Hace varios días que no escribo.
No porque no pasen cosas, no por pereza, sino precisamente porque pasan demasiadas cosas, porque uno anda durmiendo demasiado poco y porque en un punto uno desea desensillar hasta que aclare, pero también desea decir, nomás por esa vocación de decidor, que es la condena del que no dice porque lo manden o le paguen sino precisamente porque tiene que decir, porque está en su naturaleza.
Y hago el comentario acerca del dinero porque hace algunos días me ha tocado fumarme la acusación de cobrar por pensar, o mejor dicho, de no pensar, sino de repetir como lorito lo que “mis patrones” —que vaya uno a saber quiénes serán— poco menos que me dictan para que repita.
Ha sido un episodio verdaderamente triste, una persona de mi entorno, de las más cercanas, acusándome sin fundamento de cosas que humildemente no merezco. Cualquiera que ingrese a leer este blog puede corroborar que es completamente gratuito, por eso no tiene publicidad, lo que significa que no me reditúa un solo peso. Pero además, si lo hiciera tampoco tendría nada de malo, dedico mi tiempo, mi pensamiento y mis capacidades analíticas y discursivas en este espacio, tendría todo el derecho del mundo de monetizar a cambio de mi trabajo, vivimos en un sistema capitalista.
El caso es que es mentira, a mí nadie me paga por pensar lo que pienso ni por decir lo que digo. En los sitios para los que trabajo de manera rentada en relación de dependencia jamás se me ha condicionado para que dijera tal o cual cosa y si tengo opiniones encontradas puedo expresarlas con toda la libertad del mundo, de igual a igual y con la seguridad de que quien tengo en frente me oye y considera mis opiniones. Incluso la única vez que un medio grande, nacional, publicó uno de mis textos, no recibí un peso por él y eso está bien, era una entrada de blog que escribí por una necesidad personalísima de decir, no por dinero. Estoy plenamente agradecida por la difusión y no solo por mí, sino porque el mensaje contenido en mi texto evidentemente tuvo algo para ofrecer a un público que lo recibió de buen grado. Las personas somos circunstanciales, las ideas son imperecederas.
Hago todas las salvedades habidas y por haber porque no me interesa que las cosas se entremezclen. Reitero: vivimos en un país capitalista, soy una profesional que se mató media vida estudiando para aprender a leer la realidad y a escribir. Si cobrase por decir lo que pienso no estaría nada mal, lo que resulta insultante por lo mendaz y malintencionado es que se diga que pienso lo que me pagan para que piense o aún peor, que no pienso sino que lisa y llanamente repito como lorito.
Me lo dicen personas a quienes convence el discurso de operadores mediáticos que un día salieron de las usinas de pensamiento hegemónico de “derecha” e “izquierda” y al día siguiente salieron a defender en este gobierno a un “proyecto nacional y popular” que ajusta a los trabajadores, les roba a los jubilados para pagar una deuda ilegítima que el propio gobierno dijo que no pagaría a costas del hambre del pueblo y que va a hacer eclosión más temprano que tarde resultando en un desastre histórico que muy probablemente se lleve a la tumba de la política al peronismo, al cuadro político más convocante de la actualidad y de yapa, a la Argentina como la conocemos.
Porque todo eso está pasando ante nuestros ojos en este mismo momento mientras algunos celebran cambios de gabinete y virajes “hacia el peronismo”. Si alguno de los politizados no se dio cuenta de que este proceso tiene por principal objetivo llevarse puesto al peronismo y ponerse el país de sombrero es porque está mirando otra película o porque forma parte de la masa de politizados sin cultura política.
Hace unos días veía en la televisión un editorial de uno de esos operadores mediáticos que hace mucho que dejaron atrás el prestigio periodístico que supieron tener alguna vez para convertirse en patéticos y serviles canallas, Víctor Hugo Morales en C5N, el canal televisivo dilecto de esas personas que después lo acusan a uno de cobrar por repetir consignas.
Decía este operador Morales lo que todos sabemos: Alberto Fernández no es ningún títere, le encanta tomar decisiones. Y lo decía en respuesta a los otros operadores, los de TN y La Nación +, quienes repetían una y otra vez que sí lo era. Decía Morales, reitero, que Fernández es responsable de las decisiones que se toman en el plano de la política nacional, que ninguna Bruja Mala le dicta lo que tiene que hacer.
Eso sí, se encargaba de repetir una y otra vez que la Bruja en cuestión le había brindado su apoyo al presidente, que había ratificado el rumbo económico del gobierno y claro, por supuesto, repitiendo una y otra vez que esto que hace este gobierno gorilísimo es peronismo puro y duro.
