Es raro esto de ser una peronista neófita en tiempos en los que los peronistas son una especie en extinción. Es raro, pero hermoso.
Es que no me voy a hacer la peronista de tercera generación, lo he contado más de una vez, hace relativamente pocos años que he tenido la bendición de que alguien me dijera a la cara: “Es que usted es peronista de toda la vida, ch’amiga, solo que no ha querido darse cuenta”. Y esa ha sido una revelación capital, una verdadera epifanía, hasta en algún punto una experiencia religiosa como lo es encontrar el amor (y no por casualidad me tocó encontrar ambas revelaciones divinas, el amor y el peronismo, en la misma persona, un hombre con los ojos más lindos del mundo).
El caso es que desde entonces hasta hoy me ha tocado vivir el tránsito a través del conocimiento de la doctrina peronista. Y ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida.
Recuerdo que en mis años de formación académica me apasionaba mucho estudiar el peronismo, era una de mis materias de estudio predilectas, aunque siempre me faltaba algo. Como a todo estudiante en una universidad pública del Conurbano bonaerense me tocó llegar al estudio del fenómeno desde la perspectiva marxista o de los historiadores filomarxistas que a menudo incurren en la subestimación del hecho cultural que significa el peronismo. Jamás te vas a encontrar en una universidad pública una somera vista panorámica del hecho filosófico y cultural que constituye el peronismo, se estudia como un proceso político y en el mejor de los casos como modelo económico, pero siempre está faltando la pata más importante del asunto, el quid de la cuestión, que es la dimensión filosófica como movimiento nacional de liberación hispanista, mestizo, americano, profundamente humanista y cristiano. Pero ahí está la verdad de la milanesa.
Y sin embargo sí soy peronista de tercera generación, pero nomás de casualidad (aunque yo diría por destino, todo el que me conoce sabe que no creo en las casualidades), es algo que fui descubriendo de a poco, porque el peronismo en casa es un poco tabú. Mis abuelos eran peronistas, de esos muy intuitivos, cimarrones, de los que nunca se metieron en política, ellos siempre fueron peronistas. Me refiero al papá de mi mamá y al papá de mi papá. De mis abuelas nunca supe, creo que jamás han sido nada más que mamás, no se metían en ningún asunto por fuera de la administración de la economía familiar.
En el caso de mi padre, era un peronista desencantado por la intrusión del “zurdaje” en el movimiento, que se llevó la vida entre otros de una de sus hermanas y de su propio padre, muertos la una combatiendo a la dictadura y el otro protegiendo a la hija cuando le preguntaban dónde estaba, mientras la susodicha se hallaba escondida seguramente en alguna villa miseria del Tigre.
Pero fue la década de 1990 la que le terminó de romper el corazón a papá. Que aquello que le tocó vivir en su propio pellejo, de convertirse en un desecho de la sociedad, en un obsoleto objeto abandonado habiendo cumplido apenas los cuarenta, que toda esa ignominia, esa nueva década infame para nosotros los pobres se burlara de nosotros usufructuando los símbolos del peronismo creo que lo decepcionó a una escala indecible.
No es la primera vez que lo digo, pero sé con certeza, porque lo vi, que el hombre empieza a morir el día en que deja de tener en sus manos la facultad de brindar a sus hijos el alimento. A mi padre le tocó sobrevivir en una versión espectral de sí mismo una virtual década al día de su muerte, pero cuando vio que ninguno era un niño pequeño y que el único de sus vástagos nacido varón ya se había plantado lo suficiente en la vida como para poder cuidar de nosotras las mujeres, se dejó ir. Nació siendo peronista y no sé si habrá muerto siendo peronista, pero me hubiera gustado en algún momento compartir con él una charla sobre el peronismo. Era un tipo interesante y muy agudo cuando estaba sobrio, con esa sabiduría sencilla de los que han vivido mucho y con precocidad.
Pero a mí me tocó ser peronista silvestre, busqué durante muchos años un rascado para ese picor que sentí siempre en el alma, y lo encontré de labios del mismo hombre que me había hecho saber que el amor verdadero existe. “Pero usted es peronista de toda la vida, ch’amiga, solo que no se ha querido dar cuenta”.
Y sí, lo soy.
Siempre me he preguntado cómo se siente la primera vez que uno asiste a determinados hitos. Por ejemplo, me imagino, hoy que estamos próximos al natalicio de Lennon, cómo habrá sido escuchar por primera vez a Los Beatles, cuya irrupción en la escena musical cambió la cultura occidental para siempre. Yo no lo sé, porque nunca fui virgen de Los Beatles, mi madre los escuchaba cuando yo estaba en el vientre, crecí mamando cada una de sus melodías, constituyen la banda de sonido de mi propia existencia.
Pero sí he sido virgen del peronismo, y conocerlo va siendo tan estimulante como ese chichoneo constante y sensual de ir adentrándose de a poquito en la intimidad del ser amado. A pesar de que la conexión es inmediata, de que al decir de Julio Cortázar uno experimenta el golpe de “un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”, lo mejor del amor es cuando madura. La primera impresión, la anagnórisis del amor es fundamental como hito pero lo que más enriquece la vida del amante es el tiempo, el conocimiento y reconocimiento cotidiano del amor, porque amando uno aprende a amar y también aprende de qué modo el ser amado prefiere que se lo ame.
