La fe mueve montañas versus el avión que se cae

 


A los chupacirios, como tan despectivamente se nos llama a quienes creemos en Dios, nos han enseñado que quien tuviere fe como un grano de mostaza, habría de decirle a la montaña “Trasladate” y esta por la sola fuerza de la fe se trasladaría. Un grano de mostaza, como se sabe, es algo muy pequeñito, por lo que si un hombre que posea el equivalente a algo tan pequeño como un grano de mostaza puede mover una montaña, entonces la fe es algo extremadamente poderoso, que obra milagros. 


Se nos dice también la definición de “fe”; abarcaría algo así como “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. ¿Fuerte, no? Hay que ser muy valiente para entregarse de lleno a la fe, porque esta implica que uno no tiene frente a los ojos evidencia alguna de aquello que sabe, pero que no deja de saberlo con la certeza de una sentencia, porque lo siente y no porque lo ve. Creer en lo tangible, lo material, eso lo puede hacer cualquiera, pero esa conexión con el otro mundo que nos incita a creer en aquello que no vemos… Se necesita mucho valor para hacer frente a las consecuencias de algo tan potente como la fe en un tiempo en el que la magia se ha perdido casi por completo, no porque haya dejado de existir, sino porque el hombre ha dejado de creer y como es bien sabido, en materia de fe no se trata de ver para creer sino de creer para ver. El mundo está lleno de magia, de señales, pero solo aquellos que están dispuestos a leer la trama del diseño divino pueden alcanzar a comprender algunas siluetas.


A veces me ha tocado imaginar cómo será el universo, si habrá un plan completo diseñado por el Creador. Yo creo que sí. A veces pienso en un enorme tapiz árabe o acaso en uno de esos mosaicos bizantinos monumentales, en los que se creaban figuras complejísimas y puntillosas, venecita por venecita. Pienso que hay un diseño superior y que uno a veces puede otear para comprender alguna que otra hebra de hilo, un tramito de mosaico, y que a la vez cada uno comprendemos parte de ese diseño, unos somos hebras de mejor calidad, otros de peor calidad, rotos, fuertes o diferentes, porque tenemos libre albedrío, pero a la vez existe el tapiz que nos excede, nuestra libertad comprende apenas una parte del plan.


No todo está escrito porque si así fuera no valdría de nada luchar, pues todo y todos seríamos apenas plumas llevadas por el viento hacia un destino predeterminado, como la plumita de Forrest Gump. Quienes creemos en la libertad y en la lucha creemos que existe un diseño divino, pero a la vez este está en movimiento, el futuro está en movimiento. De otro modo, no existiría libertad posible. Pero la libertad existe y es un don de Dios. El hombre se diferencia de los ángeles y otras entidades divinas precisamente en que Dios nos ha dado el regalo del libre albedrío, somos capaces de forjar nuestro propio destino y escribir aunque sea parte de nuestra propia historia. ¿De qué nos serviría ser peronistas si creyéramos en la predestinación?


Dios existe aunque no creamos en él. Existe y se manifiesta.


Hay un dicho que afirma que todos son ateos hasta que el avión está a punto de estrellarse. En ese momento, en el que uno se sabe inexorablemente próximo a reunirse frente a frente con el Altísimo, uno junta las manos y se pone a orar porque a nadie le hace gracia la idea de irse al otro mundo con deudas, y porque el miedo nos invita a creer.


Y en las últimas horas me llamaba la atención la proliferación de manifestaciones muy entre comillas de fe o propiamente religiosas pronunciadas por personas que en otro momento le hacían el “oso” a la fe. Hemos visto, por ejemplo, a un presidente de la Nación hincado rezando, aunque hasta hace muy poco tiempo todos creíamos que era ateo, mas allá de que siempre se cuidó bien de saludar al pueblo hebreo o a los pueblos indígenas en fechas relevantes para sus respectivas religiones, de manera (no) llamativa. 


Y no solo él, hoy que se celebraba la peregrinación a la basílica donde mora Nuestra Señora de Luján, patrona del pueblo argentino, todo el mundo de repente se virginizó, se acordó literalmente de Dios y María Santísima y se cuidó bien de postear en sus respectivas redes sociales la efigie de la Santa Madre de Dios con alguna leyenda cursi y sin corazón. Me resultó llamativo.