Recapitulo para que se entienda: los medios “enemigos” del gobierno dicen que Alberto Fernández es un títere que está jaqueado y acorralado por Cristina Fernández de Kirchner para hacer lo que se le antoja a ella y los medios “amigos” del gobierno dicen que el gobierno es peronista al mango, que el presidente toma todas las decisiones y que Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner ya limaron asperezas, que las aguas van a bajar una vez más y que a partir de ahora se vienen la bonanza y la pujanza.
Ambos coinciden en un punto: afirman que Cristina Fernández triunfó en la pulseada que se inició a partir de los catastróficos resultados del pasado domingo 12 de septiembre en las elecciones primarias.
Claro, porque la vicepresidenta nombra a un tal Juan Manzur para la jefatura de Gabinete, y entonces sí, evidentemente en ese punto se impuso la Bruja Mala.
Pero Cristina Fernández de Kirchner publicó una carta abierta en la que expresó claramente su desacuerdo con la política económica del gobierno. Se preguntó también por qué al calor de los resultados electorales todos los miembros del gabinete de ministros nacionales no presentaron la dimisión de manera voluntaria a primera hora, y en ello coincide con su vehemente vocera Fernanda Vallejos, cuyos audios filtrados no se sabe bien por quién pero poco importa, comenzaron el ciclo de anomia que reina hasta el día de hoy.
Cristina pedía cambios de gabinete, la renuncia de todos los ministros. Y todos es todos, es lo que nos enseñó el mismísimo Frente de Todos cuando estaba en campaña y quería ir haciéndonos tragar todos los sapos de a uno; sapos que en ese momento elegimos tragar solo porque en frente estaba aquel cuco llamado Mauricio Macri.
“Todos” incluía a Matías Kulfas, Paula Español y por supuesto, a Martín Guzmán, el nene de Stiglitz, el embajador del FMI en la Argentina. Pero no, no todos presentaron la renuncia y tras una virtual semana de rosca no se fue ningún miembro del gabinete económico ni tampoco el presidente del Banco Central, ni ningún otro funcionario cuya permanencia o renuncia tuviera una incidencia real sobre el rumbo del país, es decir, sobre la política económica.
Pura rosca, mucho piripipí, se fue Fulana, la que todos detestábamos por igual y llegó Mengano, el que le gusta al piberío. Se fue el nene cuestionado para dar lugar al médico machirule, pero no se fue a cualquier lado sino a un ministerio clave relacionado con la verdadera política, que es la política internacional. Vinieron tres o cuatro ignotos que no tienen mayor interés, todos gatos pardos. ¿Mucho olor a huevo, poca cuchufla? Me importa un culo, es humo. Humo y más humo.
Días atrás el diario enemigo del pueblo Página 12 titulaba ante los cambios en el gabinete: “Acá están, estos son”, todo en tono épico, “los muchachos de Perón”, completa el imaginario popular ante ese mensaje subliminal, siempre en el intento denodado por salpicar caca y más caca sobre el peronismo.
Pero volvamos a Cristina.
Que nadie se confunda: aquí nadie pretende exonerarla de la responsabilidad que le cabe en el actual desastre por haber permitido que durante finales de su mandato se devaluara la moneda, provocando la pelea con el movimiento obrero organizado; por no haber apoyado la sucesión presidencial como hubiera debido hacerlo en 2015 ni tampoco por el hecho de que de manera unilateral e inconsulta haya designado en un movimiento sorpresivo como presidente de la Nación a un Alberto Fernández por el que nadie hubiera dado un peso. Todos esos errores, forzados o no y atribuibles a tal o cual motivo que no tienen la menor importancia son enteramente responsabilidad suya. Otro tanto podemos decir del hecho de que haya afirmado que como muchos veníamos diciendo la derrota electoral se sabía de antes, porque no había manera de que el pueblo plebiscitara la gestión de un gobierno que se dedicó sistemáticamente al desgobierno, la inacción y el ajuste a lo largo de sus dos años de mandato recostándose como excusas en el tango sin fin de las “dos pandemias”, pero se haya mantenido en silencio.
La pregunta es: si Cristina sabía que se perdía, ¿por qué no habló a tiempo? Nos dice que es porque ella no será Julio César Cleto Cobos, pero el General Perón nos enseñó que el peronismo es esencialmente popular. Todo círculo político es antipopular y, por lo tanto, no peronista. ¿Acaso ella no está diciendo y repitiendo que fue, es y será peronista y que el gobierno que ella conformó a dedo lo es también? ¿Cómo sabremos los argentinos que es verdad que desde hace tanto tiempo que ella nos viene defendiendo en nuestros intereses si las famosas reuniones eran en privado pero en público la señora se llenaba la boca brindando su apoyo desembozado al gobierno y a la figura del presidente? ¿Por qué no habló a tiempo para decirnos a los argentinos: miren que vengo diciendo al presidente que tiene que modificar el rumbo económico y no me hace caso, miren que yo no avalo lo que está pasando? ¿No quiere ser Cobos? Eligió ser cómplice entonces y hablar cuando ya el pueblo le dio la espalda no solo al gobierno sino, y lo más peligroso, a la política en general y al peronismo en particular.
