Me encontré con el video de un tipo que dice que va a votar
a Milei entre otros motivos porque él siente que Milei es un elegido de Dios.
Es un tipo que se define a sí mismo como profundamente cristiano y que dice
defiende a Milei porque uno de los principales valores que el Evangelio
defiende es precisamente la libertad.
Y claro, no se hacen esperar los comentarios burlones de la
progresía atea burlándose del hombre y tratándolo de loco, de formar parte de
alguna secta o de tener delirios místicos y mesiánicos. Prefiero no hablar de
mesianismo, el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra.
Sin embargo, no puedo dejar de expresar la pena que me provoca
ese argumento del hombre, que estoy segura de que debe de ser un buen hombre y
que quiere lo mejor para sí mismo, para su familia y para el país. Porque se lo
concedo, de hecho uno de los principales dones que Dios nos ha otorgado a los
hombres es la libertad. Pero la trampa del libertarismo es que en sus basamentos
doctrinarios es estrictamente ateo y se pasa por las bolas el Evangelio.
Los libertarios defienden una noción de libertad que es casi
opuesta a la libertad cristiana. Los cristianos entendemos que Dios nos otorgó
la libertad a diferencia de a otras criaturas como los ángeles, pero no para
hacer lo que se nos viniera en gana, sino para hacer el bien. Eso es lo que nos
diferencia de la noción atea de la libertad, que nosotros entendemos como
libertinaje. Dios nos dio el don del libre albedrío para que tuviéramos la
capacidad de discernir entre el Bien y el Mal, así con mayúsculas. Somos libres
siempre que hacemos el Bien y no cuando hacemos lo que se cante el quinto forro
del orto.
Vender bebés, tener sexo con niños, vender órganos, mantener
relaciones de incesto con los hermanos, asesinar a los hijos en el vientre, renunciar
a reconocer la paternidad a nuestros hijos, hormonar niños, enriquecernos a
costas de la especulación bursátil o la explotación del prójimo, el crimen
organizado, el narcotráfico, el culto a la meritocracia entendida como el imperio
de la ley de la selva y del sálvese quien pueda… Todos esos no son ejemplos del
ejercicio del libre albedrío porque no implican la elección del Bien entre un
abanico de posibilidades, sino el libertinaje de elegir el pecado, que es opuesto
a la libertad. Para la noción de libertad de un libertario debería ser legítimo
mantener relaciones sexuales con una menor de edad previo intercambio de drogas
con la madre de la víctima como se le acusa por ejemplo al autopercibido
periodista kirchnerista Ezequiel Guazzora de presuntamente haber hecho.
Vamos, si el hombre se ganó su dinero, no se lo robó a nadie.
Era libre de comprar con él todas las drogas que se le antojaran y negociar su intercambio
de manera libre con la adulta responsable. Drogas a cambio de la desfloración
de una niña. Una ganga. Un negocio perfectamente posible regulado libremente
por las leyes del mercado. ¿No se trata de eso? Viva la libertad, carajo. Todo
negocio que implique un acuerdo libre entre una parte demandante y una parte
oferente es perfectamente legítimo, que lo regule la mano invisible del
mercado.
Me van a decir que Guazzora no era libertario sino
kirchnerista y es verdad. Incluso me podrán decir que misteriosa y
repentinamente de la noche a la mañana el mismo Guazzora dejó de abrazar al kircherismo
y comenzó a autopercibirse “peronista doctrinario”. Vamos, si hasta formó parte
de la lista presentada por el partido de Principios y Valores encabezado por
Guillermo Moreno, el cual he manifestado abiertamente que he apoyado y al que
voté en las elecciones PASO.
Todo eso se los concedo, pero este es un ejemplo claro del
funcionamiento de la lógica libertaria en sus fundamentos teóricos. Si me lo
preguntan no veo diferencias sustanciales entre el liberalismo a ultranza de
los autodenominados “libertarios” y el de los progresistas que se identifican
con el kirchnerismo. He manifestado en más de una ocasión que los considero a
uno hijo del otro y su espejo en tanto que paroxismo de idénticos postulados. No
hay una diferencia sustancial entre el “mi cuerpo, mi decisión” del aborterismo
progresista y el “renuncio a la paternidad” del libertarismo, son las dos caras
de la misma moneda y solo de casualidad se encuentran en nuestro país hoy en
día apostados en veredas opuestas.
Recuerdo muy vagamente el caso de uno de esos tipos que se
hacen llamar “relacionistas públicos” o “RRPP”, cuyo nombre no me viene a la memoria.
Era de esos tipos que viven de fiesta en fiesta no sé bien haciendo qué, pero
tienen toda la pinta de ser proxenetas VIP. El caso resonó aquí en Argentina
porque el tipo era (o es, no sabría decir) argentino, aunque los hechos
narrados sucedieron en Uruguay. Un buen día el muchacho este salió en un auto
de alta gama en pedo y falopeado hasta las pestañas, se llevó puesto a alguno y
fue preso en Punta del Este por homicidio culposo. El caso es que en su defensa
intentó usar la adicción a las drogas como atenuante, pero el poder judicial uruguayo
se lo negó y por el contrario, resultó que allí el consumo de estupefacientes
no era un atenuante sino un agravante.
Recuerdo que aquí el caso suscitó cierta polémica porque
pobre tipo, decían, encima de que estaba enfermo, víctima de una adicción, tuvo
la “mala suerte” de asesinar a una persona y ahora tenía que pagarla por buena,
una reverenda cagada, “pobre tipo”. Y que Dios me perdone, pero yo no entiendo
la lógica de ese razonamiento. No la entendía entonces y sigo sin comprender
qué cosa lo hacía al tipo víctima en el embrollo en el que se había metido.
