He visto esta película, Poor things, conocida en los cines
de nuestro país como Pobres criaturas. Un título adecuado, supongo, pues
intenta recuperar al menos en parte el sentido del título original. Hasta ayer
no tenía idea de la existencia de la película y ahora apenas me entero de que
se trata de una adaptación al cine de una novela de 1992. No tengo mayor
información que esa, por lo tanto este texto se ocupa en específico de la
película como producto en sí y no como adaptación de una obra escrita.
Lo primero que debo decir es que me parece excelente en todo
lo que se refiere a los aspectos técnicos. El uso del blanco y negro e incluso
del coloreado manual de la cinta (o al menos ese es el efecto que visualmente
provoca en el espectador, parecería tratarse de una cinta antigua coloreada
cuadro por cuadro), el gran angular, la musicalización, todo genera una
ambientación que enseguida lo coloca a uno en tiempo y espacio. La música es
sensacional no por buena sino precisamente por mala, completamente adecuada: la
disonancia, el uso concienzudo de la desafinación generan un efecto muy especial,
como si se tratase de esas cintas viejas que uno las reproduce y el audio les
patina y tiene un aire tétrico. La verdad está todo tan bien pensado que resulta
impresionante, se nota que se trata de un laburo bien hecho, que se encaró
seriamente.
Las actuaciones son entrañables, sobre todo las de Emma
Stone y Willem Dafoe. Creo que este último no merece aclaración alguna, se
trata de un actorazo y lo que sea que haga lo hace bien. Con respecto a Emma
Stone, es de esas actrices que me cansan un poco pero no por su culpa sino por
culpa de la industria, por eso menciono su interpretación como entrañable. Paso
a explicar este punto.
Cada tanto la industria cinematográfica hollywoodense pone
de moda a actrices que en lo personal no me dicen mucho y eso genera en mí una
fatiga que me provoca rechazo. Me pasó con Anya Taylor-Joy, por ejemplo. Una
piba bonita y seguramente con capacidad interpretativa, pero que de un día para
el otro se pone de moda y no podés correr una piedra que la tipa aparece ahí
detrás. En consecuencia, su cara me satura y no la puedo ni ver en figuritas.
Sobre todo cuando son tipas bonitas pero no hermosas, pero la industria se empecina
en vendérnoslas como la más linda de todas. Con Emma Stone me pasa un poco eso,
y de ahí mi hastío. Hubo un tiempo que estaba de moda ponerla en todas las
películas y ya me había saturado. Vi la película a pesar de ella y no por ella
y no me arrepiento porque la tipa compuso un personaje complejo y en todas sus
facetas lo hizo bien, más que correcta. Es inevitable que uno le agarre cariño
y simpatía a Bella, porque ella hace de Bella una persona hermosa.
La película se trata un poco acerca de la liberación sexual
femenina en la época victoriana tardía, podríamos decir, pero me parece que en
lo personal lo más rico que encuentro en la historia es el tópico de la
monstruosidad. Por eso lo primero que me vino a la cabeza cuando quise resumir
la obra en un tamaño “tuit” fue pensar en un Frankenstein bajo la estética de
Salvador Dalí. Es que la atmósfera no resulta típica del gótico como en la novela
de Mary Shelley, sino que por pasajes parece más bien semejante a la estética
surrealista, colorinche, hipersexualizada y onírica de Dalí.
Sin embargo, el mensaje de fondo es básicamente el mismo que
en Frankenstein: la monstruosidad se manifiesta más entre los seres humanos “normales”
y “buenos ciudadanos” de la sociedad respetable que en los monstruos
propiamente dichos. Todo, desde la meditación filosófica hasta la humanidad (la
bondad humana, podríamos decir), el lenguaje, la sensibilidad del cuerpo y del
alma se representa mejor en la criatura que por ejemplo en la figura del
científico, racional y abnegado que supuestamente merece el crédito por sus
avances en el campo de la investigación anatómica.
Recuerdo que siempre que leía Frankenstein me molestaba la
misma cosa: que el narrador enalteciera al personaje de Víctor cuando en rigor
de verdad se tratase de un individuo artero, miedoso, un pusilánime y un esnob.
Creó casi por capricho a una criatura, la abandonó a su suerte luego de un
sopor miedoso (sí, Víctor Frankenstein se desmaya por días luego de haber dado
vida a la Criatura) y finalmente le jura enemistad nomás por capricho, por lo
deforme, feo e indeseado de aquella creación.
La pregunta que uno se puede hacer entonces es: “¿Y qué
rayos esperaba este tipo que saliera de ese rejunte de cuerpos que armó?”. Claro,
le puso un cuerpo atlético y el cerebro de uno que él admiraba, pero seguía
siendo una abominación. Abominación que no obstante, a pesar de sus
limitaciones y la orfandad en la que queda sumida se las ingenia para valerse
por sí sola, aprendiendo el lenguaje de los hombres y a pensar y sentir como un
buen hombre. Por su sola fealdad el mundo lo repudia y sin embargo hasta el último
hálito de vida no tiene reparo en llamar a Frankenstein como “padre” y
agradecerle por la vida miserable que le obsequió como si de una maldición se
tratase. La criatura perdona al verdadero monstruo, que era el hombre.
En Pobres criaturas lo llamativo es cómo resulta siendo el
científico el que ocupa el rol de La Criatura y no Bella, su creación. Bella es
un alma libre, de espíritu aventurero y una capacidad enorme para el amor, la
sensualidad y la reflexión. Su padre ―su creador― el Doctor Godwin es la
verdadera víctima de los experimentos de la Ciencia o en rigor de verdad, de
los hombres que jugando a ser Dios dicen colocar a la Ciencia por encima de
todas las cosas.
