No paramos de caer en la trampa de la división


 

Se ve que nos gusta tener hacia dónde canalizar nuestros odios y nuestros prejuicios.


Así como siempre me ha horrorizado ese resentimiento del feminismo de acaparar a la condición masculina con todos los males del mundo, del mismo modo sucede al revés: cuando un hombre comete alguna atrocidad contra una mujer o un niño vienen unas a decirnos que eso es así porque el varón es intrínseca e inevitablemente violento, impulsado y justificado por “el patriarcado”, “la cultura de la violación” y la mar en coche. Cuando una madre asesina a su hijo en complicidad con su amante, otra mujer, resulta que todas las lesbianas son asesinas de niños y cobardes y que pin y que pan.


Siempre estamos buscando a quién poder putear, insultar, etiquetar en generalizaciones tendenciosas y colocar en el lugar del enemigo.


Pero resulta que no, mis amigos. Resulta que ni todos los hombres son violentos por el mero hecho de ser hombres ni todas las lesbianas son asesinas de niños por el mero hecho de ser lesbianas. Los problemas de nuestra sociedad se resolverían bastante más fácilmente si se determinara que los hombres son todos violentos y las lesbianas son todas asesinas de niños. 


Lamentablemente hay personas que son hijas de puta, malvadas y enfermas, y las hay de todas las etnias, clases y sexos, orientación sexual e identidad de género.


Ahora resulta que dos minas matan al hijo de una de ellas y todas las lesbianas son un peligro, porque entonces podemos aprovechar el caso para tirar toda la mierda que de ordinario no tiramos contra las lesbianas, o que lo hacemos pero solapadamente o nos toca bancarnos el vuelto. Del mismo modo que cuando un tipo comete un acto de violencia extrema contra algún inocente, sea una mujer o un niño, y quien aprovecha la volteada para tirar mierda a granel contra todos los hombres son las minas que odian a los varones, y que en esos casos también se tienen que bancar el vuelto, es natural.


Es decir, que todos estamos usando la muerte de inocentes a nuestros fines, a saber: tirar mierda en contra de quien nos cae mal, sean los varones, sean las lesbianas o por extensión, todos los homosexuales. A ninguno le está interesando el hecho de que en nuestra sociedad haya elementos que se creen omnipotentes, que se creen dueños de las vidas de otros y en virtud de su egocentrismo enfermizo usan de los cuerpos de otros para satisfacer la vanidad que les provoca tener a su merced a un otro para poder torturarlo a su gusto y placer. 


Siempre hacemos lo mismo: tomamos a la parte por el todo para fomentar las divisiones y terminamos alimentando nuestros odios y resentimientos individuales, dejando siempre de lado a las víctimas. Dejando, en definitiva, solas a las víctimas.


Y de ese modo no hay manera de que no haya más hijos de puta, varones y mujeres, heterosexuales y homosexuales, ricos y pobres, blancos y negros, que jueguen a ser Dios y tomen impunemente las vidas de quienes no se pueden defender. Obvio que los va a seguir habiendo, si todos estamos más ocupados en la guerra de todos contra todos que en castigar con todo el peso de la ley a todos los enfermos hijos de remil puta, sean de la condición que sean.

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