Pareciera que la paliza electoral hizo ver entre otras cosas que el pueblo argentino no es inmune a los ataques que los illuminati le prodigan permanentemente a su fe popular, pareciera que se hubieran desayunado ante la triste realidad de que el argentino es un pueblo “atrasado” y “arcaico” que aún cree en “enemigos imaginarios”. Hacía falta que el avión estuviera a punto de estrellarse para que el ateísmo recalcitrante de los altos funcionarios del gobierno se esfumara como por arte de magia. 


Y es que es así, el pueblo argentino es en su enorme mayoría cristiano, y en específico, católico. El pueblo no comulga con los intentos por matar a Dios, porque el pueblo no es necio, sabe que Dios existe aunque los necios se nieguen a creer en él. 


Hoy asistimos a una epidemia de manifestaciones de fe de parte de los mismos personajes que hasta hace pocas semanas pretendían prohibir manifestaciones tales como la peregrinación hacia el santuario de la Santa Madre. ¡Abracadabra! De un día para el otro se volvieron todos santos, ¡Aleluya, Dios sea loado, alabado sea el Señor!


Podría decirse que hacía falta pegarse el palo para que este gobierno socialdemócrata cambiara toda su estructura, de repente exsuda fe cristiana, peronismo y la mar en coche, aunque un kilo de carne sigue saliendo mil pesos, seis (o siete) de cada diez niños en el país son pobres, los ancianos no comen lácteos ni carne y los salarios mínimos rozan la indigencia, en la que está sumida la totalidad de los dependientes del sistema de Seguridad Social. 


¿Se ve o no se ve? La simulación es tan obscena que rascás apenas y abajo son taxi. Quieren hacernos creer que piensan en nosotros, que piensan como nosotros, que sienten lo que sentimos y creen en aquello en lo que nosotros los pobres creemos, pero en realidad somos apenas un medio para perpetuarse en esa alternancia entre facciones del mismo poder colonial al que nos quieren someter. Persisten en la farsa, en la actuación, en la pantomima, mientras se nos ríen en la cara.


Pero el pueblo resiste, porque la fe mueve montañas. El pueblo se organiza, se moviliza, y persiste en su fe y en sus convicciones, no se deja convencer por ídolos de barro. 


Lo que hemos visto hoy ha sido una hermosa muestra de que el pueblo sabe la verdad, conoce su destino revolucionario y no se deja llevar por cantos de sirena. Nos querían encerrados, miedosos, con terror a respirar, con miedo a asesinar a nuestros seres amados por el solo hecho de darles un beso o un abrazo, pero hoy nos volcamos a las calles, con amor, con alegría, con esperanza, con fe y con la consciencia plena de nuestro potencial revolucionario. Hemos salido a demostrar que estamos, que somos, que podemos movilizarnos en paz y con responsabilidad y que no hay relato que pueda con nuestra fe cuando esta se manifiesta.


Hoy quedó claro que si llegado el caso tuviéramos que volver a las catacumbas, si un día llegasen a triunfar los infieles y nos volvieran a prohibir amar a Dios por sobre todas las cosas, que volveríamos allí con altura, pero jamás renunciaríamos a nuestra fe, porque ella es el arsenal más poderoso que tenemos. 


Tenemos fe en Dios por sobre todas las cosas pero además tenemos fe en nosotros mismos, en el pueblo argentino. Ha sido por esa fe, por esa certeza de lo que se espera y esa convicción de lo que no se ve que hemos sido capaces en este pueblo mestizo, hijo del hispano, el indio, el africano y el inmigrante, americano, profundamente humanista y profundamente cristiano, de forjar en estas tierras lejanas la única revolución de paz y de amor que aún vive en el alma de este pueblo y que el enemigo se empeña en destruir.


Somos el único movimiento nacional de liberación que se basa en la doctrina social de la Iglesia, el único que se basa en el amor. Y por eso nos quieren destruir pero, ¿saben qué? Hoy estoy esperanzada. 


Estoy tentada a creer que somos indestructibles, porque tenemos de nuestro lado al Creador.

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