Vómitos, ESI y 50 sombras de Grey: con mis hijos no

 


 Como yo soy una persona bastante perversa o eso me han hecho creer, y como yo no tengo hijos y por lo tanto mi manera de pensar el mundo no viene atravesada por el indignismo propio de toda madre que quiere proteger a sus hijos, lo senté a mi marido a tener esta conversación. ¿Y por qué a él? Bueno, pues, porque él es un hombre bueno, de valores firmes, tiene un hijo que está entrando casi en la adolescencia y por lo tanto está mucho más preocupado que yo en cierta clase de cuestiones.

Le comento al hombre cómo viene la mano: resulta que en el canal de tele de Mauricio Macri (La Nación+) salió al aire en el programa de Eduardo Feinmann una persona que denunció lo siguiente: supuestamente en una escuela pública de José C. Paz, en el contexto de las clases de Educación Sexual Integral, habrían proyectado la versión cinematográfica de la novela porno-soft para señoras aburridas (por no decir viejas frígidas, que queda mal) ‘50 sombras de Grey’. La misma se trata acerca de un joven magnate que, aburrido de relaciones sexuales convencionales le sugiere a una joven egresada de la carrera de Literatura sostener un vínculo sexual de amo y sumisa y practicar BDSM (por las siglas inglesas de “bondage, sadomasoquismo y sumisión”). Supuestamente, de acuerdo con la denuncia (reitero, mediática), a causa de la exposición a escenas de sexo explícito entre adultos, agravada por el condimento de tratarse de relaciones sexuales cercanas al sadomasoquismo, varios niños de ocho años habrían experimentado reacciones tales como dolores de estómago, vómitos e incluso se habló de alguna internación.

Entonces yo le pregunté a mi marido, quien como bien digo es una persona mucho más idónea por su rectitud que yo, qué le parecía esa noticia, para ver si no sería que yo estaría pecando (como es habitual a mi naturaleza pecadora) de mal pensada. Y me dijo esto: “No me creo nada de eso. Eso no puede ser verdad”. Y entonces pasó a enumerar ante mí cada uno de los argumentos por los que en mi caso tampoco me creí ni medio de todo eso, a pesar de la viralización y del hecho de que por estas horas el viejerío indignista está gritando a diestra y siniestra que quiere ver cabezas rodar y gente presa.

En primer lugar, digamos lo obvio: ‘50 sombras de Grey’ es una película que no es apta para todo público, de hecho está catalogada como apta para mayores de 18 años, por lo que si alguna maestra o profesora tuvo la alocada idea de proyectar esa película frente a un tercer grado de primaria eso se puede catalogar como una falta grave y amerita la sanción, incluso la separación del cargo. Obviamente, si es verdad está mal, pero tal como me dice aquí el hombre que no me deja mentir, es raro, muy raro.

Y es raro por muchas cosas, en primer lugar porque un asunto del que se suelen quejar mucho los vecinos de aquí al lado en José C. Paz es del estado general de las escuelas públicas. A riesgo de resultar prejuiciosa me cuesta creer prima facie que cualquier escuela tenga a disposición la infraestructura básica necesaria para mirar una película hoy en día: de mínima se necesita un televisor inteligente con acceso a internet de banda ancha, conexión a alguna aplicación de streaming o de mínima mínima un puerto USB para conectar un pendrive a la tele y poder proyectar la película directamente descargada desde el dispositivo. Es raro, pero concedamos ese caso, supongamos que en las escuelas de José C. Paz se puede perfectamente mirar una película sea por el medio que sea. Concedamos eso. ¿A alguien se le ocurre que en el contexto de una clase de educación sexual a una maestra de tercer grado se le va a pasar por la cabeza como algo prudente mostrar ante niños de ocho años una película que tiene fama de resultar sexualmente explícita?

En lo personal no, me parece inverosímil. Nadie que esté en su sano juicio puede no darse cuenta de que hacer eso es una imprudencia y puede significar estar poniendo el propio puesto de trabajo en juego. Sobre todo tratándose de nenes de ocho años. ¿Acaso a los nenes de primaria lo primero que uno hace cuando los va a buscar de la escuela no es preguntarles qué hicieron y cómo les fue? Vos te agachás, le das un beso al nene, le agarrás la mochila, le entregás el jugo Cepita que le compraste para el camino y el alfajor y le preguntás: “¿Cómo te portaste hoy, mi amor? ¿Cómo te fue, qué hicieron? ¿Te dejó tarea la seño?”. Digo, yo no tendré hijos propios pero tengo hijo ajeno, tengo sobrinos, tengo un corazoncito detrás de esta fachada adusta. ¿Cómo me entero, yo madre, tía, adulta, de por dónde anda la educación de mi hijo, hija o encargado si no le pregunto qué carajo hizo todo el día en la escuela? ¿Se ve o no se ve que era una aventura de corto vuelo? Vamos, ¿quién va a ser tan tarada? Pero bueno, concedamos eso. Concedamos que puede ser que en José C. Paz haya una maestra tan pero tan tarada que no se haya dado cuenta de lo elemental: los nenes de 8 años le van a ir corriendo a contar a la mamá que estuvieron viendo esa misma peli que cuando mamá la puso a la noche pensando que el nene dormía pero este se levantó porque quería hacer pis, justo justo y rapidito, mamá le dio pausa y mejor puso Los Tres Chiflados. Concedamos eso.