Y con el peronismo pasa lo mismo, reconocerse a uno mismo peronista y descubrir que ese picor hay que rascarlo con esto que se llama peronismo es apenas el primer paso, fundante de la nueva vida que el individuo se dará a sí mismo, pero apenas la piedra fundacional, el edificio lleva una vida en construirse.
Y yo estoy en ese proceso, por eso me llamo a mí misma neófita, no porque haya descubierto mi naturaleza ayer o anteayer, sino porque este es un mundo tan completo, vastísimo, que sé que me va a llevar la vida toda formarme en esta materia. Y eso es hermoso para un espíritu curioso como el mío, porque nunca deja de surgir ante mis ojos una nueva obra, una anécdota, un texto que aún no recorrí o que ya había olvidado, algo nuevo y maravilloso que me toca el corazón.
Porque doctrina peronista hay una sola pero peronismos hay tantos como argentinos vivos, y muchos ya se han muerto, como mi abuelo, mi padre o su joven hermana que a los tiernos veintidós años dio la vida por Perón. Porque así era. Ella no dio la vida ni por Marx ni por John William Cooke, ni por Guevara ni por Castro, dio la vida por Perón, independientemente de si uno está o no de acuerdo con ese modo de pensar el peronismo. Y seguramente si viviera tendría un modo único de describir al peronismo, porque antes que nada “el peronismo no se aprende ni se proclama, se comprende y se siente; peronismo es la fe popular hecha un partido en torno a una causa de esperanza que faltaba en la patria”. Y perdónenme si es imprecisa la cita, estoy citando de memoria.
Y creo que es ese el mayor legado del viejo. Esa capacidad que tuvo, tiene y seguirá teniendo, si Dios quiere, de atravesar la vida de todo un país, de tres o cuatro generaciones de argentinos que bien o mal algo tenemos para decir acerca del peronismo, alguna historia que contar alrededor de esa identidad. Y ahí está la magia, la gracia de este movimiento nacional de liberación: que nace del pueblo y vuelve al pueblo, lo atraviesa, lo modifica y se retroalimenta de él. Perón no creó el peronismo, simplemente lo descubrió, lo cultivó y lo hizo dar frutos. Y creo que eso es lo que le debemos, haber cuidado con tanto amor y celo de ese pueblo que solito y por la sola fuerza de su espíritu revolucionario y de sus brazos laboriosos logró hazañas impensadas antes de la llegada del peronismo a estas latitudes.
Hoy me topaba con un video muy simpático en el que alguno había hecho la broma de que los tres deseos de cumpleaños de Perón al soplar las velitas eran la soberanía política, la independencia económica y la justicia social. Era una especie de publicidad del frente de gobierno, y una compañera me comentaba la ambivalencia interna que le generaba que desde un gobierno que nunca se comportó como peronista ahora de repente se acuerden de las tres banderas históricas. Y la verdad que la entiendo pero a la vez debo decir que en este tiempo estoy casi segura de que hay muchos argentinos de buena fe que han sido estafados y otros que ya olvidaron qué queremos decir cuando hablamos de soberanía política, independencia económica y justicia social.
El que no sabe es como si no viera. Realmente uno no puede distinguir entre una montaña de estiércol y un manojo de monedas de oro si desde siempre le han dicho que el oro es verde o marrón y huele mal. Entonces ese legado, que es el haber penetrado el corazón del pueblo, corre riesgo de perderse, como se pierden las efigies de las monedas antiguas por acción de la corrosión, el tiempo, y por haber pasado durante tantos años de mano en mano sin que nadie se detuviera a volver a acuñarlas.
Y ahí estamos nosotros, los neófitos, con nuestro entusiasmo de recién llegados, ahí estamos y debemos estar para decir: “Presente, mi General, para lo que guste mandar”. Debemos estar para evangelizarnos y evangelizar, debemos estar para que dondequiera que exista un pueblo que sufre podamos decir: allí no existe la justicia social. Cuando sea que la patria se encuentre sometida a los designios de una élite o una oligarquía y no pueda tomar sus propias decisiones, gobernar sobre su territorio o sobre su capital podamos poner el grito en el cielo: aquí no hay soberanía política y no la habrá mientras el enemigo ocupe nuestra tierra ni habrá independencia económica mientras antes que el hambre del pueblo sea prioridad el sometimiento a la avaricia del poder concentrado de adentro o de afuera.
Este 8 de octubre tenemos el deber de tomar las tres banderas como estandartes, recogerlas y ponerlas en lo más alto para que aquello que el General Perón amó tanto y cuidó con tanto celo no se diluya en el tiempo. El legado que el viejo, este nuevo padre de la patria nos dejó es el bastón de mando de nuestro propio destino. Todos, los históricos y los neófitos, tenemos que ocuparnos de cuidar de la doctrina. Somos su memoria viva, como alguna vez imaginó Ray Bradbury que cada ser humano podía ser testimonio vivo de una ínfima porción de la literatura universal. Nosotros somos testigos de la doctrina de la justicia social y mientras tengamos vida habrá esperanza, la esperanza de sabernos parte del proyecto colectivo más bello y completo de la humanidad, la única revolución de paz y de amor.