Entonces aquí nadie pretende quitarle la responsabilidad que le cabe por las decisiones que fue tomando a lo largo de tantos años. Pero la operatoria de los medios de comunicación de derecha a izquierda del arco mediático por destruirla a ella y por destruir al peronismo son evidentes, no nos podemos hacer los tontos.
TN nos dice que el presidente es un títere manejado a control remoto por Cristina Fernández. ¿Por qué? En estos días hemos asistido a muestras de solidaridad de personajes tan inefables como la exdiputada Elisa Carrió, quien se mostró dispuesta a defender la “institucionalidad” en caso de “autogolpe” de parte de la vicepresidenta. En C5N nos dicen que el presidente es el que toma las decisiones, que es peronista y que nadie quiere que se vaya el gabinete económico, que todo era un berrinche por Seguridad o Educación. ¿Qué es peor, ser un títere que un otro maneja o ser el titiritero que pretende hacer el mal a través del cuerpo de otro? ¿Se ve o no se ve que de un lado de la grieta están tratando de verter la absoluta responsabilidad por todo lo que pasa a Cristina Fernández de Kirchner, cuidando la imagen de Alberto Fernández y colocándolo en el lugar de víctima de un complot por parte de su propia vicepresidenta, y que del otro lado pretenden salpicar caca sobre el peronismo para que se hunda con este barco que naufraga? Acá no ve el que no quiere.
Cristina Fernández de Kirchner pidió un cambio de gabinete que no obtuvo, apenas recibió mejoras cosméticas de un edificio que se derrumba. Intentó salvar a sus ministros de confianza para que no se queden adheridos a la deriva y no los salvó, instó al presidente a ejecutar el presupuesto subejecutado para volcar dinero en el pueblo en vez de ajustar para pagarle al Fondo Monetario Internacional, cedió ante las presiones del organismo internacional de crédito aceptando lo inamovible de Martín Guzmán, cedió en cada uno de los puntos que planteó en su desesperada carta, que bien leída demuestra que ni siquiera goza el cuadro político más importante vivo de la Argentina de algún buen asesor que tenga la decencia de corregirle la redacción y la ortografía.
Cristina perdió en esta pulseada, está acorralada y lo sabe.
En otro tiempo muchos cantábamos a voz en cuello y con plena convicción: “Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar”. Hoy, no sé si se armará quilombo alguno, ¿saben por qué? Porque nadie puso a Cristina en el lugar donde está, se puso ella sola. Porque le transfirió todo el capital político que le queda a una coalición sin doctrina y que jamás observó las necesidades del pueblo, porque todo el arco político-mediático está confabulado para que ella sea el chivo expiatorio del proceso que sigue y porque el pueblo es bueno, pero no es tonto.
Mientras la rosca poselectoral se extiende ya por una semana completa, el pueblo sigue por debajo rebuscándoselas para vivir, huérfano de toda representación y cada día un poco más podrido de todo y de todos. Deberíamos estar agradecidos si aún sigue dispuesto a participar de unas elecciones de medio término que ya no le interesan a nadie, deberíamos sentirnos satisfechos si el cierre de esta etapa termina siendo pacífico y sin derramamiento de sangre, porque cuando el pueblo se pudre, se pudre.
Este es el ocaso de un tonto rey imaginario o no… ¿O será de una reina? Triste, solitario y final. Que Dios se apiade de nosotros.
Me puso muy triste cuando tres días antes de las elecciones CFK puso en su facebook una nota sobre que el asado a $ 400. Y más triste me puso que descubrió el ajuste luego de perder las elecciones. Triste porque siempre estuvo de nuestro lado, y ahora siento que perdió el rumbo.
ResponderEliminarAhora la sensación que quedó en la opinión pública es que el gabinete es de ella, aunque esto vaya igualmente al fracaso, según mi visión (esencialmente porque Economía no se tocó y porque el más inútil de todos, que se llama Alberto, sigue estando). Y como va igualmente al fracaso pero la apariencia es que ahora la batuta la tiene ella, se la van a llevar puesta. Y a esperar 20 o 30 años.
Mientras tanto Moreno se desgañita gritando lo que nadie parece querer ver. Ya no es un pibe y probablemente no esté entre nosotros cuando salgamos de ésta.