Pero sigue siendo raro, che. A mí no me cierra, qué querés que te diga. Le pregunté al hombre: “¿Vos no era a los seis que ya le habías pedido la mano al padre de una chinita que era tu noviecita del barrio?”. “Sí”, me dice. “A los ocho ya sabía bien qué era lo que tenía que hacer, solo que aún no pasaba de la puertita, pero yo sabía bien, solo que todavía el cuerpo no estaba preparado del todo para reaccionar”. “Ah, pero ya sabías que la nena y el varón eran distintos y jugueteaban”. “¿Cómo? Ya había mirado todo yo, no me acuerdo si ya no había tocado incluso”. Ustedes me entienden, somos todos adultos. Solía haber un amiguito, un primito, alguien de nuestra edad con quien uno se sacaba la curiosidad siendo un niño.

No voy a hacer nombres porque no corresponde, pero yo conozco a alguien muy cercano que en un descuido de un hermano mayor se robó una revista pornográfica y se la llevó a la escuela donde la paseó por todo el curso. Llegado el caso, la maestra descubrió la travesura, se la comunicó al vicedirector de la escuela y este mandó llamar a los padres. ¿La acusada en cuestión? Una niña de unos seis o siete años. Que no era yo, aclaro, pero bien lo hubiera podido ser, por qué no. Los niños son curiosos y la sexualidad, como todos los aspectos de la vida, les resulta un misterio.

Escuela católica, imagínense. El vicedirector era Ned Flanders en pinta, pobrecito. Muerto de vergüenza, devolvió a los padres la famosa revista y estos la recibieron muertos de vergüenza a su vez. ¿La niña? Cagada de risa. Más que nada le daba rabia que la hubieran descubierto pero no vamos a decir que se traumatizó demasiado, ni un reto recibió, todos fueron muy indulgentes y lo tomaron como lo que era, cosa de chicos y nada más. De dolores de barriga o de vómitos ante la visión de esas cachuchas grandotas y esos porongones venudos, nada de nada, solo risa. Entonces, ¿por qué tanto vómito y tanta internación hoy día, en 2023, en José C. Paz ante ‘50 sombras de Grey’? Es raro, muy raro, pero concedamos eso. Concedamos que puede que haya habido seis chicos con vómitos en un curso de tercer grado en José C. Paz, con los calores que están haciendo. ¿No será que el agua del grifo estaba medio mala y les dio una intoxicación a los nenes, o el sánguche del almuerzo? Qué querés que te diga, eso me suena más verosímil.

Los nenes de hoy en día miran los videos de Emilia Mernes frotándose con otras chicas o La Joaqui casi que masturbándose como si fuera cosa de todos los días, las nenas perrean en los recreos al ritmo del trap, el reguetón o la bachata. ¿Les va a resultar vomitiva en el sentido más literal y estricto de la palabra una película como ‘50 sombras’? Es rarísimo, rarísimo de toda rareza. Debo confesar que yo he leído la novela y la prosa de tan mala me daba asco, pero no sé si eso se refleja en la película como para mover al vómito. De hecho también he visto la película, hubo un tiempo en que tuve amigas y me obligaban a participar de esa clase de actividades de “mujeres”. Bastante deprimente todo, pero a veces hay que ceder porque un puente no se sostiene de un lado solo, qué va’cer. El caso es que es aburridísima, lenta, con una fotografía gris y una cadencia insoportable. Larguísima, para cuando garchan un nene se durmió hace una hora y media y para cuando se insinúa apenas un esbozo de sadomasoquismo se terminó la clase de ESI y los nenes se fueron a la casa. A nadie que se siente cinco minutos a pensar seriamente en el planteo le puede parecer todo esto más que una operación, un factoide destinado a exacerbar el indignismo barato mientras los elefantes nos pasan por detrás.

Ni una teta se ve en esa película, menos que menos un pito, no hay nada de eso, nada que mueva al vómito, no me la vendan porque yo también fui niña y jamás me dio dolor de panza una escena de sexo, al contrario, me calentaba, porque los niños sienten impulsos sexuales (precisamente por eso los malos adultos, enfermos, pueden aprovecharse de la inocencia de los niños). ¿Y saben qué otra cosa no hay? Ni una sola prueba de lo que se denuncia que no sea la palabra que alguien que dice que otro le dijo que tal cosa había pasado. Nada. Quienes se hacen eco de la “noticia” lo hacen tomando como fuente el canal de tele de Macri, el mismo Macri del que han dicho mil veces: “basura, vos sos la dictadura”. ¿Se ve o no se ve lo burdo de la operación?

Pero como yo puedo pecar de malpensada, fui y le conté toda la historia a mi madre, quien me dijo exactamente lo mismo que yo ya pensaba. Es más, invito al lector a hacer lo propio. Entonces me parece que puede que esté meando fuera del tarro, pero acá parecería haber una operación más grande que una casa. Mientras el viejerío puritano grita “Con mis hijos no” y se persigna invocando a Santa Victoria Villarruel para que se termine de una vez con la inmoralidad de la Educación Sexual Integral, pide que rueden cabezas y vaya presa gente, nos encajan por la ventana que la estanflación y que la depresión, que la Bullrich otra vez encargada del trabajo de los argentinos y que el que armó la bomba de las Leliqs como “mago de las finanzas” para que venga a desactivarla. Factoide, factoide, factoide.

“Con mis hijos no”, le decimos al intendente Ishii de ese lugar olvidado por Dios que algunos conocen solo de nombre llamado José C. Paz, mientras le están confiscando el futuro a cada uno de nuestros niños y cerramos la boca, enceguecidos como estamos por el miedo al avance de aquella progresía inmoral que nos enloqueció por años. Haga algo, vicepresidente Villarruel, esto no se puede tolerar. Que en José C. Paz nenes vomiten de asco no se puede tolerar, que viejos se vayan a dormir con un mate cocido en la panza por acción de una década de desmanejos por parte de políticos entre los que se cuenta Mauricio Macri, dueño del canal La Nación +, eso lo toleramos todos y nos pasa por el costado.

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