Leones enjaulados

 



Hoy es sábado de veda electoral, voy a empezar este texto con una pequeña anécdota.


Bueno, para comenzar debo hacer la aclaración de que una servidora soy una persona extraña, mi cabeza no funciona igual que la del resto y por eso tiendo a veces a parecer en extremo sensible, en extremo insensible, o un poco monotemática o aburrida. 


Lo cierto es que por la naturaleza de mi mente a veces me pasa que me enrosco demasiado con determinadas cuestiones y me cuesta desenchufarme. Me pasa con la política, por eso cuando me pongo en modo militante Terminator no paro, soy implacable y puedo estar enfocada en eso 24/7. Soy, en ese sentido, la militante que cualquier político quiere de su lado, pero a la vez mi cuerpo lo paga, me provoca insomnio y me veo en la obligación de buscar métodos de distracción para desenfocarme porque de otro modo no paro, mi cabeza es una turbina.


Uno de esos métodos, descubierto recientemente, es el de mirar videos en YouTube. Entonces hay dos o tres personas cuyos videos miro con cierta habitualidad, porque me interesan las cosas que tienen para contar. Y entre esas personas hay una chica que es fotógrafa y pintora, pero además es modelo retirada. 


Y me gusta porque es una chica muy inteligente, que habla acerca del mundo de la moda desde el lado B, no de manera malintencionada, sino desde un lugar de quien ha vivido en ese mundo y lo ha padecido, a quien le hubiera gustado que alguien le diera determinados consejos en su momento. Realmente me cae bien y por eso veo sus videos. 


Pero en el día de ayer me pasó que me sentí particularmente identificada con ella, a pesar de que yo no doy el piné para ser modelo ni mucho menos. 


Contaba que había decidido abandonar el modelaje luego de una experiencia traumática que tuvo lugar durante el último viaje que hizo como modelo a Europa. Allí vivía en lo que se llama una casa de modelos, que como su nombre lo indica es una residencia donde las agencias ubican a sus chicas cuando vienen de otros países. Así que vivía con varias compañeras, pero con la salvedad de que las demás modelos europeas iban y venían de sus países de origen, pues es sabido que en Europa las distancias son cortas y los viáticos son baratos. Pero ella era la única sudamericana y no podía volverse a Argentina durante la temporada baja de trabajo porque los costos le eran en exceso caros y no podía pagar para ir y venir, le resultaba antieconómico.


Y entonces se encontró una vez en temporada baja, sin dinero, sin ocupación y completamente sola, pasando en un país desconocido la navidad y el año nuevo. Y tiempo después, un día colapsó. 


Tuvo un ataque de mareos atroz y debió ser hospitalizada porque no paraba de vomitar. Luego de que la hubieran estabilizado le hicieron estudios y no le encontraron ningún problema físico, hasta que meses después un médico le dijo que había sufrido ataques de pánico.


Y mientras ella contaba la historia yo ya conocía el final, porque me sentía plenamente identificada. Yo también he padecido de ataques de pánico y ha sido en un contexto similar, en el que no tenía ocupación porque me encontraba sin trabajo y estaba sola, no encontraba el rumbo.


Es una sensación de muerte inminente, así se puede describir de manera precisa a los ataques de pánico. Y claro, sobrevienen cuando el individuo está en una situación límite, como puede serlo esa crisis existencial del que no da más de esforzarse y que las cosas no se le den. 


En lo personal, he coqueteado demasiado tiempo con el suicidio porque estaba al borde de mis capacidades. Como he dicho antes, soy una persona especial… mente difícil. Especialmente hinchapelotas. No sirvo para estar al pedo, es así. Necesito tener datos en mi cabeza, procesarlos, necesito pensar, hacer cálculos, analizar situaciones, tener una agenda que seguir. Necesito una rutina de trabajo. Necesito trabajar o me siento perdida.


Debo decir que me costó mucho salir de eso, de los ataques de pánico, lo hice yo sola un poco y un poco gracias a que conocí a una persona que me hizo sentir que estoy viva y que merezco la vida y el amor. Pero he pasado las de San Quintín, sin lugar a dudas. Es difícil porque tenés que racionalmente luchar contra tu mente que le ordena a tu cuerpo fallar. Te sentís que te estás muriendo, pero todo está en tu cabeza, y tenés que aprender a convencerte a vos mismo de que estás sano y de que todo el dolor, el ahogo, esa sensación de muerte, está todo en tu mente. 


El tema es que a pesar de muchas vicisitudes que tuve que atravesar en los últimos tiempos, claramente desafiantes de mi estabilidad mental, no volvió a ocurrir que me agarraran esos ataques. Y un poco tiene que ser porque aprendí a dominarlos, claro. Pero la enorme diferencia entre el momento en el que los tuve y ahora está a la vista: tengo trabajo. 


Sí, a pesar de mi insomnio, que es histórico, siempre tengo algo en qué pensar y en lo que ocuparme. Incluso cuando tengo media hora libre me siento a divagar aquí en este blog, que es un poco mi bitácora.


Y la verdad que debo agradecer enormemente la bendición de tener trabajo, incluso a pesar de que los salarios se nos licuen todo el tiempo por la inflación y las devaluaciones a cuentagotas. A veces me pongo a pensar en mi padre, en cómo sé bien que se empezó a morir el día que se quedó sin trabajo.


Lo sé porque lo vi pero también porque lo vivencié en carne propia, sé bien que si yo no hubiera conseguido trabajo en aquel momento si no me moría sola, me iba a suicidar o me iba a dejar morir, acaso como hizo él, que se murió de una gripe común en un hospital público.


Y todas estas experiencias personales cobran relevancia ejemplar cuando discutimos cuestiones como la renta básica universal, por ejemplo. 


