar a un estudiante de USA, Rusia, o Japón. Si Usted estudia Paleontología en Argentina, puede que tenga mas recursos que un inglés, El suelo argentino es un museo fácil de excavar. Universidad UNIVERSAL de Paleontología en Argentina. Etnología en otro País. Derecho UNIVERSAL con leyes universales.
    Es impensable, se pueden crear y debatir cientos de teorías, pero a la hora de ser pragmático, la realidad social Argentina, deja en evidencia la ruptura total de todo recurso que pueda producir bienestar.
    Se puede pensar en un combate bélico, un choque social, pero tampoco es realizable, por la gran división de poderes y armas. El trabajador no tiene armas, el delincuente si. El índice de pobreza intelectual, cognitivo, por el cual ningún argentino es capaz de acentuar la idea de lucha. ¿Identificar al enemigo? es vernos en un espejo sin ideas, cada uno de nosotros, sin convicción, y viviendo el día a día en nuestra burbuja porque no queda otra.
    Cordialmente,

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