Bella fue creada en un laboratorio, era una mujer reprimida
y hastiada que no encontró mejor salida a su martirio que quitarse la vida
llevándose consigo la de su propia hija, que le crecía en el vientre. En nombre
de la Ciencia, Godwin la revive como Frankenstein a la Criatura, pero no sin
antes colocar en lugar del cerebro de la fallecida el del feto nonato. Así, la “cría”
como a una hija, con el cuerpo de una adulta y la mentalidad propia de una niña.
Sin embargo, es él, Godwin, la mayor víctima de los delirios
“racionalistas” de un científico loco. Su propio padre lo ha convertido en una
abominación tras años y años de experimentar sobre su cuerpo. A pesar del prestigio
como hombre de ciencia, la ausencia de ética del padre lo convirtió en objeto
de burlas y de miedo. Es un monstruo, sí, pero uno creado a la medida de un monstruo
mayor.
El padre se nos presenta como el narrador presenta a Víctor Frankenstein
en la novela de Mary Shelley y sin embargo el lector discrepa con esa
valoración. Godwin pondera a ese padre capaz de castrarlo o deformarlo en
nombre de la Ciencia, pero nosotros vemos cómo aquel hombre no hizo más que
daño al hijo. Bella habiendo nacido como una creatura (como la creación de
otro) posee la suerte que Godwin no, la de “crecer” en un hogar extraño pero
donde no le faltó el amor.
Porque sí, detrás de esa fachada de racionalista aséptico de
toda emoción lo que se esconde, lo que Godwin no quiere dejar ver y sin embargo
nos muestra a su pesar, es el amor. Godwin ama a Bella como un padre a una hija
y Bella ama a Godwin como una hija a su padre. Ese “experimento”, como él le llama,
no es más que la vía que ese hombre mutilado y atormentado por el deber-ser del
hijo del científico encuentra para canalizar las emociones que ha reprimido
toda la vida. Como resultado engendra, crea o cría, como nos guste llamarle, a
una criatura completamente libre.
Tan libre que a pesar de los esfuerzos denodados por
mantenerla cautiva ―más por los miedos de Godwin al mundo exterior que por los
de la propia Bella― se las apaña para tener una aventura que la conduce a
explorar no solo el mundo sino su propio cuerpo, la sexualidad y los tabúes de
la sociedad, siempre con la gracia y la inocencia atrevida de los niños que
apenas conocen el mundo. Bella, siendo una creación, no es una pobre criatura y
sin embargo su padre sí lo es. Es un pobre tipo que antes de morir, carcomido
por un cáncer, nos confiesa que siempre se ha sentido rechazado por todo y por todos,
que siempre todos lo habían mirado con asco o con miedo pero ella, Bella, no.
Porque Bella siempre lo vio como una hija ve a un padre, con
los ojos del corazón.
Hay que mirar la película en detalle varias veces, no deja un momento
de resultar incómoda a pesar de lo bello de la estética. Abunda en escenas de
una sexualidad a menudo casi explícita, si te pone nervioso esa clase de
escenas no la mires en compañía de tu papá, mamá o hijos, porque puede resultar
perturbador. O bueno, a mí, porque soy medio pacata. Lo que sí puedo decir es
que no dejes de mirarla porque de una manera extraña, rara y reitero, incómoda,
es una joya. Diría en lo personal que más que una comedia es una película
filosófica porque constantemente te provoca reflexiones acerca de montones de tópicos
universales: la estética, la belleza, la maldad, la bondad, la ética, el amor,
la sexualidad y en particular la ética profesional de quienes se arrogan el
monopolio de la “Ciencia”. La risa algo histérica que a veces te provoca es más
que nada de nervios, por lo absurdo o hiperbólico de las situaciones, pero en
general te provoca toda clase de emociones, por lo tanto no sería justo decirle
“comedia”, es algo más.
Con respecto a las escenas de sexo, debo confesar que yo soy
de esas personas que se aburren de las películas en las que sobreabundan, pero
esto es así solo si las escenas de sexo en cuestión no tienen relación alguna
con la trama o la historia. ¿Viste las películas malas de terror, que siempre
la chica linda y el chico lindo garchan innecesariamente justo antes de que
aparezca el asesino? Bueno, eso me saca completamente de ambiente y no me gusta,
por regla general. Pero en este caso no pasa, porque es necesario que el
espectador vea lo que Bella ve a lo largo de su viaje de exploración y que
sienta lo que ella siente, de esa manera uno comprende la evolución del
personaje. No sobra nada en la película y esto tampoco porque el sexo es un
tema omnipresente en la maduración de toda mujer, pero más aun en una etapa tan
represiva como la sociedad victoriana.
En resumen, véanla y juzguen por ustedes mismos si les gusta
como a mí. En lo personal, hacía mucho tiempo que no veía una película que de
verdad me suscitara un subibaja de emociones.
Deberías hacerte un canal de YouTube al estilo "Te lo resumo así nomás", muy buena reseña hiciste.
ResponderEliminarGracias, Facu. No se me da bien la edición así que es difícil que vaya a armar un canal de YouTube, además de que soy muy tímida para hablar en público, pero sí estoy preparando una crítica comparativa de la película y el 'Frankenstein' de Mary Shelley en un registro mucho menos informal, que si Dios quiere va a salir publicada en la edición de abril de la 'Revista Hegemonía'.
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