Conozco a alguien a quien me gusta llamarle león, por su temperamento felino. Y una cosa que me gusta repetirle porque es verdad es que los leones no son para estar en jaulas. El león se desnaturaliza cuando en vez de cazar se le obliga a comer presas muertas y procesadas.


Bueno, al hombre se lo desnaturaliza cuando se lo obliga a vivir de un cheque que no se ganó. Lo sé porque lo viví en primera persona. En el tiempo en el que estuve sin trabajo, que fue una temporada baja de la industria textil (yo era costurera y no había producción, y era profesora particular y los chicos estaban de vacaciones, no me llamaban y no tenía un peso partido a la mitad), estuve a punto de morirme. Suena dramático, pero es así. No estamos para vivir en jaulas y que nos alimenten como a los leones del zoológico. En ese tiempo no me faltó de comer, siempre tuve un plato de comida en la mesa, gracias a Dios.


Y sin embargo lo que me faltaba enfermó mi mente y esta a su vez enfermó mi cuerpo, porque lo que no tenía era alimento espiritual, estímulo alguno para levantarme de la cama, para vivir. No tenía ganas de vivir, me estaba apagando. 


Y quizás leyera libros, llenara currículums, buscara trabajo, pero no tenía en qué ocuparme, no tenía una responsabilidad, una agenda, y me quería morir, no veía salida.


Por eso sé que mi padre pasó por lo mismo, porque él era como yo, obsesivo-compulsivo, con esa necesidad de sentirse útil. La peleó más de una década, changueando, haciendo lo que había a la mano. No se dejó ir antes por su sentido de la responsabilidad, pues no nos iba a abandonar a mi madre y a nosotros en la más lúgubre miseria. Aguantó hasta que la situación mejoró más o menos, mi hermano tuvo trabajo y ya era un hombre que podía cuidar de nosotras. Y se murió. No pudo más, el hombre cuando no tiene en qué ocuparse se desnaturaliza. 


Mi padre tenía cincuenta y seis años. Estoy plenamente segura y sin el mínimo temor a equivocarme de que si no se hubiera quedado sin trabajo a los cuarenta hubiera vivido mucho más tiempo. No tengo pruebas, pero tampoco dudas. A mi padre le robaron las ganas de vivir. 


Por eso cuando en este tiempo se habla acerca de esas iniciativas que contemplan la posibilidad de que seamos convertidos en leones de zoológico me abrumo. Sí, se me dirá que la renta básica será un piso, no un techo. Que estará destinada a aquellas personas que sí trabajan, pero que lo hacen en el ámbito informal, y que consistiría en un complemento al ingreso en negro de los laburantes de a pie. Pero la verdad es que el trabajo no es chicle, tiene un límite la informalidad.


Porque el sistema informal no produce, simplemente comercializa, en su amplia mayoría. Y necesitamos un país productivo. Sin producción y recaudación la economía es inviable, ya el General Perón nos advirtió que gobernar era generar trabajo y por supuesto, que lo justo es que cada uno produzca como mínimo lo que consume. Si no fuera así, ¿de dónde salen los bienes que van a ser adquiridos por el cheque del Estado llamado renta universal?


La vía más fácil para evitar el problema de la desocupación endémica es el trabajo. Y este se logra en un país con producción, con una industria en expansión. Imprimir billetes y repartirlos no resuelve nada.


Pero además estamos fomentando esa decadencia de la cultura del trabajo que redunda en generaciones de jóvenes sin proyectos, apáticos, deprimidos, que quizás ni siquiera sepan a qué le deben su vacío existencial, porque jamás tuvieron trabajo, y por lo tanto no conocen la diferencia entre ganarse el pan con el sudor de la frente y no hacerlo. No saben lo que se siente realizarse como individuos a través de la satisfacción del deber cumplido y el trabajo terminado.


Cuando decimos que el trabajo dignifica lo decimos porque es estrictamente así. Lo decimos porque nadie nació para vivir al pedo, o por lo menos no la mayoría. El ser humano necesita desarrollar su dimensión individual, sí, en el marco de una comunidad, pero la dimensión individual existe, necesitamos probarnos a nosotros mismos, competir contra nosotros mismos, demostrarnos que somos buenos en aquello en lo que somos buenos, y desafiar nuestros propios límites sean físicos o intelectuales. Porque los seres humanos tenemos un alma, un espíritu que cultivar, y ese espíritu se cultiva a través del trabajo.


Quieren que nos sometamos libremente a ser leones enjaulados, que nos dan de comer y permanecemos mansos y quietos, apáticos, mientras a nuestro alrededor el mundo se cae y nos chupa un reverendo huevo, o mejor, mientras vamos perdiendo día a día la voluntad de vivir, de destacarnos, de desafiar el orden establecido.


Si nos morimos jóvenes nomás de aburridos, mejor. ¿Quién quiere un ejército de viejos que anden generando gasto a lo pavo? Nos quieren entrenar en la mansedumbre, domesticarnos.


Pero no todo está perdido. Todavía hay algunos leones a quienes no nos han metido en la jaula, y no nos vamos a dejar enjaular así nomás, por lo menos rugiremos. Los leones no somos para vivir en una jaula.

Comentarios

  1. Te felicito por tu valentía y tu resistencia.
    Tenés una escritura hecha desde el corazón, el cerebro y las tripas. Gracias

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  2. Hermosas y estratégicas reflexiones, el trabajo es nuestro fundamento de humanos, y realizarnos en la comunidad realiza a ésta. muchas gracias Rosca Meza siga rugiendo que ese rugido tambien se escucha por estos lares

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  3. Sólo vengo acá a compartir con alguien mi tristeza por la elección de Guillote. Me parece uno de los hombres mejor preparados para gobernar este país. Tengo mucho temor de que el peronismo esté herido de muerte...

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