Quizás estoy divagando y me pongo un poco cursi, pero quiero que sepas que vos que estás leyendo estas líneas sos importante y que hoy que Perón no está la revolución está en tus manos, sos vos el alfarero que va a moldear su propio destino y el de sus compatriotas. Esto de ser peronista es hermoso pero también es duro, porque es una responsabilidad muy grande. Está en vos hacer que el legado permanezca, que reviva, para que tus hijos o quizás tus nietos o bisnietos vean finalizada la obra, y hasta el último ladrillo sea peronista. Ahora, a trabajar.

Poco a poco la estoy dejando de leer.
ResponderEliminarCon los estudios que dice tener, donde aprendió a desarrollar el sentido de la deducción, de la interpretación, de subrayar en un texto lo fundamental y desgranar entre líneas lo que Usted puede decir o expresar con sus propias palabras, generalmente se dice de esto, que es lo menos esencial o menos importante de lo que debemos subrayar de un texto.
Usted estudió y sabe perfectamente lo que le estoy diciendo.
Haga de cuenta que yo soy un periodista y Usted la entrevistada.
Le pregunto: ¿Cómo va a hacer? para darse cuenta de que lo que Usted sabe, estudió y lee del peronismo, queda encerrado en la lectura, puesto que cuando el peronismo sube al poder presidencial se encuentra, que no puede aplicar lo leído porque es obsoleto y no funciona en este siglo XXI.
Claro, y luego como peronista no entiende lo que hace un gobierno peronista en materia de política y economía en este siglo XXI, diciendo que el gobierno dice ser peronista, pero no actúa como tal. No procede como peronista porque lo que tiene que afrontar hoy 2021 nada tiene que ver con el peronismo.
Desde afuera, quienes no somos peronistas, es fácil de ver que todo peronista aprende la doctrina y cuando toman el poder como presidente:
No saben que hacer frente al FMI, no está escrito en lo que aprendieron. Y por lo visto el macrismo tampoco….
No saben como relacionarse con Europa o USA y ni hablar con China, Rusia, etc. puesto que no está escrito dentro de la doctrina peronista.
No saben que la Perestroika existió y que el Muro de Berlín cayo, y con toda esta pequeña parte de la evolución mundial cambio la economía mundial que afecta de manera directa a todas les economías locales, regionales, estatales. Todavía siguen divagando entre marxismo, comunismo y socialismo, para seguir haciendo comparaciones con el peronismo, sin darse cuenta de que, las doctrinas puras desaparecieron y a la hora de ser integristas, subieron al poder como peronistas y dirigen el país, NO como peronistas, sino sin saber que política interior, exterior adoptar, que económica liderar, encontrar socios, en definitiva, no se pueden integrar con nadie, por la mera doctrina que no pueden ejecutar.
Poco a poco la estoy dejando de leer porque no deseo el mal a nadie, y como se hablar sin insultar, lo poco y claro bien dicho, suele hacer mal.
Le pido perdón si le hago daño o es el caso para otros lectores, no la ataco, simplemente expongo lo contrario de lo escrito por Usted.
En este País no hay solución, porque nadie quiere dejar de pensar como argentino, y dentro de ese pensamiento, esta el peronismo, el campo, lo popular, el abandono a crear nuevas políticas, nuevas ideas. Lamentablemente Usted es un ejemplo de juventud arraigada a lo que no funciona en este País, no por ser peronista, sino por creer seguir teniendo razón, en tanto y en cuanto que la verdad no es absoluta, la verdad solo es verdad si se mira hacia atrás y se ven los errores. En este País se cometieron errores y se seguirán cometiendo los mismos errores del siglo XIX, siglo XX, en este siglo XXI, porque no hay renovación ni de política, ni de economía. La prueba, el mundo seguira cambiando, sus ideas NO, resultado, No hay solución.
Algo aprendí de Usted, como de todo lo que se aprende leyendo. Gracias.
Adiós Señora
Pero qué manera de exhibir costurones, José Anónimo.
EliminarTanta cháchara este anónimo que escribió el comentario solo para llamar la atención y resaltar que ÉL NO LEERA MAS LO QUE SE ESCRIBE ACÁ. ¡Pero por favor! Intelectualoide de pacotilla y seguramente debe ser libertario y se nota a leguas que es de estirpe antiperonista.
ResponderEliminarRosca, gracias por existir y por escribir. Me identifico totalmente con tus reflexiones porque yo también soy un "neofito" y describis tal cual lo que me pasa con el Peronismo y la gran Doctrina Nacional. Saludos desde Misiones compañera
ResponderEliminarGracias ! usted es como las canciones con las que uno se identifica de principio a fin. A trabajar !
ResponderEliminarFelicitaciones y gracias por el mensaje. El peronismo es también profundamente vivencial.
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