¿Desde cuándo uno debería de lavarse las manos de la responsabilidad por los actos
cometidos?
Pobre tipo, me han dicho alguna vez, ¿no ves que es un adicto?
Está enfermo, no lo podés culpar por estar enfermo. Pero lo estrictamente cierto
es que una adicción no es idéntica a cualquier enfermedad. Mayormente vos nos
sos responsable de que te crezca un cáncer en el esófago, pero en cambio nadie
te obliga a ser un adicto y eso no sale de un repollo ni es una imposición del
ambiente, salvo en situaciones límite. Pongamos por ejemplo una situación de
trata de personas. Te secuestran, te violan, te recagan a palos y te obligan
coercitivamente a consumir estupefacientes, resultado de cuyo consumo en el
tiempo terminás siendo un adicto o adicta.
Te lo concedo, en esa situación sí que no eras para nada libre,
o hacías lo que te mandaban o te mataban. ¿Pero en el barrio? ¿Alguien te
obliga a fumar el primer cigarrillo, el primer porro, a pegarte el primer pedo
o a probar la cocaína? Y a seguir y seguir hasta que se te hagan costumbre. No,
nadie te obliga y vos lo hacés por tu propia voluntad, libremente. Sos libre de
convertirte en un adicto, porque tenés el derecho a decir que no, no podés
culpar a las circunstancias siempre que no tengas el revólver en la cabeza e
incluso (si algo nos enseñó ‘V de Venganza’) hasta en la situación última de
tener que elegir entre cometer un acto que va en contra de tus principios y morir
incluso tenés la libertad de elegir morir por tus ideas. Es un poco más extremo,
pero es así y en nuestro país ha habido más de uno que se hizo matar para no
delatar a terceros. Otros eligieron vender a compañeros, y hasta han llegado a
ser prestigiosos editores de medios progresistas.
Pero no nos vayamos tanto del tema. Lo que quiero decir es
que existe la libertad de hacer el Bien y es ese libre albedrío el que nos distingue
de los liberales ateos: nuestra libertad tiene un límite y es nuestra ética.
Debemos amar a Dios por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a
nosotros mismos. Esto último implica necesariamente no hacer daño a nadie
incluidos nosotros mismos, porque el propio Evangelio nos enseña que quien ama
no daña.
Ayer mi hermano miraba por algo así como centésima
quincuagésima vez ese capítulo de ‘Better Call Saul’ en el que Lalo Salamanca
le pide a Jimmy/Saul que vaya hasta la frontera con México a buscar siete
millones de dólares para el pago de una fianza. Salamanca asesinó cruelmente a
un inocente completamente desconocido por el solo hecho de habérsele
interpuesto en el camino. Jimmy lo sabe y se encuentra en esa encrucijada de
hacer lo que el otro le pide y sacarlo bajo fianza o negarse y que el asesino
cumpla una condena que claramente merece, pues es culpable. Y Jimmy es libre, digo
bien, porque en ese momento no está siendo víctima de coerción alguna, Lalo
está dispuesto en serio a dejarlo ir.
Lo que termina por definir la decisión de Jimmy es el dinero.
Lalo le dice que está todo bien, buscará otro hombre para ir a buscar la fianza.
La relación entre ambos está a punto de terminarse, apretón de manos mediante y
a otra cosa mariposa, pero Jimmy vuelve sobre sus pasos y tiene la mala idea de
preguntarle al criminal cuánto está dispuesto a pagar a cambio por esa
transacción. Cien mil dólares, le contesta Salamanca.
Y ahí se produce la transformación: el último resabio de Jimmy
muere para ser reemplazado enteramente por Saul, su alter ego, el abogado chanta
y completamente inescrupuloso. Por cien mil dólares vende Jimmy su libertad,
pues desde ese momento pasa a ser esclavo del cartel, pero también todo el desenlace
de su vida termina dependiendo en definitiva de aquella decisión, resultado del
ejercicio del libre albedrío. Jimmy hubiera podido elegir el bien y salir caminando
libre y con la conciencia tranquila, pero le gana el pecado de la codicia y termina
saliendo de esa celda esclavo y con la impunidad de un asesino en la
conciencia. ¿Y todo por qué? Por responder a la lógica del “sálvese quien pueda”,
aquella que el estafador aquel le enseñó de niño cuando le explicó que en el
mundo solo había lobos y ovejas. La libertad, mis amigos, solo es tal cuando
somos libres de elegir el Bien. A posteriori nos dará pena ver la caída en
desgracia de Saul porque nos hemos enamorado del personaje, pero no podemos
sino admitir que Saul Goodman es hijo de sus decisiones, como cada uno de nosotros.
Y eso es lo que me gustaría decirle a aquel señor que cree que
Milei es un iluminado de Dios. No porque yo crea que es un idiota como sí lo creen
quienes se cagan de risa de ese hombre, con esa impostura de superioridad
intelectual que tanto asco da. Sino porque estoy segura de que debe de ser un buen
hombre que solo está volcando lo que le resta de fe en un líder mesiánico que
representa un ideal de libertad que no es cristiano y que en nuestra cosmovisión
solo nos puede conducir al pecado. No le diría que no votase a quien se le antoje,
para eso es que el voto es secreto e individual. Solo quisiera hacerle ver que
el Diablo suele tomar formas atractivas y confundirnos con su seducción, no por
nada Lucifer llegó a ser el más bello de los ángeles de Dios. Pero no todo es
lo que parece y la esclavitud también puede vestirse con el manto de la libertad.
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